CARTA AL SEÑOR FRANCESC ANTICH
16 de abril de 2018 por Redacción FNFF
CARTA AL SEÑOR FRANCESC ANTICH
Señor Don Francesc Antich:
Leo por los medios que mañana martes Su Señoría defenderá en el Senado una moción en la que instará al Gobierno a desarrollar la Ley de Memoria Histórica en la que, además de otras peticiones, reclamará fondos para la localización de fosas, exhumaciones e identificación de víctimas de la guerra civil. También, y a la par, exigirá la ilegalización de la Fundación Nacional Francisco Franco, que presido, “por hacer apología de Franco a quien acusa de delitos de lesa humanidad y crímenes de guerra”.
Respecto a su primera intención - el desarrollo de la LMH - me gustaría aconsejarle que lea con detenimiento el reciente “Manifiesto por la Historia y la Libertad” firmado inicialmente por 200 relevantes personalidades de la sociedad civil y al que se han adherido miles de personas, incluidas muchas de su misma corriente ideológica. E igualmente, respecto a la segunda, le aconsejaría leer el Comunicado hecho recientemente por esta Fundación respecto a la propuesta de ilegalización de la misma. Supongo que es una vana ilusión por mi parte el pensar que Su Señoría lea, y aún más, siga mi consejo ya que me temo que su persona pertenece a esa clase que se considera poseedora de la única verdad : la suya. La de los demás le importa bastante poco.
En cualquier caso ¡quién sabe! a lo mejor lo hace y en ese caso sus esfuerzos podrían dedicarse a resolver los problemas que realmente preocupan a los españoles y no a asuntos que ya son y pertenecen a la historia y a los historiadores.
Sinceramente me preocupa que pretenda ilegalizar la FNFF toda vez que esta no hace otra cosa que acogerse a lo que la Constitución Española establece en sus artículos 14, 16, 20 y 34. Tal vez es que Su Señoría sólo reconoce la libertad ideológica, de pensamiento o de expresión a los que piensan como Vd. y se la niega a los que difieren de la suya. Seguramente este es el problema. Sólo espero que el resto de senadores no concuerden con su idea sectaria/excluyente y que sus anhelos queden en tan sólo una mera intención.
Insiste Su Señoría en acusar al Generalísimo Franco de gravísimos delitos basándose en la tan cacareada falsificación de datos tan en boga hoy al respecto. Hoy, basta con leer la abundantísima panoplia de estudios serios respecto al número de víctimas de la guerra civil para constatar la mentira que Su Señoría propaga pero intuyo que este es también un vano intento por mi parte. Su Señoría sólo lee lo que le conviene. Prolijo sería exponer aquí alguno de esos estudios y no lo voy a hacer, más no puedo por menos ilustrarle con alguno de los hechos luctuosos de nuestra guerra civil ya que Su Señoría insiste en hablar de genocidios y de no sé cuántas cosas más. Honradamente le aseguro que me gustaría hablar de otras cosas pero son Vds. los que insisten y ya va siendo hora de recordarles lo que no quieren oír. Hablan Vds. de genocidios. Pues bien, aquí va uno de entre los muchos otros posibles. Le voy a relatar algo respecto a lo que sucedió con la oficialidad de la Armada en Cartagena en julio y agosto de 1936; y de aquí vendrá más tarde el ruego que le menciono en el título de esta carta.
Mire, Sr. Antich, fracasado el Alzamiento en la base principal de Cartagena, en julio de 1936, la mayoría de los jefes y oficiales afectos al movimiento fueron detenidos y apresados en diferentes buques de la flota. Como consecuencia de los consecuentes motines provocados por los comités revolucionarios, y a pesar de la actitud de estos, todo parecía que serían sometidos a los procesos judiciales sumarísimos que hubieran sido procedentes. Desafortunadamente para los detenidos la justicia en la Armada republicana se aplicó por la vía del desacato criminal y en ningún caso por los cauces señalados por las leyes. Ya a últimos de julio de 1936 los dirigentes de los comités reconocidos por el Gobierno de la República maquinaron el modo de atribuirse el derecho a imponer por sí mismos la justicia revolucionaria; de hecho los comités en los buques no estuvieron en ningún momento dispuestos a someterse a norma legal alguna y así comenzó una cadena de terribles asesinatos a bordo de los buques de la Flota. Incluso, en el propio Arsenal de Cartagena fue el propio mando, autoasumido de la misma, quien dio la conformidad a los elementos de la Guardia Roja del Jaime I para asesinar a los presos encerrados en ese buque. Así, sin más.
Sin atisbo de legalidad ni garantía procesal alguna comenzó una matanza al más puro estilo soviético en los buques Libertad, Jaime I, España n.3 y en el Rio Sil. En los buques se procedió a maniatar de dos en dos a los oficiales con lastre a los pies y lanzados al agua vivos en muchos casos. Otros tuvieron más suerte y antes les propinaron un tiro en la nuca.
En el antiguo Servicio histórico de la Armada nacional y en el de la propia roja constan los documentos que acreditan históricamente cuanto le digo. Y de forma muy minuciosa, se lo aseguro.
Lea, lea.
Sr. Antich, ni en los cinco años en los que me formé en la Escuela Naval Militar, ni siquiera en los 40 años después en que permanecí en las filas de la Armada, recibí ningún tipo de incitación al odio por estos hechos. No se olvidaba pero el perdón se impuso; incluso, sepa Su Señoría que los hijos de los pocos oficiales que por no haberse sumado al Alzamiento fueron fusilados por los nacionales fueron acogidos en el Colegio de Huérfanos de la Armada y después en la propia Escuela Naval Militar llegando alguno a alcanzar el empleo de Almirante en la Armada actual.
Sr. Antich, habla Su Señoría de buscar cadáveres en las cunetas - no me canso de decir que yo no me opongo a esto. Todo el mundo tiene derecho a dar digna sepultura a sus deudos - pero a su afán le ruego que proponga también mañana en el Senado que se busque también a los 359 jefes y oficiales de la Armada cuyos cuerpos fueron asesinados sin juicio alguno y arrojados al mar de la forma más vil que se pueda uno imaginar. Y esta desagradable tarea pudiera ser incluso fácil ya que se sabe exactamente donde fueron asesinados toda vez que iban atados de dos en dos y con lastre en los pies. Seguro que se pueden encontrar.
Honradamente, 80 años después de la tragedia que supuso la guerra civil no viene a cuento levantar heridas ya curadas. Su Señoría y su partido deberían mirar al futuro por una España más justa y más próspera en lugar de arrinconarse en la máxima orwelliana de que para justificar las mentiras del presente es necesario borrar las verdades del pasado. A nosotros nos repele entrar en este juego por creer que no conduce a nada bueno pero si se empeñan no pararemos en desmontar sus falacias y a contarlo todo. Y francamente creo que la verdad no les conviene para nada.
La historia demuestra que el que siembra vientos recoge tempestades y nosotros no queremos para nada entrar en esa absurda vorágine del “y tú más”.
La FNFF es una Fundación que tiene como fines la dedicación al estudio y al conocimiento de una época de España en la que la justicia social era el norte de sus gobernantes, la de un Estado que transformó España hasta convertirla en la octava potencia industrial del mundo habiendo partido desde la miseria en la que se encontraba en 1939. Tal vez el anhelo de su ilegalización se deba al auto reconocimiento de su incompetencia y manifiesta incapacidad para dar a nuestro pueblo la prosperidad que aquel Régimen le proporcionó.
Juan Chicharro Ortega
Presidente Ejecutivo de la FNFF
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