ÉXITO DE LA CONMEMORACION DEL 18 DE JULIO

 
El acto convocado por la FUNDACION NACIONAL FRANCISCO FRANCO para conmemorar la efemérides del 18 de julio, constituyó un gran éxito de participación y desarrollo, llenando el salón del Palacio de Congresos y Exposiciones de Madrid.
 
Presidido por la Duquesa de Franco, se inició con un homenaje a la bandera. Portada por un joven entró en el salón mientras los asistentes cantaban el Himno Nacional.

Luisa Mª Payan recitó puestos en pie los participantes, el SI JURAMOS de Emilio Romero.

A continuación y después de la cena de Hermandad, donde se subastó uno de los bastones de mando del Caudillo donado por su hija, intervinieron dos jóvenes responsables en la organización: Miguel Menéndez Piñar y Pilar Pérez García “Pituca” que enardecieron con sus palabras a los asistentes, , dejando constancia que el espíritu del 18 de julio sigue latente en la juventud española.

Concluyó esta parte el Vicepresidente Ejecutivo Jaime Alonso, dando las gracias a los presentes y a las personalidades homenajeadas y justificó con sus palabras precisas y concretas el “Derecho al Alzamiento” lema que presidia el acto.

Seguidamente se celebró un homenaje a las diferentes personalidades que han sido nombrados Caballeros y Damas de Honor de la Fundación, a los que se les entregó por la Duquesa de Franco el Diploma de su nombramiento y entre los que se encontraban: Licinio de la Fuente, José Moscardó, Pilar Primo de Rivera, Josa Millán Astray, Aquilino Duque, Luis Sanguino, Ángeles Villarta y Augusto Pinochet.
 

Como agradecimiento intervinieron Augusto Pinochet Molina, nieto del General Pinochet, quien dedicó unas palabras muy emotivas de agradecimiento a la Fundación , al Generalísimo Franco y a España y por último, Licinio de la Fuente hizo vibrar a los asistentes con unas magnificas y encendidas palabras sobre su experiencias como Ministro de Franco y dedicó su disertación a elogiar su figura. Agradeció el nombramiento a la Fundación refiriéndose a ella como una de las distinciones que con más cariño e ilusión acogía.

Por último y todos en pie, se volvió a cantar el Himno con la letra de José Mª Pemán

 
Luisa María Payán recita el Juramento en el homenaje y desagravio a la Bandera
Miguel Menéndez Piñar en su intervención.
 

18 de Julio de 2012. Palacio de Congresos. “El Derecho al Alzamiento”

Miguel Menéndez Piñar

Un pueblo amenazado o víctima de una agresión injusta, si quiere pensar y obrar cristianamente, no puede permanecer en una indiferencia pasiva”, nos dijo el Papa Pío XII a los españoles y nos sirve hoy para explicar el lema de este acto: “El Derecho al Alzamiento”.

Pero, ¿qué es el Derecho al Alzamiento? ¿Por qué el 18 de Julio de 1936 existió el derecho al alzamiento? Y, por último, ¿fue positivo ejercer el derecho al alzamiento el 18 de Julio?

El derecho al alzamiento es la facultad que tienen los pueblos para rebelarse contra una situación que atenta directamente contra la unidad, la esencia y la independencia de la Patria. Y este derecho queda consagrado a lo largo de los siglos de nuestra gloriosa historia donde el pueblo español supo actuar como tal. Queda consagrado también en la misión y destino de nuestros ejércitos. Pero queda consagrado, sobre todo, en la Doctrina Tradicional de la Iglesia que nosotros profesamos. Porque, sencillamente, nosotros, hombres de Fe, veneramos a los santos que nos dieron ejemplo de caridad, como la Madre Teresa de Calcuta; que nos dieron ejemplo de pobreza, como San Francisco de Asís; que nos aportan luz, como Santo Tomás de Aquino; que nos ayudan a confiar en la Providencia, como San Isidro. Pero también aquellos que se santificaron empuñando la espada para defender la Fe y la Patria, el Altar y el Hogar, como San Fernando, San Luis, Santa Juana de Arco o, recientemente, Antonio Rivera, “el Ángel del Alcázar”, que animaba a disparar diciendo “tirad, pero tirad sin odio”.

Pero, ¿qué pasó el 18 de Julio para que se pusiera en marcha un Alzamiento Nacional? Conviene repasar la historia y tener memoria de lo ocurrido, sobre todo en los tiempos de la calumnia y la mentira que nos ha tacado vivir. España venía de un proceso decadente de más de un siglo, desorientada y desubicada, sin encontrar su esencia. La Segunda República nos trajo un proceso revolucionario marxista para dilapidar definitivamente a España. Trataron de arrancar la Fe del pueblo, con la persecución religiosa más cruel de la historia de la Iglesia. Romper nuestra unidad, política y social, con los separatismos y la lucha de clases. Y regalar nuestra soberanía y nuestro oro al poder soviético. El Derecho al Alzamiento se ejerce el 18 de Julio de 1936 y la España auténtica se levanta en armas frente a la situación de caos y descontrol. El Alzamiento llevó hasta el extremo las cuatro virtudes esenciales del pueblo español: La Fe, el Patriotismo, el Valor y la Unidad.

– La primera de estas virtudes es la Fe, la Fe Católica de España. Fue, el 18 de Julio, el inicio de un Alzamiento bélico ajustado clarísimamente al derecho cristiano. Por eso, lo recuerde o no el pueblo, lo recuerde o no la jerarquía de la Iglesia, la guerra de 1936, fue una cruzada, una cruzada por Dios y por España, donde dio su vida la mejor generación española de todos los tiempos. Una Cruzada que fue precedida y compaginada por una persecución religiosa, asesinando por odio a la Fe a trece obispos y cerca de siete mil sacerdotes y religiosos. Miles de edificios eclesiásticos quemados, santuarios arrasados y hasta profanación de cementerios por las bestias rojas, hoy camufladas en sindicados subvencionados, asociaciones de los “deshechos” humanos, “plataformas contra la intolerancia” y abanderados de la democracia “de toda la vida”. A un lado, en 1936, los gritos blasfemos, de odio y de rencor contra el Cielo. En el otro, la Fe, la Fe Católica, la conjugación cristiana del amor y la guerra, vivando a Cristo Rey y confiando en las fuerzas que vienen de lo Alto. Frente a Santiago Carrillo y sus matanzas de Paracuellos del Jarama nos dejó José Antonio, en un párrafo de su testamento, el deseo de que su sangre “fuera la última que se vertiera en discordias civiles”.

– La segunda virtud que hizo posible el 18 de Julio fue el ejercicio práctico, constante, del patriotismo. Un patriotismo llevado hasta el sacrificio supremo, porque en 1936 el pueblo español fue consciente del ataque perverso que desde el comunismo apátrida y la derecha liberal y burguesa se estaba llevando a cabo para la destrucción de la Patria. Y mientras en un lado, el oro de nuestro patrimonio nacional se entregó a Rusia o a Méjico, y que jamás nos devolvieron, en el otro, eran las gentes sencillas y humildes de España, quienes despojándose de sus pertenencias, entregaron, voluntariamente, lo poco que tenían para la Causa Nacional. Fue la encarnación viva de la consigna: ¡todo por la Patria!. Un patriotismo vertebrado en el amor más profundo por la estirpe, por la sangre, por la cultura, por la historia y por la religión de nuestro pueblo.

– El valor demostrado en nuestra Cruzada Nacional, por aquellos hombres, paradigmas del valiente cruzado, es una virtud, no sólo de la guerra, sino también de la Victoria. “¿Dónde van estos locos? -se preguntaban los rojos hace hoy más de 75 años- si nosotros tenemos todos los medios, la aviación, la armada y el oro”. El Caudillo Franco, sólo supo decir: “lo tenéis todo menos la razón. Nosotros tenemos la Fe en la Victoria.” En aquellos años, las gestas intrépidas por la Causa Nacional se cuentan por miles. Quedan escritas en el libro de la historia, miles de épicos hechos y miles de héroes españoles. Por ejemplo, la victoria alcanzada por don Teodosio Herrera Fuente, requeté defensor del Santuario de Covadonga, que voluntariamente se enfrentó en solitario a quince milicianos en aquellas memorables montañas. O la defensa hasta la muerte del Santuario de Nuestra Señora de la Cabeza. O la hazaña inigualable del Alcázar de Toledo, donde el Coronel Moscardó, junto con sus hombres, resistió la embestida roja de fusiles, cañones, bombardeos y minas durante 70 días. Mientras los rojos huían al extranjero, el Coronel Moscardó arengaba a su hijo Luis para que tuviera el valor de morir por España.

– Junto a la Fe, al Patriotismo y al Valor, la Unidad. La unidad cierra el eje fundamental de las virtudes que nos sitúan en el Alzamiento Nacional del 18 de Julio. La unidad que bien se dice, hace la fuerza, se dio, con todo su esplendor, entre las tropas acaudilladas por Francisco Franco. Era el gran pueblo español quien se levantada bajo el liderazgo indiscutible de quién hoy aquí nos congrega. El Movimiento Nacional al que se unía el Caballero Legionario y el obrero de la fábrica, el falangista valeroso y el oficial del ejército, el carlista catalán, vasco o castellano y el Guardia Civil que muere pero jamás se rinde. En el caso de España, son válidas las palabras del Evangelio, “quien no está conmigo, está contra mí”. Qué bien sintetizó la unidad don Manuel de Góngora,

mientras España exista

y rece y jure en español su credo,

siempre habrá en Somosierra un falangista,

un requeté en Navarra y un cadete en Toledo.

Valió la pena, por supuesto, ejercer el derecho al Alzamiento. Se derrotó al comunismo, venció España a la antiespaña y se pudo reconstruir una Patria Grande y Libre. Fue Francisco Franco, no lo olvidemos, quien comandando a un pueblo de virtudes tan excelsas, logró en pocos años poner en marcha la agricultura y la ganadería, aprovechando el clima y la tierra productiva de España. Creó el Instituto Nacional de la Industria, para el fomento de un motor económico potente de empresas e industrias de primer nivel. Elaboró, reconoció y protegió al trabajador, ya en plena guerra, con unos derechos sociales únicos en el mundo. Fundó e implantó la Seguridad Social, teniendo todos los españoles una sanidad gratuita y de calidad con unas cotizaciones que fueron la envidia del mundo. Hizo que el pueblo de verdad estuviera representado, con la “Ley Constitutiva de las Cortes”, por cauces directos y naturales con los Consejeros Nacionales, los presidentes de altos organismos, los sindicatos verticales, por sectores y gremios, los representantes de la familia, los rectores de universidad, los presidentes de instituciones culturales, los presidentes de asociaciones y colegios profesionales. Mantuvo la paz y el orden durante cuarenta años, algo jamás repetido en la historia de España.

Y de todo eso hemos vivido hasta ahora, de las rentas del franquismo que se han acabado después de más de treinta años de estafa democrática. Lo estamos sufriendo en la España de hoy. No tenemos paz ni orden y sólo hay que mirar las noticias para darse cuenta. El pueblo no tiene ningún cauce de representación, salvo depositar cada cuatro años una papeleta en una cloaca. Con esa papeleta, se autoriza la corrupción, la mafia política de unos partidos que están enterrando todo lo que ganamos después de mucho esfuerzo y sufrimiento. ¿Qué decir de la Seguridad Social? Absolutamente quebrada, ya están en marcha las medidas para el copago, desestabilizando a las economías más humildes, y nadie tiene asegura su pensión. Los derechos sociales, la protección laboral, es ya historia. Ahora manda un capitalismo socialista, diseñado por este sistema democrático, retirando la paga extra de navidad y pronto, también, la del 18 de Julio que, todos, socialistas y liberales, quieren recibir aunque sean antifranquistas. ¿Y el Instituto Nacional de la Industria? ¿Dónde han quedado las empresas nacionales que creó Franco? Fueron privatizadas unas, vendidas otras a capitales extranjeros y algunas simplemente liquidadas: ENDESA, privatizada por Aznar, donde curiosamente ahora es consejero cobrando 300.000 euros al año. SEAT o PEGASO, vendidas por la democracia, o la liquidación de astilleros, empresas textiles o industrias pesadas. Sin hablar de la agricultura o la ganadería, deshechas a instancias de la Unión Europea, dejando nuestra tierra sin cultivar a cambio de un puñado de euros de subvención.

Ante la situación crítica de la España actual, la lealtad nos exige defender el 18 de Julio, la liberación nacional que supuso y la Victoria que nos trajo el Caudillo de España, Francisco Franco, la espada más limpia de Europa. Enarbolemos esa Bandera, la Bandera de la Lealdad y el Honor frente a la cobardía y la traición. Fue necesario el 18 de Julio. Fue obligatorio ejercer el Derecho al Alzamiento. Todos los españoles salimos ganando de aquella Victoria.

Juremos, como lo hicieron nuestros héroes y nuestros mártires del 18 de Julio, no abandonar jamás la Fe Católica, el Patriotismo, el Valor y la Unidad para reconquistar nuevamente nuestra Patria. Y pese a las mentiras de la memoria histórica, estemos orgullosos de nuestros Caudillo,

Francisco Franco, ¡presente! ¡Arriba España! ¡Viva Cristo Rey!
María del Pilar Pérez, Pituca,  en su intervención.
 

DISCURSO DEL ACTO DEL 18 DE JULIO DE LA FNFF

María del Pilar Amparo Pérez García, Pituca

Nos hemos reunido hoy aquí un grupo de los mejores españoles que quedan en nuestra Patria. Por encima de lo políticamente correcto, tenemos siempre como norte a Dios, a España y a su verdadera Historia. No nos hemos dejado intoxicar por años y años de mentiras, falsas promesas y demagogias. No nos hemos dejado engañar por la continua y agresiva campaña de tergiversación que se ha venido realizando en estos años, trivializándolo todo, manipulando al pueblo, de tal manera que se le ha hecho creer que la verdad es la mentira, y que la mentira es la verdad, que los malos son los buenos y los buenos son los malos.

Queremos dejar claro que uno de los momentos más importantes de la historia de España se forjó aquel 18 de julio de 1936. Es un hito histórico comparable, por ejemplo, al 2 de mayo de 1808, aunque hoy en día haya sido satanizado. Por eso estamos aquí, contra viento y marea para, con nuestra presencia, reafirmar los valores que han arrinconado pero que son los que históricamente hicieron la Patria Grande, Libre y Unida.

La Unidad es la Fuerza, la disgregación es la derrota. En nuestros días, esta afirmación se cumple más que nunca. Cuando España ha estado unida, ha sido cuando ha hecho Historia y mejor han estado los españoles. En momentos de decadencia, los individuos se vuelven egoístas, disolventes, vuelven a sus aldeas, vuelven a sus terruños, y se olvidan de la gran empresa universal que es España.

Ha habido muchos momentos en la historia de España similares al actual, en los que parecía que era imposible una solución. Antes de los Reyes Católicos, la situación era caótica. Acercándonos a la época contemporánea, en los años anteriores a Miguel Primo de Rivera se llegó a una situación insostenible, y lo mismo sucedió antes del 18 de julio de 1936.

Cuando España ha salido adelante en momentos y ocasiones memorables, graves y grandes, como la Reconquista, la Guerra de la Independencia o la Cruzada de Liberación Nacional, no ha sido nunca dividida en infinidad de facciones, sino unida con un solo grito y con un solo afán: ¡Santiago y Cierra España!, ¡Desperta Ferro!, ¡Viva Cristo Rey!, ¡Arriba España!

Han pasado 76 años desde aquel 18 de julio en el que unos españoles de bien se rebelaron contra la anarquía, corrupción y demagogia imperante, y con su arrojo y con su sangre escribieron una página gloriosa en la Historia de nuestra querida Nación. Muchos jóvenes, dejándolo todo: familia, hogar, esposa o novia… acudieron a luchar por una Patria que estaba en peligroso trance de desaparición. Y supieron batallar y supieron morir y supieron vencer… Con su sangre y esfuerzo consiguieron poner orden en España impidiendo que se convirtiera en un país ateo, materialista y satélite de la URSS, con todas las consecuencias que esa maldición nos hubiera traído.

Franco arengó a los combatientes con estas históricas palabras: “Cuando se lucha en las trincheras como se lucha, cuando se muere en los frentes como se muere, cuando se defiende a España como la defienden Falangistas, Requetés y Soldados, hay una Raza y hay un Pueblo.

Durante 1.000 largos días, España se tiñó con la sangre generosa de estos jóvenes que, encuadrados unos en el Ejército regular, en la Legión y en las Milicias Nacionales de la Falange y del Requeté, y otros luchando y sufriendo persecución en la retaguardia, como las grandes mujeres de la Sección Femenina, que tanto en la guerra como en la paz, supieron recobrar para nuestra Patria la Dignidad perdida, y la Unidad, Grandeza y verdadera Libertad, sin importarles nada su comodidad y anteponiendo a su egoísmo la heroicidad de su sacrificio en la lucha, día tras día, hora tras hora, minuto tras minuto… eternos minutos de encarnizada lid por un ideal superior. Benditos minutos…

113.178 Caídos por Dios y por España, según constan con nombres y apellidos en el Santuario de la Gran Promesa de Valladolid: miles de mártires que lo dieron todo y que hoy en día quieren ser olvidados. Es una apostasía cobarde de quienes se avergüenzan de sus mártires poniéndoles la losa del silencio, por razones de venganza o de oportunidad política. Quien reniega de sus mártires, los somete a un segundo martirio y comete un crimen abyecto de cobardía moral. Sin olvidar a los cientos de miles de heridos y damnificados en esa gloriosa Cruzada, que dan fe de la magna empresa que acometieron.

Igualmente, es de justicia recordar a esa generación de españoles que, en momentos muy difíciles para la Patria, supieron trabajar cada uno en su puesto para elevar a España hasta la octava potencia industrial del mundo. A esos jóvenes que formaron en el Frente de Juventudes, a esos hombres y mujeres que desde su puesto en la sociedad lucharon a brazo partido por sus semejantes, sin conocer la corrupción ni el egoísmo, unos desde los puestos del Gobierno, otros desde los lugares más humildes que se pueda imaginar. Pero toda una generación de héroes anónimos que colocaron a España en el lugar más alto. Todos ellos dignificaron el Régimen del 18 de julio que capitaneó admirablemente el Caudillo

El sacrificio que realizaron estos valerosos héroes para que las generaciones venideras pudieran vivir en paz y trabajo, en la actualidad se está viendo truncado de una manera descarnada por parte de los que, por un lado, sólo saben vivir de la venganza y los peores instintos de la anti-España más ruin y arcaica y, por otro, de los que han consentido que se llegue a esta situación por su cobardía, apostasía y traición, disfrazado todo ello en lo que se ha venido en llamar “oportunidad política”, “conformismo” o “complejo”. Este estado de cosas que estamos viviendo es, sin lugar a dudas, muy grave y se parece mucho, por desgracia, a la situación de 1936.

Con este acto queremos dejar muy claro, que el 18 de julio está más vivo que nunca y la sangre de los que hicieron posible una nueva España de Orden, Justicia Social, verdadera Libertad y Unidad no admite ni entreguismos ni componendas cobardes.

Debemos seguir a los poetas, a los hombres de Alma limpia, a los hombres que miran al cielo… A los pueblos no los han movido nunca más que los poetas, y ¡Ay del que no sepa levantar, frente a la poesía que destruye, la poesía que promete!

Os animamos por ello, a que apoyéis iniciativas como las de la Fundación Nacional Francisco Franco, que es una isla en medio de la cobardía, la venganza y el rencor que nos rodean. Solo empresas serias y comprometidas conseguirán que, algún día, podamos ver que nuestros balcones están cubiertos con la enseña nacional, no solo con motivo de un partido de fútbol sino porque, con el esfuerzo de todos, habremos vuelto a recuperar España. Debemos confiar, tenemos que luchar, ya que estamos seguros que volverán banderas victoriosas…

Las siguientes palabras del Caudillo parecen pensadas para todos nosotros: Sois la más fiel expresión de la hidalguía española. Vosotros que no tenéis taras políticas, que estáis totalmente limpios de los pecados que llevaron a España a la situación caótica que sufrimos, seréis los verdaderos regeneradores de la Patria. Vosotros devolveréis a España su grandeza.

No tengamos dudas, como dijo Oswald Spengler: “Siempre ha sido un puñado de soldados el que, en último término, ha salvado la civilización”.

Tengamos presente estas palabras de José Antonio que, como un dardo, llegan directamente al corazón: tenemos sobre nuestras cabezas una lona y, frente a nuestra mirada, un mar azul y transparente. Hagamos de esta lona una vela navegante y lancémonos de nuevo por el mar a la conquista de las empresas imperiales.

Esa es la esperanza que nos mantiene con fuerza para, sin complejos y sin cobardía, poder seguir avivando la llama y gritando con el orgullo y la valentía que otros no tienen: ¡Arriba España!

Intervención del exministro Licino de la Fuente
El general Blas Piñar Gutiérrez lee una carta de su padre, Blas Piñar López.
 
EN LA CONMEMORACIÓN DEL 18 DE JULIO

 

General Blas Piñar Gutiérrez: Palabras de Blas Piñar López

Queridos amigos:

Repito hoy lo que escribí no hace mucho tiempo: Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza y las naciones se han hecho a imagen y semejanza del hombre; pero con una diferencia, que tiene alcance político: el hombre fue creado inmortal en el Paraíso, y las naciones no tienen garantizada la inmortalidad.

Los hombres pueden acudir al médico para curar sus enfermedades, o empuñar un arma para defenderse del enemigo. Pues bien, las naciones necesitan médicos que las curen cuando pierden la salud, y cirujanos que utilicen el bisturí para salvarles la vida.

Al amparo de esta realidad queda justificado, por lo que hace relación a España, al Alzamiento cívico-militar del 18 de julio de 1936, que ahora conmemoramos. Agradecemos a Dios, que un hombre, para nosotros inolvidable, se pusiera al frente del mismo. Me refiero a Francisco Franco, a quien la Providencia dotó de las virtudes y cualidades que ha de tener el cirujano que va a operar con urgencia a una nación, que pedía de modo acelerado su razón de ser, es decir su unidad, su identidad, y su quehacer en el futuro.

El Movimiento no fue un golpe de Estado, ni el comienzo de una guerra “incivil” y fratricida, sino un enfrentamiento histórico entre la civilización cristiana y sus enemigos. ¡Cómo lo recordaron: Franco en su testamento, alertándonos a los españoles sobre la perpetuidad del combate, y el cardenal Gomá, al pedirnos que la sangre vertida en la contienda nos urgía a mantener la guardia!

Basta lo que acabo de deciros para señalar las causas de la dramática situación presente: la secularización de la Cruzada, el cansancio de los buenos, la ruptura disfrazada de reforma, la coautoría pactada con el adversario desde el interior del Régimen que tuvo su origen en el 18 de julio, para arrancarlo como una simple hoja de almanaque y tirarlo después a la basura.

Sucedió y sucede todo esto en una España víctima de la cultura de la muerte; del separatismo que utiliza tanto el dolor como la violencia y estimula el Estado fallido de las autonomías políticas; de una corrupción generalizada que nos lleva a la ruina; de una instituciones sin prestigio; de un endeudamiento fabuloso; de un desempleo creciente; de n descenso de la natalidad que nos deja sin generación de repuesto; de la venta del oro a un precio ridículo; del desmonte y parálisis de la industrialización a cambio del ingreso, no en la Europa de la patrias, sino en la Europa de los mercaderes; del abucheo impune de los símbolos nacionales, y de la supresión del servicio militar obligatorio, al que sustituye un Ejército muy costoso y reducido que sirve a intereses ajenos.

Pues bien, los que estáis reunidos en este momento, y yo, con vosotros, desde lejos, no nos limitamos a la denuncia, sino que con fe, con esperanza, y con un profundo amor a España, alzamos la voz para decir que tenemos la conciencia tranquila; y por dos razones: la primera, porque hemos hecho todo lo posible para evitar lo que hoy ocurre; la segunda, porque unto a la pura crítica, que es fácil, levantamos una bandera positiva, y convocamos a quienes, estén políticamente donde estén, se den cuenta de que esta crisis tam amplia y transcendente, no es de los gobiernos, ni del partido socialista, ni del partido popular, ni de sus adláteres, sino que es una crisis del Sistema, de su filosofía liberal y marxista, que fue superada porel Alzamiento del 18 de julio con la Victoria del 1 de abril de 1939.

La Fundación Nacional Francisco Franco y entorno a ella, nos agrupamos con estas consignas: ¡Por la “España unida y en orden”, con paz y trabajo, de los Reyes Católicos; por “Dios, por la Patria y la Justicia”, como dijo Franco en su discurso de Zamora! ¡Viva Cristo Rey! ¡Arriba España!

Luis Felipe Utrera-Molina trae el saludo e intervención de su padre, el exministro falangista Utrera-Molina.
 

RAZÓN DEL 18 DE JULIO

Intervención de Luis Felipe Utrera-Molina Gómez: José Utrera Molina

Me corresponde el honor de representar a mi padre, José Utrera Molina, que por prescripción médica y también familiar se encuentra completando su convalecencia cerca del mar, refugio de poetas como él, pero que no ha querido dejar de apoyar con su palabra y u espíritu el acto de esta noche cuya significación corre por sus venas desde su infancia.

Aunque son muchos y variados los méritos de las personas a quienes la Fundación rinde hoy merecido homenaje, mi padre –y también mi madre que me lo ha pedido con insistencia- al saber que entre los homenajeados se encuentra Licinio de la Fuente, no han querido dejar pasar esta ocasión para rendir el tributo de la admiración que merece y de la justicia a la que se ha hecho acreedor. La circunstancia de hacer compartido con él como subsecretario una inolvidable etapa en el Ministerio de Trabajo, le permiten glosar en alta voz y con justicia sus innegables méritos al servicio de España, sus acreditadas virtudes y la enorme grandeza de su corazón, por lo que te envían su más fraternal y entrañable abrazo esta noche.

Palabras de don José Utrera Molina:

Yo nací en los albores del 18 de julio, tenía en aquella fecha tan solo diez años, pero tengo que confesar que aquel acontecimiento tan históricamente importante rompió mi infancia y me incorporó ya al riesgo de la madurez.

Había sufrido en Málaga todo lo que había supuesto de ruptura el triunfo del Frente Popular en la ciudad. Nada de transigencia sonriente, nada de belicosidad caballeresca, nada que pudiera presumir un noble fondo de humana consideración. Quieran o no los que ahora han olvidado o, mejor dicho, han perdido la memoria de aquel día, al menos muchos hombre en cuya existencia estuvo grabado el sentido del deber nos revelamos contra la sectaria y vil manipulación de la Historia. Mi edad no consiguió de momento penetrar en el fondo de aquella terrible contienda, pero había tenido la suerte con muy poca edad, de tratar hombres jóvenes que anunciaban con sus palabras la posible proximidad de una nueva primavera. El 18 de julio fue para unos la posibilidad de enterrar a España y destruir sus cimientos milenarios y para otros la erección de un nuevo monumento a la esperanza y a la reconciliación.

He vivido durante toda mi ya larga vida el espíritu que se desprendió de aquel 18 de julio. He negado hasta la saciedad los torpes argumentos que querían convertir esa fecha en una militarada al estilo de siglos anteriores. Sufrí en mi propia carne la desgarradura dramática de una familia que perdía a uno de sus miembros defendiendo hasta la muerte las ideas del 18 de julio, mientras que su hermano era Gobernador Militar de una provincia cercana bajo el dominio rojo. Viví intensamente todo lo que aquel proceso histórico significaba. Ahora lo considero alejado de la cólera dialéctica que acompañó algunos de mis pasos en mi ya lejana juventud. Declaro aquí que el 18 de julio fue un acto necesario, Franco recogió el inmenso clamor de una España dolorida y rota, para convertirla años después, en una nación en marcha que trataba de recuperar su destino.

Hoy estoy imposibilitado para hablar personalmente ante vosotros por una circunstancia fortuita que reduce mi movilidad pero que no ha nublado mi cabeza. Lo hace en mi nombre – y estoy orgulloso de ello-. Uno de mis hijos, que comparte la firmeza de mi ideal y la disciplina de mi propia conducta. A él le debo la certidumbre de que aquel espíritu lejano, creador y luminoso del 18 de julio no muera en los caminos de la sangre de mi gente más próxima.

Hoy, alejado ya en el tiempo de aquella coyuntura, me siento delirantemente identificado con aquel grito, con aquel clamor, con aquella encendida esperanza que al menos en mí no ha muerto. Cuando Franco me llamó para indicarme mi nombramiento de Ministro de la Vivienda, le dije –quizás con un tono de excusa- que no era merecedor de una responsabilidad tan importante, pero que cumpliría con mi deber poniendo mi alma en la tarea que se encomendaba y añadí: “Soy falangista y como tal sirvo al Movimiento Nacional, pero no quisiera perder nunca la identidad a las ideas que he proclamado siempre.” Franco me miró, como era su costumbre, profundamente y me dijo: “Hace Vd. muy bien”.

De aquellas horas me distancian muchos años. Aquel que fue Caudillo de todos los españoles ha sido vil y cobardemente atacado incluso por muchos de los que fueron sus correligionarios. Pero yo he conservado, como mi mejor blasón, la lealtad al hombre que hizo posible el recobrar la dignidad a una España desesperada. Esta lealtad me consume y alimenta y esta noche quisiera trasladarla a todos vosotros, porque es cierto que con ella se vive en plenitud. La cobardía, no solo mata la fe, sino que destruye el resto de dignidad que un hombre pueda tener.

Lamento no estar esta noche entre vosotros, pero en la distancia os recuerdo y me alineo con vosotros con el mismo grito que amaneció mi infancia dolorida: ¡¡¡Arriba España!!!

Augusto Pinochet interviene, tras recoger la distinción para su abuelo, el general Pinochet.
 
 
Intervención del vicepresidente ejecutivo Jaime Alonso.
 
 
Intervención del vicepresidentre ejecutivo de la FNFF
 

Jaime Alonso

Excelentísima Duquesa de Franco, Ilustres miembros de la Junta Directiva y Patronos, señoras y señores que con vuestra presencia, hoy aquí, conmemorando el 18 de Julio, acreditáis el honor , el valor, la dignidad y ausencia de comodidad necesarias para que todavía pueda confiarse en que el rescoldo de lo que fue una Nación Imperial y civilizadora permanezca dispuesta a incendiar el nuevo ser permanente de España.

Con un extenso párrafo de gracias, aunque ello no corresponda al laconismo militar de nuestro estilo, debo comenzar mi intervención, por ser de justicia y necesario reconocimiento a que, si este acto ha sido posible, se debe al tesón, esfuerzo, sacrificio y buen hacer organizativo de Ricardo Alba, nuestro Secretario General, a Pituca, a Emilio de Miguel, a Carlos Gúzman, a Josefo, Juan Bautista, Vanini, equipo de redacción de la Fundación y todos los jóvenes colaboradores con la familia Palacios al frente. Todos han hecho posible este acto tan entrañable, para que Wenceslao y Luisa María Payán pudieran hacer el resto. Gracias a la presencia de las distintas organizaciones, fundaciones y hermandades que forman la gran familia del 18 de Julio aquí presentes, y con las que debemos abrazar el futuro.

Hemos iniciado el acto con la liturgia poética debida a nuestros héroes, caídos por Dios y por España, a la bandera que nos representa y a la Nación a la aspiramos a servir, por la que deseamos sacrificarnos, y de la que recibimos el legado histórico de convivencia y futuro de la generación del 18 de Julio.

Después de treinta años, volvemos a conmemorar la efemérides del 18 de Julio de 1936, por tres fundamentales razones. La primera, es debida a lo que el Alzamiento del pueblo y ejército español contra la ilegítima, en origen y ejercicio, II República, contra el proceso de bolchevización de nuestra patria y contra el proceso de degradación permanente al que había sometido el liberalismo durante dos siglos a nuestro pueblo, supuso. Por ello, lo consideramos como el acontecimiento más importante acaecido en España en el siglo XX. La segunda, por ser la fecha en que comienza la refundación de España como nación, similar y asimilable a la toma de Granada por los Reyes Católicos; al 2 de Mayo, Guerra de la Independencia, contra la invasión napoleónica. Fue, es, el tercer hito fundacional de la historia de España, el tercer intento sangriento de ser ella misma, consustancial a sus sentimientos y acorde con su historia. La tercera, por que no sólo se gana una guerra, se consigue algo, aún más importante, ganar la paz, la justicia social y el progreso de todos los españoles, como nunca antes se había conocido. Y todo ello al margen del viejo, falso y caduco sistema liberal, de partidos políticos, de división de poderes, de libertades formales, de soberanía del pueblo. En 1812 habíamos ganado la guerra al invasor, y afirmado la independencia y soberanía de la nación, pero habíamos perdido la batalla de las ideas. Aceptamos como ineludibles los principios de la revolución francesa y con ello nuestra decadencia y desintegración. Había prevalecido el ser del pueblo español en el campo de batalla, y se había esfumado la conquista al aceptar el no ser de nuestra tradición histórica, con las ideas falsas, perniciosas, degradantes, antinaturales, antisociales y corruptoras del enemigo derrotado.

Por el contrario, el Estado que surge del 18 de Julio, gana la guerra y gana también lo más importante, la batalla de las ideas, y la paz y el progreso que esas ideas comportan. Nada importó, mientras vivía Francisco Franco, que fuéramos un oasis en medio del desierto, una isla rodeada de tiburones, una nación aislada en el concierto de los intereses ajenos, una democracia participativa y real, frente a las democracias formales subvencionadas. Ellos tenían ONU, nosotros teníamos DOS, ellos tenían el Plan Marshall, nosotros teníamos un pueblo que, como siempre había sido al sentirse bien mandado, emprendedor, austero y genial. Salimos en treinta y seis años de ser el país más atrasado de Europa a ser la 8ª potencia industrial del mundo. Obviamente todo ello se consigue sin el viejo sistema caciquil del liberalismo partitocrático. O mejor, como ejemplo de que es necesario elegir, o una cosa o, la otra, pues la incompatibilidad se ha vuelto a hacer manifiesta.

Comprenderéis ahora la razón de la Ley de Memoria Histórica. ¡Borrar esa odiosa comparación! Ya Azaña sostenía que “España debía emanciparse de su Historia”. Así sería más fácil su desintegración colectiva. Orwell sostenía que “quien domina el pasado, domina el presente y quien domina el presente, puede decidir el futuro”, en un acertado análisis de lo importante y conveniente que resulta a los pueblos conocer su historia. Hemos perdido nuestra libertad a base de acumular ignorancias. Los que han trabajado por la Reforma Política en España, hoy es fácil constatar, han arado en el mar.

Nuestra misión consiste en despertar al pueblo español, señalándole el camino reciente de lo que fuimos y en lo que nos hemos convertido, por las mismas políticas que nos habían arruinado en el pasado y que han vuelto a hacerlo en el presente. No podemos seguir en la oscuridad de la noche, caminando con un candil a la espalda. No debemos seguir buscando, como pretende el sistema instaurado en 1978, en un cuarto oscuro, con unas gafas de sol, buscando un sombrero negro, que no está allí. Es preciso e ineludible explicar al pueblo español LO QUE FUIMOS. EN QUE NOS HEMOS CONVERTIDO Y A DONDE VAMOS. Hay que evitar de manera pacífica que nos precipitemos al abismo. Pero señalando de manera rotunda cual es el camino que queremos y debemos recorrer.

El sistema actual está muerto, lo han matado los propios precursores del mismo. Y ya sólo hace falta el certificado de defunción. Pero resulta imprescindible, por un elemental principio de higiene política, y de justicia histórica que quienes han contribuido a la defunción del sistema, no sean la solución del futuro, pues estaríamos perdidos. La solución no puede estar en las “nuevas máscaras” del viejo totalitarismo socialista, ni en el oportunismo de los viejos liberales sin principios.

El epitafio del fin del Sistema lo anunció Mariano Rajoy en la última sesión del Parlamento, al decir circunspecto: “ Los españoles no podemos elegir si hacemos o no sacrificios. No tenemos esa libertad”. Entonces, ¿quien nos ha privado de esa libertad y soberanía a la que no hemos renunciado?. ¿Quien nos ha consultado al respecto? ¿Donde queda el viejo axioma del liberalismo democrático de que el pueblo es soberano?. ¿Cual es la función del Parlamento español?¿El mandato otorgado en las urnas cede hasta tal punto nuestra libertad y soberanía que permite que nos encaminemos hacia el sacrificio, antesala de la miseria, sin que la estructura y corrupción del Estado sufra el mismo quebranto?. La paciencia del pueblo español y la confianza en sus dirigentes se ha agotado irremisiblemente. Otros hombres y otro régimen debe encarar el futuro con los retos y dificultades que corresponden, pero con la confianza que se generó en el pasado cuando el pueblo se sintió honesta y cabalmente mandado.

¿VALIO LA PENA? No en condicional y con interrogación, sino en presente de afirmación. Ese es el acertado diagnostico que, sobre la vida de Ministro en España, en la Era de Franco, hace uno de nuestro homenajeados hoy con la distinción de “Caballero de Honor” D. Licinio de la Fuente. Nadie mejor que él para pronunciar tal aserto. Fue paradigma de una época, quintaesencia de un modo de hacer política. Ejemplo de democracia meritocrática. De origen y espíritu humilde, de ahí su sabiduría, llegó con su esfuerzo e inteligencia a las más altas cotas del poder político, siendo Ministro de Trabajo, sin que admita, siquiera comparación, con los actuales ministros del paro. Viendo y estudiando lo realizado en aquella época y, sin necesidad de odiosas comparaciones, con el presente claro que valió la pena Exmo. Sr. D. Licinio de la Fuente y le damos las gracias por su contribución.

Valió la pena. Ya no pueden decir que el progreso de la España de Franco es un hecho puntual y forzoso. La comparación en años y herencias recibidas, desmonta cualquier falacia al respecto. Un pueblo de inventores y grandes emprendedores no puede encorsetarse en el fatalismo de Rajoy. La capacidad del pueblo hispano cuando un ideal lo ilumina, queda elocuentemente reflejado en la historia, aunque a veces parezca que al haber servido nuestro pueblo un ideal absoluto, nos resulta imposible contentarnos con ideales relativos de riqueza, cultura, seguridad o placer con que otros pueblos se contentan.

Valió la pena. Porque la España diversa, la del Greco y la de Goya, la de D. Quijote y la de Sancho, la del espíritu y la materia, ambas formando parte de la misma irredenta España, plantean la cuestión de decidir sobre quien debe gobernarla; si los mejores talentos o los mejores talantes; si los más capaces o los más listos; los más honestos o los más demagogos; los designados por los partidos o los designados por sus méritos; desde los partidos o desde la sociedad civil; desde los suspiros o desde los insultos.

Valió la pena. Porque sólo desde la libertad sin adjetivar, la sociedad no se une en comunidad de afectos, ilusiones compartidas o proyecto histórico. Nuestra comunidad no es sólo territorial, sino espiritual. Es en el espíritu donde hallamos, al mismo tiempo, la comunidad y el ideal. Y es la historia quien nos lo descubre.

Y valió la pena. Querido Licinio y amigos aquí presentes, porque en el final de este ciclo vital de España, en esta futura “Rebelión del Instinto”, sino lo remediamos, el pueblo español encarnará de manera definitiva y será destinatario de la tragedia griega reflejada en el “Mito de Síssifo”. Seremos un pueblo condenado a perpetuidad y por nuestros pecados, a subir ciegos a lo alto de la montaña una pesada piedra a nuestra espalda, para que, sistemáticamente y cada vez que llegue a la cumbre, vuelva a rodar hasta la base. Y así, sin posibilidad de remisión, hasta el fin de los siglos, sin obtener ni la compasión materialista de la propia conciencia, sin esperanza de redención, sin posibilidad del suicidio de Albert Camus.

Como valió la pena. Y como nos negaremos, una vez más, al determinismo ajeno que nos convierta en Síssifos, levanto, ante vosotros, la bandera de la esperanza, de la libertad, de la justicia y de la dignidad indeleble con que el pueblo español se condujo en los peores y más dramáticos periodos de su historia, una de cuya efemérides hoy conmemoramos. Ánimo y adelante. ¡Arriba España!
 
 


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