La revolución y el caos, por Juan Chicharro Ortega

Juan Chicharro Ortega

Presidente Ejecutivo de la Fundación Nacional Francisco Franco

 

No tengo duda de que nos encontramos en un proceso revolucionario al más puro estilo “gramsciano” que pretende subvertir el sistema político presente rompiendo el consenso acordado en la Transición.

Decía Mao Tse Tung que la revolución se mueve en el caos como pez en el agua y mucho me temo que nos encontramos en esa situación: en un caos que aboca a nuestra nación a un porvenir muy incierto sin excluir que no acabe precisamente bien.

Un caos derivado de un sistema partitocrático, que no democrático, con el fracaso añadido de un sistema autonómico que rompe no sólo la unidad de España sino también la igualdad de los españoles que consagra la Constitución.

El artículo 6 de la CE nos dice que los partidos políticos son la manifestación de la voluntad popular y expresan el pluralismo político; sin embargo en la práctica sucede todo lo contrario ya que son estos los que la controlan y manipulan a su antojo en función de sus intereses partidistas; se puede decir sin ambages que los partidos políticos españoles se han convertido en maquinarias para alcanzar el poder, y una vez alcanzado, retenerlo a toda costa. Los partidos políticos han convertido nuestro sistema de hecho en una dictadura. Controlan el Poder Ejecutivo, el Legislativo y  prácticamente la Justicia, al decidir la composición de sus órganos rectores: el Consejo General del Poder Judicial, el Tribunal Supremo, el Tribunal Constitucional y la Fiscalía General del Estado, que depende directamente del Ministerio de Justicia.

Esto no es una democracia sino una dictadura de los partidos, es decir partitocracia, que, además de dominar todos los resortes y recursos del Estado son organizaciones controladas por una dirección que decide todo en el partido sin tener en cuenta para nada la opinión ni de sus bases ni de sus votantes. La lista de los elegibles es confeccionada por esa dirección y se establecen listas cerradas convirtiendo al partido en un bloque monolítico  donde todos los cuadros se convierten en un “Ángel, sí señor”, meras comparsas so pena de ser desbancados de las listas. Este sistema vacía a la democracia  de contenido por completo pervirtiendo la representatividad ciudadana.

Lo podemos ver de forma continua en todos los partidos como, por ejemplo, acabamos de verlo con lo sucedido, y que sucede, con Isabel Díaz Ayuso o Cayetana Álvarez de Toledo en el PP. Doy por hecho que si fuera cierto que el PP representara las inquietudes de sus votantes hace tiempo que el Sr. Casado o su adláter Teodoro estarían en su casita hace tiempo.

Esto no es democracia. Es un caos democrático.

Y por si fuera poco este desmadre partidista nos encontramos además con que merced a la ley electoral vigente, salvo cuando el partido gobernante ostenta la mayoría absoluta, quienes realmente mandan en España son los partidos minoritarios , nacionalistas, los que están decidiendo el destino de los asuntos del Estado falsificando y traicionando la soberanía nacional. Esto es un sinsentido pero no esperen que sean los propios partidos los que arreglen este desaguisado porque estos no atienden más que a su interés particular. El interés superior de España y el interés común de los españoles se la trae, utilizando léxico marinero, al pairo. El sistema de partidos políticos tal y como está concebido en España es simplemente nefasto para la gobernanza de nuestra nación.  Lo fue en el pasado y hoy lo comprobamos en carne viva.  

Y al mismo tiempo pero estrechamente ligado al desaguisado democrático actual nos encontramos con un sistema autonómico no sólo inviable económicamente – simplemente es un despilfarro absoluto – sino en el que virreyes taifales hacen gala de una voracidad insaciable, de un localismo paleto y de una incalificable falta de lealtad con el Estado  y la Nación como realidad total de la que forman parte y a la propia Constitución gracias a la cual existen como tales.

No se oirán apenas voces, salvo la de algún partido como VOX, que consideren urgente reorganizar este sistema porque evidentemente chocan con los intereses de la casta política de todos los partidos sujetos a la partitocracia de forma asfixiante para la Nación. Me temo que las actuales Cortes Generales son incapaces de cortar por lo sano todos los males que aquejan a la democracia española. No lo esperen.

A pesar de todo sí hay algo que sería factible constitucionalmente como  reducir drásticamente el número de autonomías a la par que eliminar las uniprovinciales que no tienen ningún sentido y desde luego regular de manera clara las competencias devolviendo al Estado las que nunca debieron cederse como la Sanidad, Educación o Seguridad. Y desde luego la de la Administración local evitando que graviten sobre el ciudadano cuatro y hasta cinco Administraciones territoriales diferentes. Y desde luego, y cuanto antes, la reforma de la Ley Electoral para evitar la desmedida presencia de las élites autonómicas en las Cortes introduciendo una mayor racionalidad en el reparto de escaños.

Vanas propuestas pues supondrían hacerse el harakiri a cientos de miles de políticos chupópteros que viven de los insufribles impuestos a los que están sometidos los españoles para mantenerles. Ya lo dije antes. No lo esperen.

Y es en este caos donde el proceso revolucionario cobra actualidad y vive como pez en el agua tal como dije al comienzo de estas líneas. Leo con asiduidad al Embajador Melitón Cardona en su blog “ el diplomático que no se enteró de nada” y no puedo por menos que mostrar preocupación y conformidad cuando  refleja en uno de sus últimos artículos, y que me permito replicar aquí, que ve como muy factible que el actual inquilino de la Moncloa: “Tiene a su disposición un amplio abanico de posibilidades: podría tratar de deslegitimar la monarquía parlamentaria mediante un referéndum consultivo que, bien planteado, tal vez ni siquiera necesitaría manipular si se tiene en cuenta el prestigio menguante de un monarca que la opinión pública y muchos partidos políticos consideran cada vez menos útil para defender el régimen político que le legitima. Tampoco es descartable un ejercicio de trilerismo político que, aprovechando la inanidad de nuestra ley orgánica de régimen electoral general, haga surgir como hongos partiditos regionalistas que el PSOE podría manipular en beneficio suyo al amparo de los despropósitos de la ley D’Hondt y en particular del sistema de restos. También podría declarar un estado de excepción que impidiera la celebración regular de comicios, pero también podría, en última instancia y como último remedio, romper la baraja y utilizar la del trilero que le confeccionarían juristas venales a la medida de sus intereses. De ser así, convendría que los partidos políticos decentes fueran diseñando mecanismos susceptibles de neutralizar el juego de los trileros porque ya se sabe que o jugamos todos o rompemos la baraja”.

Sabia reflexión del Embajador Cardona que hace un ejercicio de prospectiva muy posible.

Sí, el proceso revolucionario en marcha tiene muchos aliados y uno de ellos es el caos de la política nacional presente.

No quiero terminar indicando, a quien quiera oírlo y leerlo, que curiosamente todos estos males ya los predijo continuamente una y otra vez Francisco Franco cuando se refería a los partidos políticos. Sí, ya sé que esto para muchos es como nombrar a la bicha en Andalucía pero la realidad es muy cruda. No sé qué puede pensar hoy una persona sin trabajo, que sufre continuamente una enorme merma en sus escasos ingresos con impuestos de todo tipo, que no puede educar a sus hijos en igualdad de condiciones que otros compatriotas, que observa como los españoles no somos iguales en una región u otra (educación o sanidad por ejemplo) … etc. cuando se le explica con datos fehacientes que hubo una época no tan lejana y tan denostada hoy en la que sucedía todo lo contrario de lo expuesto. Sí, ya sé que me dirán que vale pero que no había libertad para votar y elegir a sus representantes. Vanos argumentos si así me lo quieren rebatir. ¿Libertad hoy? ¡Venga ya! más bien libertad para estar sujetos a la dictadura de la partitocracia imperante que dominan y manejan fuerzas superiores que se aprovechan del caos reinante para llevarnos como corderitos a no se sabe dónde.

Como nos decía el inolvidable Mingote: sean felices y voten a Gundisalvo. 


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