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Adolfo Coloma Contreras
Coordinador General de las Delegaciones de la FNFF
Ha pasado ya casi un año desde nuestra anterior cita con todos Vds., queridos afiliados, benefactores y simpatizantes, que sabemos que tenemos muchos. Un año en el que hemos tenido que navegar por aguas procelosas, siempre atentos a esa nueva tormenta que se dibuja sobre el horizonte como una funesta predicción meteorológica, sobre la convivencia y la reconciliación de todos los españoles que muchos creíamos haber dejado atrás.
Ni las constantes y múltiples amenazas de ilegalización de la Fundación Nacional Francisco Franco, ni la dichosa pandemia que no distingue de credos, de territorios, ni estratos sociales han sido capaces de frenarnos ¿Por qué? Pues sencillamente porque, aunque no se quiera reconocer abiertamente, hoy más que nunca la Fundación representa algo más que una voz que clama en el desierto. Es un faro que con tozuda convicción abre sus archivos, proyecta su luz alumbrando en pleno siglo XXI hechos, personas y obras de un periodo de la historia de nuestra Patria protagonizado por Francisco Franco ese español providencial que, sin pretender resucitarlo en nuestros días, sí que queremos que no nos roben su memoria, valorarlo en sus justos términos y extraer de ese tiempo las lecciones que nunca debiéramos olvidar.
Ese ha sido el lema que ha presidido nuestras actividades a lo largo del año y por toda la geografía nacional. Reuniones con simpatizantes, darles nuestro apoyo en conmemoraciones en lugares históricos, presentaciones de libros, comidas de hermandad y un largo etc. Actividades que no son siempre ni fáciles de organizar por cuanto en ocasiones se nos niega el pan, la sal y hasta el asiento en la lumbre a la hora de obtener las correspondientes autorizaciones. Particularmente han sido dolorosas algunas negativas por parte de algunas autoridades eclesiásticas, para acoger misas en sufragio del alma de Francisco Franco, Caudillo y Jefe del Estado, pero sobre todo un cristiano ejemplar ¡Señor, Señor. ¡La vuelta que dan las cosas! En alguna de las capitales donde estamos implantados, se han tenido que celebrar misas casi como en las catacumbas. En otros lugares nos hemos encontrado las puertas del todo abiertas. Esto lo entendemos como un reflejo de la división que existe en nuestra sociedad y, en particular en la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, en cuyo seno, El Caudillo vivió y quiso morir como bien dejo reflejado en su inmortal testamento.
Nuestras delegaciones han seguido adelante. Es más, hemos empezado a salir a la calle, haciendo uso de nuestra libertad y siempre respetando nuestros fines a estatutarios para dejar oír nuestra voz, que es la de muchos. De muchos que, a veces desde el anonimato se acercan a nosotros para transmitirnos su satisfacción por nuestras actividades y ánimo con ellas. Hemos empezado por Huesca, casi como en la Reconquista, pero tenemos intención de hacerlo sucesivamente por todo el territorio nacional. No callarán nuestras voces mientras haya un puñado de españoles leales e irreductibles, capaces de defender el legado de un hombre, Francisco Franco que recibió una herencia de una España en ruina moral y económica y la elevó al rango de las diez primeras potencias mundiales.