Yo, soy tú, mi Capitán, por el Gral. Adolfo Coloma

Adolfo Coloma

General de Brigada (RET) del ET

 

Hace algunos años, cuando mi sed de conocimientos discurría por los caminos de la táctica y de la estrategia, recuerdo haber leído un libro sobre la Guerra de las Malvinas que, a diferencia de la mayor parte de las publicaciones sobre esta guerra “tan distinta y tan distante”, que son mayoritariamente anglosajonas, la publicación a la que me refiero, estaba escrita por un profesor del Colegio Militar de la Nación, donde se forman los oficiales argentinos.

De su lectura, me quedó grabada una cosa que viene muy bien a la reflexión que quiero compartir. Contaba cómo el Comodoro responsable de la defensa del área de Goos Green, donde había un aeródromo, ante la falta de medios e inferioridad numérica frente a los atacantes británicos, se dirigió al Gobernador de las Islas, General Menéndez pidiéndole instrucciones.  En breve le llegó la respuesta: – “Haga Vd. lo que considere más digno de su espíritu y honor “ – poco más o menos se le dijo. El resultado, seguro que ya lo conocen.

El caso es que, al ser entrevistado por el autor del libro con posterioridad, el comodoro se quejaba amargamente: – “En tiempos de paz, nos piden hasta el programa de instrucción semanal para que nos lo aprueben. Sin embargo, en combate cuando la vida la muerte de muchos hombres a mis órdenes (y hoy en día, habría que añadir y mujeres) nos dejan solo ante tan feroz decisión.

            Rescato este episodio de mi memoria porque le encuentro un agobiante paralelismo con el que ha protagonizado un capitán del Ejército Español, cuyo nombre ignoro, pero que bien podría llamarse “GALLARDO”. En medio de una actividad programada de su compañía, ha arrastrado a su tropa en pos de su símbolo, el banderín, para recibir la bendición del páter de la unidad.

¿PERO QUÉ HAS HECHO, MI CAPITÁN?

Como en tantas ocasiones, marchas, ejercicios de combate, jornadas de convivencia con la tropa que se te ha confiado, aprovechando la proximidad de un templo has armado pabellones con los fusiles para penetrar en su interior y rezar con los tuyos, con la fe que os inculcaron vuestros padres pidiendo a tu santo patrón o, al titular del templo, la protección de todos aquellos que sirven al amparo de tan simbólico banderín. Como se ha hecho tantas y tantas veces, aprovechando actividades rutinarias al pasar por una ermita, por la parroquia del pueblo, por un templo, o para honrar a la Virgen de la Candelaria, la Cruz de Calatrava o al mismísimo Apóstol Santiago ¿Qué es pues, lo que ha causado tanto revuelo?

¿SERÁ TAL VEZ, ESA POSICIÓN DE RECOGIMIENTO?

Postrados ante el páter de la unidad, que imparte la bendición, con los fusiles apoyados en tierra, inclinados en posición de respeto. ¡Vaya! con la tradicional posición de “rindan armas” que contemplaban los antiguos reglamentos.

Personalmente dudo de que haya sido éste el motivo de tanta alarma, de peticiones de responsabilidad y cómo no, “que rueden cabezas”. Yo no lo creo. Es la misma actitud que toman, por ejemplo, los legionarios, postrados ante su cristo Protector, Cristo de la Buena Muerte, en momentos singulares que se rigen más por la tradición que por el reglamento:

“Los legionarios llevamos en pos

este lema y esta fe,

De rodillas, ante Dios

Ante los hombres, de pie”

Y no pasa nada. Nada de nada. No se trata de formaciones militares, regidas por el estricto cumplimiento de los reglamentos. Es una manifestación espontánea de fe, devoción y de sentimiento de unidad.

¡AH, CLARO! SERÁ ENTONCES PORQUE LO HAS HECHO ANTE LA BASÍLICA DEL VALLE DE LOS CAÍDOS

 

Claro. Es un templo, singular, único, pero es un templo que le pese a quien le pese, merece todo el respeto. “Templo Votivo del Perdón y de la Reconciliación” – Papa Juan XXIII dixit – rematándolo con estas bellas palabras:  “En este monte sobre el que se eleva el signo de la redención humana ha sido excavado una inmensa cripta, de modo que en sus entrañas se abre amplísimo templo, donde se ofrecen sacrificios expiatorios y continuos sufragios por los Caídos de la guerra civil de España, y allí, acabados los padecimientos, terminados los trabajos, y aplacadas las luchas, duermen juntos el sueño de la paz, a la vez que se ruega sin cesar por toda la nación española.”

¿PERO, ES QUE NADIE HA REPARADO QUE ESTOS SOLDADOS SE POSTRAN A LA ENTRADA DE UNA BASÍLICA, DONDE SE CUSTODIAN MÁS DE 33.000 RESTOS DE CAÍDOS DE AMBOS BANDOS EN NUESTRA CIVIL CONFRONTACIÓN Y SE REZA A DIARIO POR TODOS ELLOS?

Me temo que no, mi querido capitán. Los medios, la plebe te están condenado de antemano, ¡crucifíquenlo! Sin esperar no siquiera las debidas explicaciones. Tan solo las valientes y sentidas palabras de General  Chicharro y de alguno más te habrán podido confortar en estos momentos. Así es que me temo que tendrás que pasar por muchos despachos, donde apreciarás algunas miradas torvas, aunque espero y deseo que más de muchos apretones de manos, tanto como deseo que finalmente, tras un difícil razonamiento de algún asesor jurídico, concluya: “aquí no hay dolo”

Muerto el perro, desapareció la rabia. Seguro que has obrado según lo que has considerado más digno de tu espíritu y honor y no en las consecuencias para tu carrera, tu perfil, o la rosa de los vientos que lo adorna. Puede que a forciori se haya querido  cercenar una actitud de liderazgo, un gesto de gallardía – de ahí tu hipotético apellido- como ejemplo a los navegantes para prevenir que cunda tu ejemplo. Lección aprendida: hay que comunicar hasta los más nimios detalles del programa diario de instrucción para que te lo sancionen y aprueben. De lo contrario os pasará lo que al capitán “Gallardo”.

¿Qué otra cosa te puedo decir hoy, mi capitán? Que este viejo soldado está contigo, QUE TÚ, SOY YO. Que tengo hijos, parientes, amigos que dan lo mejor de sí mismo al servicio de España en sus Fuerzas Armadas preparándose, no para ser sus capataces, sus directivos ni sus coordinadores, sino auténticos jefes que han de ejercer su responsabilidad de mando en circunstancias extremas. a veces cuando apenas puedes levantar la mirada del suelo para escrutar lo que hay frente a ti y no hay a tu lado a quien consultar si te van a aprobar esta o aquella otra decisión. Y comprendo lo difícil que tiene que ser para ellos como para ti, mantener vuestras convicciones y vuestra capacidad de liderazgo encaminada a las mejores metas del servicio en los tiempos que corren. Confío en que ellos, como tú con el ejemplo que has dado y muchos que sienten como vosotros – quizás sean mayoría – sabrán discernir el difícil binomio que encierra la frase

CUMPLIRÁ CON SU DEBER, OBEDECARÁ HASTA MORIR

Buena suerte, mi Capitán.

HOY, YO SOY TÚ.

 

 

 

 

 

 

 


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