“Nosotros, ni nos resignamos ni nos entregamos. Hay que continuar la siembre, a pesar de que el campo parezca el sueño de una pocilga o de un muladar, porque la basura, al pudrirse, abona la sementera. Lo que hace falta es que no ingresen los sembradores, voluntariamente y desesperanzados, en la estadística del desempleo. La desesperanza se evita y suprime con el amor. Mientras haya un puñado de hombre y mujeres, de jóvenes y menos jóvenes, que amen a Dios y a la Patria habrá apóstoles que evangelicen y soldados que combatan, hasta el martirio unos y hasta el heroísmo otros. No hay mejor antídoto contra la deserción o la complicidad que el testimonio de la sangre. Solo mueren las ideas por las cuales no hay quien esté dispuesto a morir. Las naciones no desaparecen por pequeñas o débiles sino por viles.
Franco y José Antonio nos ofrecen hoy – época de oscuridad y nubarrones – el testimonio viril de sus vidas. Nuestra obligación no es otra que dejarnos iluminar por ellos; no regresar al pasado, pero sí accdecer al agua viva de los grandes principios dinamizantes que hicieron posible España. Nos sentimos orgullosos de ser, como alguien nos ha llamado despectivamente en letras de molde, “los hijos del 20-N”, porque lo somos; y con la herencia, la responsabilidad y el honor que ello supone seguiremos cantando a la intemperie, sin ningún complejo de inferioridad y sin un solo gramo de cobardía: “Gloria a la Patria que supo seguir, sobre el azul del mar, el caminar del sol”
Blas Piñar López
(Discurso pronunciado el 19 de noviembre de 1995, desde la tribuna de oradores en el acto conmemorativo de la muerte de Francisco Franco y José Antonio Primo de Rivera)