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Gustavo Morales
Seis décadas después de finalizada la guerra, sabemos que la mejor defensa que tuvo España de su independencia, uno de los motivos que permitió librarse a la Península Ibérica de sufrir el azote de la guerra fue la participación de 47.000 españoles, bajo las banderas de Alemania en los combates del lejano Frente Ruso.
Unas semanas antes de empezar la conflagración Franco pronosticó ante José Antonio Girón la victoria de los Aliados, gracias a la intervención de los Estados Unidos: los inagotables recursos humanos y de materias primas, unidos a la incuestionable superioridad industrial de los Estados Unidos sobre Alemania darían la victoria a los Aliados.
Muchos españoles de la España de Franco, una España inequívocamente anticomunista, en 1939, tenían puestas sus simpatías en el Eje. Pero una cosa era tener simpatías y admiración por Alemania y sus aliados, y otra muy distinta era entrar en un conflicto de las dimensiones de la II Guerra Mundial, cuando aún no estaban cicatrizadas las heridas de la recién terminada guerra. La simpatía por los alemanes estaba presente en todos los miembros de Falange y en la práctica totalidad de los militares españoles, así como en una inmensa mayoría de la población civil pronacional. Sus sentimientos y forma de pensar les hacían mostrarse partidarios de Italia fascista y Alemania de Hitler, ya que no podían olvidar que habían ganado la Guerra Civil, entre otras cosas, gracias al apoyo de ambas naciones. La admiración de militares y falangistas por el III Reich y sus fuerzas armadas se vio acentuada como consecuencia de la decisión de Hitler de romper el pacto contra natura Ribbentrop – Molotov, concertado entre Berlín y Moscú, para repartirse Polonia. Un pacto que no había gustado nada en España.
El 22 de junio de 1941 las aguas de la guerra volvían a su cauce natural. Alemania, rompía con Moscú y se lanzaba a la conquista de Unión Soviética. Tres millones de soldados alemanes, juntos con hombres de Finlandia, Hungría y Rumania, arrollaron la frontera rusa. Comenzaba la Operación Barbarroja, una ofensiva que se iba a desarrollar a lo largo de un frente de 2.400 kilómetros entre el Báltico y el mar Negro. En ningún país de Europa la declaración de guerra del III Reich a Rusia causó tanta impresión y alegría como lo hizo en España, especialmente porque a la prensa azul le había sido difícil encajar el pacto inicial con Stalin.
La poderosa máquina militar de la Wehrmacht se puso en movimiento. Tres grandes grupos de ejércitos se lanzaron al combate: Por el norte, el mariscal Von Leeb con destino a Leningrado; por el centro Von Bock con destino Moscú; hacía el sur, contra Ucrania y los campos de petróleo del Caucaso, Von Rundstedt. Su avance parecía imparable. Las divisiones rusas desaparecían ante el empuje de los panzer. En dos semanas los alemanes habían destruido 91 divisiones soviéticas.
Estas victorias provocaron que los sectores más belicistas del Ejército español y de la Falange reclamasen con mayor brío la intervención en la guerra: Si España quería ocupar el puesto que se merecía en el nuevo orden internacional tenía que entrar de forma inmediata en el conflicto. Además resultaba obligado devolver a Stalin la visita de sus Brigadas Internacionales y sus comisarios.
Los sectores españoles más germanófilos apostaban abiertamente por el nuevo orden que los soldados germanos iban a implantar en Europa. Alfredo Marqueria escribía en la revista La Joven Europa: “La organización de Europa y la Cruzada contra el Comunismo: (…) tras haber desarrollado y ampliado sus iniciativas en el interior, proyectan hacia fuera sus aspiraciones de justicia y de equidad. Y en esta labor de salvar la subsistencia nacional amenazada al otro lado de la frontera los acompañan y secundan eficazmente Italia y los restantes países del Eje. La nueva organización de Europa es una concepción tan poderosa y tan bella que sólo puede ser realizada por un hombre genial y por un pueblo heroico, educado y disciplinado en la más altas virtudes del servicio y del sacrificio”[1].
Generales como Yagüe, Asensio, Muñoz Grandes o Vigón; políticos falangistas como Serrano Suñer, Hedilla, Ridruejo, Aznar, Narciso Perales e intelectuales como Laín, Tovar, Marquerie, Aparicio, a los que se unía un joven y prometedor escritor falangista y censor llamado Camilo José Cela que prestaba su pluma a la Hoja de Campaña de la División, e incluso los monárquicos juanistas y carlistas tenían confianza absoluta en la victoria alemana. Una confianza que se extendió más allá de los meses de victorias incuestionables de Alemania en el campo de batalla llegando, en algunos casos, hasta casi los últimos días de la guerra.
El pretendiente Juan de Borbón, y hombres de su confianza como el incombustible Vegas Latapie y el oportunista Areilza, vio en la victoria de los nazis y mediante su apoyo, a cambio de la entrada de España en la guerra, la forma de la restauración de la monarquía: Juan III sería rey, aunque tuviese que ser un monarca totalitario impuesto por la Alemania hitleriana[2]. Nadie dudaba de la victoria del III Reich.
El 22 de junio Serrano Suñer pronunciaba en la sede del Movimiento, de la madrileña calle de Alcalá, su famoso discurso ¡Rusia es culpable! De donde nació, en buena medida, la decisión del Gobierno español de enviar una unidad de voluntarios para luchar contra el comunismo en el Frente Ruso. España se unía a la
El embajador alemán solicitó el día 24 al Gobierno español que declarase la guerra a la Unión Soviética. Franco se negó.
La guerra civil estaba totalmente viva en la mente de todos los españoles. En la mente de los miembros de la Falange, del Ejército, de los grupos católicos y de la población
“Masas de hombres de diversas edades, desde jóvenes imberbes a viejos anticomunistas de pelo cano, presionaban hacia las mesas instaladas en el patio del hotel que servía de centro de reclutas. Algunos, calzados con deportivos zapatos blancos, parecían ataviados como para dar un paseo por el parque de El Retiro. Otros llevaban monos azules de mecánicos, trajes obscuros y discretos atuendos de muy diverso tipo, todo lo cual contribuía a recalcar la amplia popularidad de la
España reclutó y envió a Rusia, formando parte de la Wehrmacht, una unidad tipo división bajo el nombre oficial de División de Voluntarios Españoles, que los alemanes llamaron 250ª, pero que ha pasado a la historia como División Azul[4]. El Gobierno, a instancias del ministro del Ejército Varela, decidió que la unidad estuviese integrada por voluntarios pero encuadrada por jefes y oficiales del Ejército; por alféreces y sargentos procedentes en su mayoría del Ejército. La tropa se reclutó entre las milicias de FET de las JONS, entre los soldados que estaban haciendo el servicio militar o estaban alistados en unidades como la Legión o Regulares, completándose los efectivos de la División con numerosos civiles, excombatientes de la Guerra Civil, expresos y muchos estudiantes que no habían hecho la guerra, fundamentalmente falangistas.
Para los militares profesionales la campaña de Rusia era no sólo un deber y una cuestión ideológica, también una oportunidad profesional. Muchos tuvieron que utilizar todo tipo de influencias para lograr ser seleccionados, ya que los voluntarios en la filas del cuerpo de oficiales superaban con mucho a las plazas ofertadas. Toda la oficialidad de Barcelona se presentó voluntaria como un solo hombre. El deseo de muchos oficiales de ir a Rusia llevó a algunos de ellos a alistarse con grados inferiores o incluso como soldados rasos. En Zaragoza, en la Academia General Militar, la promoción de 1941, un batallón al completo, dio un paso al frente cuando se pidieron voluntarios para ir a Rusia. Lógicamente no pudieron ir todos, sólo fueron admitidos los cadetes con mejores notas en táctica y topografía.
A las llamada de alistamiento acudieron hombre de toda España, clase y condición: “Andaluces vivaces, campesinos de la austera Castilla, obreros de las manufacturas de Cataluña o del Norte; labriegos de las campiñas verdes de Galicia; mozos recios de Aragón, extremeños y levantinos, como hay también bajo sus banderas catedráticos, doctores y licenciados de todas las profesiones liberales, ingenieros, maestros… falangistas y no falangistas, universitarios y gañanes, soldados, idealistas y sinvergüenzas –que de todo hubo en la viña del Señor-, valientes unos, fanfarrones otros…”[5].
Entre los alistados de primera hora hubo muchos falangistas lo que dio un carácter netamente azul a la unidad[6]. Recuerda un divisionario como entre “(…) los alistados por Falange nos sacamos el cuello de la camisa azul por encima de la guerrera verde, algo a lo que se oponían los mandos militares españoles. La polémica se zanjó cuando el general Muñoz Grandes también se sacó el cuello de la camisa”[7]. El carácter abiertamente falangista de la unidad fue una buena baza política para la España de Franco cuando el cambio de sentido de la guerra hizo interesante remarcar el carácter partidista de la División Azul ante Estados Unidos y Gran Bretaña. Los alistados provenían de todo el arco político de las España, aunque quizás fueron minoría los de adscripción carlista. José Cano escribía en la revista católica Signo de julio de 1941[8]:
“¡A luchar contra Rusia los voluntarios van!… Y al son de este estribillo van marchando a los puntos de concentración: Vitoria, Burgos, Zaragoza… El indumento de voluntario es ya un uniforme glorioso: pantalón de campaña, camisa azul con cuello vuelto sobre la guerrera y boina roja. Y sobre el atuendo militar las prendas de la victoria, las armas de la fe: sobre los pechos juveniles tostados por el sol brillan los crucifijos, escapularios y medallas: la imagen querida de la Patrona del pueblo y las efigies sagradas de las santas advocaciones populares para todo español: imágenes del Pilar y de Covadonga. Millares y millares de ellas han sido colocadas en sus pechos por manos fervientes de mujeres españolas. Y en las mochilas el libro de los Evangelios y el Rosario. El fervor religioso, savia creadora de la raza, bulle pujante como en todas las grandes empresas de España”.
La Falange de Barcelona, que controlaba la recluta local, sólo admitió a falangistas acreditados, rechazando a los voluntarios carlistas que se presentaban. Para formar los dos batallones del regimiento Vierna se admitieron a voluntarios valencianos. En Valencia, Cartagena, Murcia o Castellón las peticiones fueron muy numerosas. En Castellón se abrió la recluta el día 3 de julio y quedó cerrada el 4, hecho notable al ser una población no muy grande en aquellas fechas. Sin lugar a dudas las matanzas cometidas por los socialistas y comunistas el mismo día de la liberación, en 1938, tuvo mucho que ver en todo esto. En Algeciras la masa de excombatientes y excautivos colapsó la oficina de reclutamiento situada en el local de Falange. Los integrantes del que sería Regimiento Rodrigo fueron reclutados en Madrid. El futuro regimiento Pimentel reclutó sus efectivos en Valladolid, Burgos, La Coruña y Valencia. El Ejército de Marruecos produjo un aluvión de voluntarios, especialmente de la Legión, Regulares y del Regimiento de Flechas.
Los voluntarios españoles alistados en la División Azul supusieron el 56% de los voluntarios europeos que sirvieron en el Ejército alemán.
En un informe del PCE de febrero de 1942 se decía: “El hecho de que hayan existido casos de reclutamiento forzoso no es, sin embargo, motivo suficiente para debilitar el hecho de que la mayoría de los reclutas son efectivamente voluntarios y que entre ellos el núcleo fundamental es de falangistas militantes”[9]. Esta realidad resulta incuestionable, a pesar haber excepciones de muchos tipos, ya que por la División Azul pasaron entorno a 47.000 hombres, hoy resulta discutida sin razón.
Una de las cuestiones más importantes era quién debía mandar la unidad. El ministro del Ejército Varela presionó a Franco para que el mando de la unidad fuese encomendada a militares profesionales evitando así que se convirtiese en una milicia política de la Falange. Varela, carlista y furibundo antifalangista, quería restar poder a los azules al tiempo que controlar la unidad. Este carácter mixto de la División supondría a la larga un problema internacional para España que se hubiese evitado si la División Azul hubiese sido una fuerza reclutada fundamentalmente entre voluntarios de Falange y otros grupos políticos con escasa participación del Gobierno y del Ejército .
Uno de los pocos generales que reunía los requisitos para mandar la División era Muñoz Grandes, ya que resultaba aceptable tanto para el Ejército como para los falangistas. Era un africanista, había sido el primer secretario nacional del Movimiento al terminar la guerra, puesto en el que se había ganado el apoyo de los azules y la enemistad de Serrano Suñer, y durante la Guerra Civil había logrado frenar el ataque republicano al norte del Ebro, entre Balaguer y Tremp en mayo de 1938, llevando con gran eficacia la campaña del Pirineo catalán durante los últimos meses de la guerra. Además, estaba desempeñando en el momento de su elección, con toda eficacia, uno de los mandos más comprometidos y de confianza que podían existir en aquellos tiempos en el Ejército español, el de las fuerzas que custodiaban Gibraltar. Franco optó por Muñoz Grandes, con apoyo del ministro del Ejército Varela y del jefe del Estado Mayor Asensio Cabanillas, incluso con el apoyo de Serrano.
El primer tren con voluntarios para Rusia salió de España por Irún el 14 de julio de 1941. Los divisionarios cruzaron la Francia ocupada para llegar al gran campo de instrucción de Grafenwöhr, en Baviera, muy cerca de la frontera checa. Ese mismo día, por avión, partía su jefe, Muñoz Grandes, con destino a Berlín.
La unidad se organizó en España siguiendo los parámetros de las divisiones de infantería del Ejército español; cuatro regimientos de infantería y uno de artillería. A los regimientos de infantería se les puso el nombre de sus jefes: Regimientos Rodrigo[10]; Pimentel[11], Vierna[12] y Esparza[13].
Según iban llegando los voluntarios españoles a Grafenwöhr dio comienzo su entrenamiento. Los divisionarios aprendían con rapidez el manejo de los equipos, armamentos, no ocurriendo lo mismo con el manejo del abundantísimo ganado de tiro con que se dotó a la División.
El jueves 31 de julio de 1941 se produjo en el campo de instrucción de Kramerberg, dentro del inmenso campamento Grafenwöhr, el acto de juramento de la División de Voluntarios Españoles –Spanische Freiwilligen División- al Führer. Fue el único momento en que la División Azul estuvo formada junta y al completo. A pie, delante de la tribuna presidencial, se encontraba Muñoz Grandes y su Estado Mayor, junto al general alemán Cochenhausen. Presidió el acto el capitán general Fromm.
A las 10.00 comenzó el acto con una misa de campaña. Una vez terminada la misa se produjo un silencio absoluto. El general Cochenhausen pronunció la fórmula de juramento en alemán que repitió en español el coronel Troncoso. Concluido el juramento tomó la palabra el General del Cuerpo de Ejército alemán y luego arengó Muñoz Grandes a sus soldados[14]:
“¡ Voluntarios españoles! ¡Soldados de honor de mi Patria!
En uno de los momentos más felices de nuestra vida y ante las gloriosas banderas de Alemania y España, habéis jurado morir antes de tolerar que la barbarie bolchevique prosiga aquella obra de odio y destrucción que ensangrentó nuestra Patria y que hoy, criminalmente, pretende imponer a toda Europa.
Frente a esa obra brutal y materialista, que a fuerza de heroísmo está rompiendo el Ejército alemán en la más grande batalla que registra la Historia, vosotros, los voluntarios españoles, lo mejor y más selecto de mi raza, os habéis alzado gallardamente y, abandonando cuanto os era más querido, las aulas de vuestras universidades, vuestros talleres y vuestros campos, anudando el corazón y dejando a vuestras madres, os lanzáis resueltamente al combate, en el que, seguros de la victoria y en abrazo estrecho con vuestros camaradas alemanes, no aspiráis a conquistar riquezas ni botines y sí sólo a destrozar ese monstruo, azote de la Humanidad, y a que en su propia guarida, allá en las estepas siberianas, al lado de los alemanes, unas modestas tumbas españolas, regadas con sangre joven, fuerte y vigorosa, proclame al mundo entero, con la fraternidad de estos dos pueblos, la pujanza de nuestra raza.
Éstas, sólo éstas, mi General, son las ilusiones que el Ejército español, enriquecido con la potente sabia de la Falange, ha traído a vuestra tierra (…)”
La División de Voluntarios Españoles se había convertido en la 250º División de Infantería de la Wehrmacht.
Para formar parte del Ejército alemán la División Azul tuvo que cambiar su estructura para adaptarse al modelo de división de infantería alemán. Muñoz Grandes tuvo que eliminar uno de los cuatro regimientos que inicialmente la formaban, ya que las divisiones alemanas sólo tenía tres regimientos de infantería. Muñoz Grandes decidió suprimirel regimiento de Rodrigo, que fue nombrado segundo jefe de la División, distribuyendo sus hombres entre las otras unidades. Esto hizo que a lo largo de su estancia en el Frente Ruso la división española fuese la unidad con más efectivos de todo el Ejército alemán, incluso cuando ya estaba muy avanzada la campaña, pues siempre contó reemplazos llegados de España para cubrir sus numerosísimas bajas, cosa que no ocurría con ninguna unidad alemana a partir de 1942.
Los mandos españoles querían que la unidad saliese lo antes posible para el frente, sin esperar los tres meses de entrenamiento que marcaba el programa de instrucción de la Wehrmacht para sus nuevas divisiones de infantería. Muñoz Grandes estaba empeñado en dejar testimonio de la valía y calidad del soldado español, seguramente con un doble motivo: demostrar la aptitud en el campo de batalla de los español, participar en la caída de Moscú y advertir, seguramente, a Hitler de que si se decidía invadir España, el precio que tendría que pagar sería enorme, igual que le había ocurrido a Napoleón.
El 20 de agosto de 1941, al mes escaso de la llegada al campo de instrucción de los voluntarios, la División Azul salía en ferrocarril hacía Polonia. El 27 desembarcaba la División e iniciaba una larga caminata, de cerca de 1.000 kilómetros, a través de Polonia, Lituania, Bielorrusia y Rusia, que se prologará a lo largo 31 interminables jornadas. Terminada la marcha, volverán a coger el ferrocarril para ocupar un puesto en el frente del río Voljov, integrados en el Grupo de Ejércitos Norte.
La lentitud del avance alemán, en agosto de 1941 por Rusia, forzó a renunciar a la conquista de Egipto y a un posible ataque sobre Gibraltar, que hubiese convertido el Mediterráneo en una mar italogermano, lo que sin lugar a dudas podría haber dado un giro diferente a la guerra
El 21 de agosto cambiaron las directrices iniciales de la operación Barbarroja. Berlín ordenó dar prioridad al avances al Grupo de Ejércitos del Norte sobre Leningrado y del Sur hacia los pozos de petróleo de Ucrania sobre el Grupo de Ejércitos del Centro que avanzaba sobre Moscú. Von Bock, jefe del Grupos del Ejércitos Centro, veía perdida su oportunidad de tomar la capital rusa. Habló con el Führer intentando hacerle cambiar de opinión sin éxito. Este error se evidencio de forma inmediata.
En 1941 Leningrado era una gran urbe industrial que contribuía de manera esencial a la economía soviética y para el esfuerzo de guerra. De sus fábricas salía el diez por ciento del total de la producción industrial soviética. Entre todas destacaba la factoría
[1] MARQUERI, Alfredo:
[2] Ver TOGORES, Luis E.: Muñoz Grandes, héroe de Marruecos, general de la División Azul, La Esfera de los Libros, Madrid 2007, p. 247.
[3] KLEINFELD, G.R. y TAMBS, L.A.: Op. Cit., págs. 29 y 30.
[4] TUSELL, Javier: Op. Cit., en la pág. 29 sostiene que Serrano quería que se llamase
[5]SALVADOR ESPERO, TOMAS: División 250, Ed. Destino, .. edición, Barcelona 1962?, p. 18.
[6] MORALES, Gustavo: Falangistas contra el Caudillo, Editorial Sepha, Málaga 1997 p. 107.
[7]SÁNCHEZ SALCEDO, Eduardo : Framan (De Serrablo a Leningrado), Museo Ángel Oresanz y Artes del Serrablo, Huesca, pág. 39.
[8] CANO, José: ¡A luchar contra Rusia los voluntarios van…!, en Signo nº 78 de 12 de julio de 1941, p. 1.
[9] GARCÍA HISPÁ, José: La Guardia Civil en la División Azul, García Ispahán editor, Alicante 1992, pág 42.
[10] Coronel Miguel Rodrigo Martínez.
[11] Coronel Pedro Pimentel Zayas.
[12] Coronel José Vierna Trábaga.
[13] Coronel José Martínez Esparza.