Y VENDRÁN TIEMPOS DIFICILES.

Juan Chicharro Ortega

General de División de Infantería de Marina (R)

Presidente Ejecutivo de la FNFF

 

Lo son ya en esta España desestructurada, la de los reinos de taifas, antesala de la España confederal que algunos anhelan y a la que nos encaminamos sin prisa pero sin pausa. Sí, esto es así y los que no lo quieren ver es porque viven instalados en la comodidad de quienes, o bien no han salido nunca de su entorno habitual y no son conscientes de que los españoles ya no somos iguales ante la Ley, según donde uno habite, o porque se mueven en la relatividad moral que se ha adueñado de nuestra sociedad hasta unos extremos preocupantes.

Y mientras el españolito de a pie deambula con dificultades por esta España irreconocible de hoy, si la comparamos con la de hace unos años, una clase dirigente profundamente inmoral, o mejor dicho amoral, nos riega día a día con continuas leyes ideológicas que van calando poco a poco en el pueblo.

Entre estas está la Ley de Memoria Democrática, que tiene de todo menos de democrática. Una Ley sectaria, totalitaria y profundamente inconstitucional a todas luces; sin duda rechazada en amplias capas de nuestra sociedad, pero no piense quien me lea que lo es porque a través de ella se tergiverse y mienta sobre nuestra historia reciente hasta extremos irreconocibles, sino esencialmente por unas razones – que comparto – pero que no constituyen en ningún caso el fondo de lo que en ella se refleja. Así, leo una proclamación de un denominado Club Liberal que dice que “La LMD repudia la Transición a la democracia, la amnistía de 1977 y la CE del 78. Es deplorable que el PSOE haya dejado redactar a BILDU esta Ley que no cita al grupo terrorista ETA y equipara a víctimas y asesinos. Esta historia es la que quieren que se enseñe en los colegios de España.”

Ya digo que sí, que comparto este argumento, pero lo lamentable es que no se atreven a manifestar que mediante esta Ley se defenestra a la España que se alzó en 1936 contra la revolución marxista que se cernía sobre nuestra Patria, así como a la España que surgió de la guerra civil y que bajo la mano del Caudillo Franco sacó a España de la miseria, la pobreza y la ignorancia. ¡Ah!, no, eso ni se atreven a mencionarlo. Y no se atreven porque de una parte la relatividad de sus criterios y de otra la cobardía, cuando no la traición a todo por lo que lucharon tantos españoles, incluidos los padres y abuelos de muchos de ellos, se ha impuesto en esta sociedad. Y sí, es por eso que vendrán tiempos difíciles para los que viviendo en el presente nos mantenemos leales a los principios que rigieron la España de Franco. No, no se engañe nadie. No defendemos la vuelta atrás a un Régimen político que murió al fallecer el Generalísimo, algo impensable e imposible hoy, pero sí la vigencia de los valores y principios que lo sustentaron: la inquebrantable unidad de España, la justicia social, la sujeción a la doctrina cristiana de nuestra Patria y la igualdad de todos los españoles.  No es fácil defender hoy todo esto. Alcanza tal magnitud la labor destructiva que se ha hecho de todo lo que he descrito, que el mero hecho de mencionar el nombre del Caudillo es impensable para una gran mayoría de españoles de toda condición. Sí, es casi un tabú, como lo es también mencionar que el origen de todos nuestros males presentes se encuentra en la Ley que los ha propiciado: la Constitución de 1978. ¡Anatema!, pensará alguno al oírme decir esto. Hoy, la mayoría de los líderes políticos se agarran a la ley de leyes como la tabla de salvación del desastre presente de nuestra Patria cuando en mi opinión es, al contrario, la causante de todo lo que nos sucede. Disentía de mi criterio el otro día un eminente político de la derecha alegando que no era así, reconociendo en parte mi opinión, ya que para él la situación presente es debida a la comisión de errores estructurales en la aplicación de dicha Constitución. En definitiva, para mí, lo mismo.

Lo cierto es que para aquellos que nos empeñamos en la defensa de la figura histórica de Francisco Franco, como la Fundación de la que soy su Presidente, se avecinan tiempos tormentosos. No tengo duda, es cuestión de tiempo, de que las acciones derivadas de la LMD para ilegalizar la citada Fundación no tardarán en aparecer. Nos encontramos ahora en un momento de un extraño “impasse” en el que parece que esta Ley no esté en el candelero. Es como si hubiera pasado a un segundo término para todos, si bien esto no es más que consecuencia del manejo de los tiempos que con tanta habilidad sabe hacer este Gobierno. Más extraña me parece la tardanza de los partidos políticos que anunciaron su inconstitucionalidad en presentar el recurso consecuente. No sé a qué están esperando. Supongo que también será cuestión de escoger el momento, que quizás no sea conveniente políticamente ahora o igual hasta se han olvidado. No lo creo así, más si así fuera me harían comulgar con aquel que dijo que no queremos como embajadores nuestros a los débiles de corazón y de palabra.

Sí, se avecinan tiempos difíciles para quienes seguramente constituimos una minoría – somos pocos los que nos mantenemos abiertamente leales a la figura del Caudillo – y seguramente no nos quedará otra opción que acogernos al aserto aquel que rezaba que “Eran pocos e hicieron lo que siempre hacen los pocos, porque cuando uno está en minoría lo único que garantiza la supervivencia es la calidad. Eso fue exactamente lo que hicieron los Nuestros quienes sabiéndose pocos se dedicaron a ser mejores.”


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