Ideario. Palabras de un Caudillo. Oración del 31 de Diciembre. Revista Ejército año 1940

09 de septiembre de 2020 por Redacción FNFF

Compartir en:

                                        

PALABRAS DEL CAUDILLO

ORACIÓN DEL 31 DE DICIEMBRE

La Guerra, con sus inseparables consecuencias, fue el único camino de redención que a España se ofrecía, si no quería sumirse por siglos en el abismo de barbarie y anarquía en que hoy, desgraciadamente, se debaten otros pueblos mártires del nordeste europeo.

 España, que sufrió la más terrible de las revoluciones conocidas, tiene que pasar hoy por un periodo de escasez y de limitaciones, en el que la mala fe de los enemigos encubiertos encuentra campo favorable para sus enredos.

 Mediten todos cuáles son sus deberes hacia un Estado que tantos dolores ha costado crear y cierren sus filas contra el enemigo.

 El árbol se conoce por sus frutos, y donde hay un murmurador, un sembrador de alarmas o de insidias, hay siempre un traidor.

 Es necesario divulgar cómo los sacrificios de nuestra Nación son ínfimos en relación con los que alcanzaron a otros pueblos que sufrieron la guerra.

 Rusia, que pasó una revolución de igual signo que la que asoló a España, padeció durante muchos años horrendas mortandades, causadas por el hambre; otros pueblos de Europa, análogamente, conocieron penalidades sin cuento. ¿Qué son nuestras pequeñas dificultades comparadas con las de ellos?

 Este desnivel permanente y visible de nuestro comercio encierra tal gravedad para nuestra economía, que el suprimirlo ha debido constituir la directriz principal de nuestra política económica, para evitar el que la riqueza nacional se agotase en esta sangría suelta de centenares de millones que anualmente marchaban a vigorizar la economía de los países exportadores.

 

Y en esta situación y con esta penuria de medios, España está salvando la crisis más grande que ha sufrido ningún pueblo, sin hipotecas y sin claudicaciones.

 Si el sentido patriótico de nuestro pueblo le ha llevado a consumar el máximo de sacrifico por la Patria, dar la vida y la de los propios hijos, ¿es mucho pedir el que sacrifiquen unos pocos los excesos de su codicia?

 Nada ni nadie puede torcer nuestro camino, que el tesón que pusimos en las duras batallas de la guerra hemos de superar en las que imponga la realización de nuestra Revolución nacional.

 Vosotros conocéis cómo es la España que recibimos: con los grupos en lucha, con sus burgos triste y sus viviendas míseras, sus funcionarios hambrientos y sus obreros sin trabajo; la que entregaba a la muerte, sin defensa, millares de vidas de tuberculosos por año; la que registra la más alta mortandad infantil; la que ofrece el irritante contraste de los palacios suntuosos y de las viviendas míseras.

 Yo les digo a esos espíritus apegados a los bienes que el mejor seguro de sus caudales es la obra de redención que realizamos.

 Así lo sentíamos y lo anunciábamos cuando salían nuestros voluntarios para los frentes; así lo afirmamos sobre la sangre caliente de nuestros caídos, y así lo exige el sentido profundamente católico de nuestro Movimiento.

 Una masa trabajando crea siempre riqueza, es un capital rindiendo; un obrero parado es un capital inactivo, que vive a costa de la producción que otros realizan. Ha de ser, pues, objetivo a perseguir por nuestro Estado el evitar la acción ruinosa de las masas de parados.

 Nuestra Nación, que luchó con heroísmo durante tres años por salvar a la civilización cristiana de su desaparición en Occidente, vive en estos momentos los dolores de los otros pueblos de Europa y une su voz a la suprema Autoridad de la Iglesia Católica, de nuestra dilecta hermana la Italia imperial de tantos Estados que propugnan el cese de una lucha que, de llevarse hasta el final, abrirá el paso hacia Occidente de la barbarie asiática.

 Cualquiera que sea el resultado que la suerte de las armas pueda dar a los bandos en lucha, el resultado será igual de catastrófico. Rotos los diques de la disciplina, sin autoridad los Gobiernos ni los partidos que los condujeron a una lucha estéril, se recogerá la siembra de tantos años de demagogia y conocerán otros pueblos lo que fueron los sufrimientos de la España mártir.

 

 

Compartir en: