De Cíclopes, Lestrigones y del colérico Poseidón, por el Gral. Adolfo Coloma Contreras

 

Adolfo Coloma Contreras

Coordinador General de Delegaciones

Ayer noche, con la celebración de la eucaristía en sufragio por el alma de Francisco Franco Bahamonde, Jefe del Estado y Generalísimo de los Ejércitos, en la Parroquia de los Doce Apóstoles en la céntrica calle de Velázquez de Madrid, culminaron los actos que para conmemorar el XLVI aniversario de su muerte que ha organizado la Fundación Nacional Francisco Franco por todo el territorio nacional.  Han sido once misas publicadas con anticipación en medios locales y difundidas por la página web de la fundación. En realidad, más, si tenemos en cuenta que tres de ellas, por motivos de seguridad y discreción se han comunicado de boca a boca. Así están las cosas y las libertades en nuestra España. Además, y coincidiendo con estas fechas, se celebró la tradicional cena anual de la fundación que, por cierto, hubo de ser reubicada apenas tres días antes de su celebración, cuando todo estaba organizado ¡y pagado! por presiones sobre los propietarios del Restaurante Commodore, donde iba a tener lugar.

Los que iniciaron la andadura de la fundación en el año 1976 y los que poco a poco nos hemos ido incorporando después, no llegamos a imaginar ni de lejos que el camino iba a estar tan plagado de cíclopes, lestrigones y hasta por el colérico Poseidón, que cantaría Konstantin Kavafis en su inefable poema “Itaca”. En efecto, la inquina de esos cíclopes que, al no disponer más que de un solo ojo para mirar, pretenden que el resto de los mortales – españoles o no – contemplen la vida o la historia desde su visión plana que tratan de imponer al resto a base de chequera y BOE, nos tiene en el ojo del huracán (nunca mejor dicho). Pero hay más. Ante los fines culturales y divulgativos de la fundación, que no son otros que los de difundir y promover el estudio y conocimiento sobre la vida, el pensamiento, el legado y la obra de Francisco Franco Bahamonde, en su dimensión humana, militar y política; todo ello por medios pacíficos y con todo el respeto a la legislación, se nos amenaza ahora con nuevas leyes injustas, cainitas y arbitrarias, cuyo foco central es la antropofagia de la fundación. Vaya, como si de míticos lestrigones se tratara. Y todo ello, bajo la férrea influencia del colérico Poseidón, que tras haber intentado erigir una muralla inexpugnable entorno a su Troya (léase Secretaría General del PSOE en 2016) trata ahora, como rey del mar y de las aguas interiores, de provocar una tempestad de incalculables consecuencias sobre la población española, acosada por otras preocupaciones, pandemias, paros, endeudamiento y división; mucho más acuciantes.

Desde la Fundación Nacional Francisco Franco lo hemos dicho hasta la saciedad. La figura de El Caudillo es irrepetible en la historia. Con su muerte se cerró una etapa, con luces y sombras si se quiere, como cualquier obra humana, pero con un balance absolutamente positivo para el devenir de la sociedad española y su concierto en el mundo. Pero es que este año, hemos hecho de esa realidad nuestro lema: “LOS HOMBRES PASAN, SUS OBRAS QUEDAN” Y eso es en lo que estamos. Y a eso nunca vamos a renunciar.

Se nos presiona de la forma más vil para romper el momento crucial de la vida social de la fundación “con nocturnidad y alevosía” para hacernos fracasar, para inducir la idea de que estamos al margen de la ley y de la sociedad. Respondemos con rapidez, serenidad y eficacia organizando el mismo evento en otro lugar. Puede que no tuviera ni la notoriedad ni los recursos del arrogante Commodore, pero lo celebramos. Y lo hicimos lamentando tener que denegar la avalancha de solicitudes que recibimos a última hora. Puede que no estuvieran las viandas a la altura de los que pudo ofrecer tan “trading eatery” pero todos los que nos reunimos en el Pardo, para celebrar nuestra fiesta anual entendimos que se nos declara la guerra y en la guerra, se comen raciones de campaña ¡y tan panchos!

Y si queremos ir a orar ante la sepultura del titular y origen de nuestra fundación como lo hicimos, se nos pide nombre, para incluirnos en una lista sabe Dios con qué finalidad. Pues no. Respondemos con la firmeza y claridad que ya lo hizo Francisco de Quevedo un español de bien en pleno Siglo de Oro:

“No he de callar, por más que con el dedo,

ya tocando la boca o ya la frente,

silencio avises o amenaces miedo”

            Duele, eso sí, y mucho, la incomprensible actitud de la iglesia oficial, que parece refugiarse tras los muros sus prebendas y beneficios fiscales antes que dar la cara por quien lo dio todo por ella. Quien al rendir cuentas ante el altísimo proclamó: “En el nombre de Cristo me honro, y ha sido mi voluntad constante, ser hijo fiel de la Iglesia, en cuyo seno voy a morir” y continuaba pidiendo “perdón a todos de todo corazón, perdono a cuantos se declararon mis enemigos sin que yo los tuviera como tales” ¿Cabe mayor desagradecimiento a quien fue su acérrimo defensor y a quien el propio Vaticano reconoció con la Suprema Orden de Cristo?

            Ayer el párroco de Los Doce Apóstoles, al repasar la pasión y muerte de Cristo nos recordaba al centurión que, tras abrirle el costado con una lanza y ver que ya no brotaba ni sangre, exclamó “Verdaderamente este era el hijo de Dios”. Salvando las distancias y el tiempo, si Vds. quieren siderales o quánticos, a mí me recordaron las palabras que pronunció el pontífice Pablo VI al conocer la muerte de Francisco Franco: “Verdaderamente, con este hombre nos hemos equivocado.”

            Los miembros de la Fundación Nacional Francisco Franco vamos a seguir pues adelante con nuestra tarea, a pesar de cíclopes y lestrigones. Que no lo dude nadie, ni el colérico Poseidón.

 

 


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