Sobre la gobernabilidad. Por Pedro González Bueno
25 de junio de 2020 por Redacción FNFF
Ante tanto desgobierno me atrevo a hacer unas divagaciones sobre lo que ha sido y es la gobernabilidad en España, termino que me parece más adecuado, para lo que pretendo exponer, que “política”. A lo largo de mi larga vida, se han producido tremendos avatares en el gobierno de España (mi patria, por la que siento devoción) y he sido testigo viviente del nacimiento y muerte de diversas formas de gobierno en el mundo, todo ello con trascendentales consecuencias, lo que pone de manifiesto la importancia de la gobernabilidad de la nación. Creo poder afirmar, como algo evidente, que el buen gobierno de una nación está directamente relacionado con la felicidad de sus ciudadanos, y de ahí su extraordinaria importancia, además de ser este hecho, posiblemente, el mejor termómetro para valorar la bondad de este. A ese respecto no creo dudosa la comparación de la felicidad de los españoles en la era de Franco, con la vívida en la Constitución, ya que durante la primera fue en todo momento de seguridad, de esperanza, de ilusión, de orgullo y de crecimiento en todos los sentidos y en la siguiente fue exactamente todo lo contrario, hasta llegar a la crítica situación en la que hoy nos encontramos..
Hace muchos años, en unas reuniones en El Valle de los Caídos, (reuniones que allí se celebraban en el deseo de, en cierto modo, continuar la gran labor realizada por el Centro de Estudios Del Valle, clausurados por Felipe González en sus primeros días de gobierno), un joven, buen amigo mío, que presentaba un trabajo sobre lo que debería ser un buen gobierno, antes de iniciar su disertación, dirigiéndose a mí en los siguientes términos: “Pedro, me gustaría conocer tu opinión sobre el tema”, a lo que respondí: “Cada momento y circunstancia requiere su propia forma de gobierno”. Ahora creo que no di la respuesta completa, pues debí añadir: “pero en todo caso, siempre siendo garante de la justicia, libertad y derechos de sus ciudadanos y manteniendo unos principios, permanentes e inalterables que son y representan las señas de identidad de una nación, el alma de un pueblo”. Me permito recordar al respecto la contestación dada por Franco a Don Juan Carlos, entonces Principe de España, cuando este solicitó asistir a los consejos de ministros: “Alteza, no le aportaría nada porque entonces será distinta la forma de gobernar”. Esa respuesta le fue dada al Principe cuando este había ya jurado los Principios del Movimiento.
Para hablar de la actual gobernabilidad en España, creo fundamental, en primer lugar, manifestar el error que supone considerar la Transición como un cambio de régimen modélico, barriendo, y posteriormente condenando el régimen de Franco, y por otra parte, alabando sin pudor el régimen que le sustituyó. Estoy deliberadamente huyendo de intitular ambos regímenes, pues ahí empieza la primera gran mentira del cambio, ya que ni el régimen de Franco fue una dictadura ni el nacido de la Constitución del 78 es una democracia.
Franco es, posiblemente el único ejemplo en la Historia del mundo, en el que el elegido con mando único y poder absoluto, (en este caso para ganar una guerra), a lo largo de su mandato, y según lo van permitiendo las circunstancias, va cediendo poder (creación de las Cortes, renuncia a la jefatura del gobierno, etc.), restableciendo y respetando las Instituciones y la independencia de los tres poderes en el proceso de crear el Nuevo Estado que culminó con la promulgación de las Leyes Fundamentales del Estado. Bajo su mandato, España vivió cuarenta años, nunca igualados, de paz con el mundo y entre los españoles; el español recuperó la libertad e independencia, al vivir de su trabajo; se realizó un progreso calificado de milagroso; recuperó su soberanía, su prestigio y dignidad y lego las arcas del Estado saneadas. Y algo importante y significativo (yo diría, la prueba del algodón): desde el día de la Victoria hasta su muerte, a lo largo y a lo ancho de la geografía española, tronó con el fervor de todo un pueblo el grito de ¡Franco! ¡Franco! ¡Franco!
La Constitución del 78 nace del consenso entre ambiciosos de poder y enemigos de España.
Consenso (que significa cesiones de las partes con el único fin de alcanzar un acuerdo que permita a estas seguir en el poder) y enemigos de España; con semejantes componentes nada bueno se podía esperar, pero aquello funcionó durante un tiempo porque el español vivía en un estado de seguridad, bienestar, e ingenuamente en la confianza en la nueva clase política, ajeno a que el nuevo régimen había destruido los principios y pilares que les permitieron alcanzar la situación que disfrutaban y no consciente de estar sometido a una propaganda feroz, que cambiaría sus maneras y forma de pensar.
Han sido necesarias más de cuatro décadas para que sean muchos españoles, los que reconozcan los errores del cambio, denunciado en su día por unos pocos (Fernandez de la Mora, Blas Piñar, el III marqués de Vadeiglesias, …).
Han sido necesarias más de cuatro décadas para que muchos españoles sean conscientesde la trágica situación que vivimos, debido al empobrecimiento que ha sufrido la nación, unido a la pérdida de seguridad, libertades y derechos de sus ciudadanos.
Han sido necesarias más de cuatro décadas para que muchos españoles empiecen a alarmarse ante el espectáculo que ofrece España: riesgo de la unidad nacional, permisividad en la ofensa a la bandera, al Rey, a la religión (por supuesto católica), a nuestros héroes y a nuestra Historia, sumisión de la Justicia al gobierno, amenazas comunistas en el congreso, etc.
Y atención: Todas las medidas del gobierno de Pedro Sánchez, sin excepción, persiguen objetivos muy concretos: la destrucción de las señas de identidad de España y/o el arruinar al pueblo español para hacerle dependiente de la limosna del Estado, lo que equivale a esclavizarle bajo el régimen de una República Bolivariana ¿Es consciente el pueblo español de esta realidad?
A los 42 años de la promulgación de la Constitución, las “caceroladas”, con enorme despliegue de banderas de España y al grito de ¡gobierno dimisión! y ¡libertad!, expresan el juicio de los españoles a la gobernanza del régimen vigente y parecen indicar el despertar del pueblo español, que una vez más tendrá que ser el salvador de la Patria.
- De Gibraltar ya ni se habla, ¿Tan bajo hemos caído que Gibraltar ya no es tema que atente a nuestra dignidad?
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