Alfonso Paso
Diario El Alcázar
5 de enero de 1977
La Filosofía de
Jose Antonio es cálida para cualquier momento de la vida. La evolución de España nos obligó a agruparnos alrededor de
Franco, al que, estoy seguro, la Historia le reconocerá un mérito fabuloso.
En la Falange ha de desaparecer el protagonismo, que es lo que más divide en estos instantes. En la confusa situación actual el máximo beneficiario es el partido socialista. Va a contar con más dinero que el comunista. Pero no creo que cuaje el movimiento socialista, porque carece absolutamente de programa social
¿Qué avances sociales nos pueden proporcionar, si no es que caemos en el marxismo? ¿Anular la propiedad privada cuando el 70 por ciento de las familias españolas son propietarios de sus viviendas?
La reforma del artículo 35 de la L.R.L.; la eliminación de la clase trabajadora de las cortes y la ruptura sindical, son la traición más grande para el mundo del trabajo.
Roberto Reyes Morales nació en México, el diez de junio de 1913. Roberto Reyes es un falangista de todas las épocas que vivió la amistad de José Antonio y los momentos difíciles de la Falange recién nacida. Letrado en ejercicio y hombre punta de FE de las JONS.
—Mis padres eran de origen español, pero a caballo entre México y España desde el siglo XVII. Desde luego, mi familia ha estado siempre muy vinculada a América. Mi propio apellido, Reyes, es muy frecuente en México o en Colombia. Ahora mismo creo que ha nombrado el actual Presidente, López Portillo, un ministro, Héctor Reyes, que tiene cierto parentesco conmigo.
—¿Hiciste la guerra?
—Sí; primero en la Marina. Y más tarde, de Alférez Provisional en el Ejército de Tierra.
—¿Cómo fue tu acercamiento a la Falange?
— Yo, como todos los muchachos de nuestro tiempo, en aquella época a lo que más nos dedicábamos era a bailar el tango. O sea que yo, el teatro de la Comedia lo conocía de referencias; había ido muy poco. Conocía, sin embargo, “Lido” y otras salas más. Y un camarada que ya ha muerto, Ramón Gutiérrez de Répide, me dijo que iba a hablar el hijo de Primo de Rivera. Me entró curiosidad por ir a verle y ya del acto de la Comedia salí convencido. Tan es así que no antes porque no hubo oportunidad burocrática, pero en diciembre del treinta y tres me afilié a Falange Española. Actué en la Centuria que mandaba Bedriñana. Fui Jefe de Escuadra. A los cinco o seis meses de estar en el puesto, José Antonio llamó a los que teníamos la carrera de Derecho acabada. Nos dijo que éramos necesarios para defender a nuestros camaradas que en aquel instante eran acusados por el Gobierno de la República, sobre todo de tenencia ilícita de armas y luego, naturalmente, de cosas más graves. Nos dijo también que había que constituir un servicio permanente en toda España, que se ocupara de todas estas cuestiones. Se formó el Servicio Jurídico de Falange Española. Éramos cincuenta o sesenta abogados en toda España y yo era un poco el jefecillo de aquel “trust” jurídico.
— ¿En este Servicio Jurídico estaba Serrano Suñer?
—No tengo noticia de él. Podría ser muy amigo de José Antonio, pero ayuda no nos prestó. Hay otros nombres: Rafael Garcerán, Manolo Sarrión, Rafael Matilla, etc. Corríamos algún riesgo. Por ejemplo una orden de detención contra mí cuando estaba yo informando en Sala. Y para que no me detuviesen, me tuve que escapar con el preso. Hay, como sabes, en la Audiencia, una puertecita por donde sacan al preso. Pues ésa fue la que utilicé yo y luego ya, por los subterráneos, me escapé.
— ¿Cómo era José Antonio?
—José Antonio era un hombre con un atractivo personal de bonhomía, y al mismo tiempo de talento, y al mismo tiempo de carácter. Una conjunción, en fin, que yo no he vuelto a encontrar. Te voy a hacer una confidencia. Su sentido del humor era enorme. Le pregunté que por qué me nombraba jefe de los Servicios Jurídicos y respondió que porque era el menos bruto de sus compañeros. Toda su personalidad se vio alterada en los últimos tiempos. Yo vi a José Antonio por última vez el día de San Pedro del año treinta y seis. Le vi en la celda de la prisión de Alicante y, ya por sus ojos, por su actitud y por todo, era un iluminado. Empezamos a hablar de la posibilidad de que se escapara. Me decía que no sería tan difícil porque a toda la gente de su alrededor la iba teniendo poco a poco de su parte. Yo creo que estaba ya “por encima”. Se habían acentuado sus facciones y los tonos de voz eran más metálicos, más imperativos. La acusación contra él carecía de base. Si un hombre está preso desde el mes de marzo no se le pueden imputar cargos de estar favoreciendo de una manera positiva la rebelión militar.
— ¿Cuál es el problema, a tu parecer, esencial, de Falange Española de las JONS?
— Yo creo que el problema esencial es que no se acepta por el falangista de base un mando y una dirección. Existe también un afán tremendo de protagonismo. También hay que reconocer que la Falange está escindida entre franquistas y no franquistas. Existen antifranquistas, pero ésos están marxistizados. A este efecto ha hecho mucho daño la famosa Unificación. El último que estuvo con Manolo Hedilla, antes de que lo detuvieran, fui yo. A mí me habían elegido miembro de la Junta Política en el célebre Consejo último. Estábamos haciendo una carta porque conocíamos que había una actitud hostil por parte del Cuartel General. Esto era en Salamanca. Se me ocurrió asomarme a la ventana y me encontré con Guardias de Asalto. Me quedé asombrado. Al rato llamaron a la puerta y el comisario Arenillas apareció a detener a Hedilla porque no aceptaba el cargo de Secretario General. En aquel instante creí prudente solidarizarme con la postura del camarada Hedilla; pero la realidad es que me dijeron que no me solidarizara con nadie porque también estaba detenido. Estuve tres semanas detenido en el Cuartel de Guardias de Asalto, y luego en Valladolid un mes y pico. A mí no se me podía imputar nada porque yo venía del frente de Madrid y estaba ajeno a cuanto había ocurrido. Para no salir de España me metí en un “bou”. Me enrolé con el nombre de Roberto R. Morales.
— ¿Entonces de ahí arrancó todo?
—Es indudable. En la mayoría de los falangistas se antepuso el criterio, a mi juicio patriótico, elemental y nacional de acatar la decisión del mando en pro de lo que se estaba ventilando en España. Hay un gran sector que opina que a partir de aquel momento no debimos de colaborar con Franco. Como muy bien ha dicho Raimundo Fernández Cuesta, hacer eso hubiese constituido un suicidio, porque… ¿Por dónde hubiese caminado lo poco o lo mucho que se ha conseguido en relación con la ´doctrina falangista que se incorpora a la legislación positiva española? El ochenta por ciento de los voluntarios eran falangistas y ellos llenaron de valor y de contenido, y de calor político, a una cosa que hubiese quedado tal vez en una rebelión militar. Muy respetable, desde luego. Pero no se mueven grandes masas en toda la nación simplemente con eso. El aporte de los falangistas fue definitivo. Había que hacer vibrar a la gente con consignas poéticas muy bellas que tú conoces de sobra.
— ¿Se hizo bien o se hizo mal?
— Yo, independientemente de todo esto, entiendo que la evolución de España con una guerra inmediata que nos obligaba a estar en una posición de unidad, con una postguerra horrorosa en cuanto al hambre y a la miseria que padecimos, con una situación de cerco internacional espantoso, pienso que nos obligaba a agruparnos alrededor de un hombre que, sea cual fuere la opinión que personalmente merezca, estoy seguro de que la Historia le reconocerá un mérito fabuloso. Solamente con el hecho de que hubiera conseguido que España no entrase en la segunda guerra mundial con las Panzer en la frontera de Irún, solamente con eso, prestó a España el mejor servicio que nadie le hubiese prestado. A cambio fue la División Azul y unos trabajadores a Alemania. Quedaron en que serían cien mil y no fueron ni diecisiete mil. Y me consta.
— ¿Cómo superará Falange esta pequeña crisis?
— Yo creo que la crisis se ha exagerado porque les interesa exagerar/a. Los partidos disidentes socialistas son dieciocho. Es decir, los distintos partidos que viven su vida dentro del partido socialista. En Falange no hay más que dos o tres disidencias fuertes y creo que en cuanto unos y otros se convenzan de la gravedad de la situación que se va a producir y que se está produciendo ya, aunque sólo sea por instinto de conservación, ha de desaparecer el protagonismo que a mi juicio es lo que más divide en estos instantes. No podemos enjuiciar conductas desde el año 1937 por muchachos que incluso no habían nacido en ese año y que no han comprendido ni podrán comprender, por mucho que se lo contemos, el alcance de la gravedad de la situación producida y los problemas tal como los vivíamos nosotros.
¿O es que acaso lo que pretendían era no aceptar la Unificación y echarse al monte sublevándose en guerrillas contra tus propios compañeros que estaban haciendo la guerra? No se quiere un mando único. De acuerdo, que el mando sea colegiado. Nosotros queremos que estén presentes todos, que exista una especie de Junta Nacional que participe de las decisiones más importantes. Indudablemente hay cosas que hay que reformar de los actuales Estatutos de Falange Española. De acuerdo, pero reformémoslas entre todos. La Filosofía política de José Antonio es válida para cualquier momento de la vida. Se trata, pues, de un asunto de acoplamiento. José Antonio no pensó en las pintadas y ahora son una realidad como periódico mural. En cuando a un programa de futuro, si son sinceramente falangistas no tienen por qué existir discrepancias.
— ¿Qué te parece la situación política española actual?
— Es profundamente confusa. El máximo beneficiario, a mi juicio, de la situación política actual es el partido socialista, al cual, desde fuera y desde dentro, le están haciendo la cama más mullida y florida que pueda darse. De fuera todos los santones del socialismo universal han venido a convalidar a Felipe González y con muy buenos dineros que les envían que les van a permitir una propaganda electoral fabulosa. Hoy sin dinero no se hace nada. El partido socialista va a contar con más dinero que el comunista, que ya es decir. Pero sobre todo, el partido socialista renovado, porque los históricos seguirán siendo anticomunistas porque los padecieron. Basta con leer un libro de Indalecio Prieto para que nos demos cuenta hasta qué punto llega su animadversión hacia el comunismo. Una buena prueba es que han silenciado por completo a Líster. No sabemos ya ni dónde está.
A pesar de todo, no creo yo que cuaje el movimiento socialista tal como viene proponiéndolo el sector renovado, porque adolecen todos ellos de una falta absoluta de programa social. Hablan de libertad, de democracia y en un momento que tenían las huelgas en la mano, la reforma del artículo 35 de la Ley, de Relaciones Laborales y la eliminación de la clase trabajadora de las Cortes, las han dejado pasar impunemente. Para mí, esas dos cosas y la ruptura sindical son la traición más grande que se está haciendo a la clase trabajadora. Los Sindicatos han sido fuertes cuando han estado unidos. Por otra parte, entiendo que un socialismo a lo Willy Brandt no puede hacer nada en España. ¿Qué avances sociales nos puede proporcionar si no es que caemos en el marxismo? ¿Anular la propiedad privada? Ya veríamos lo que diría ante eso el setenta por ciento de las familias españolas que son propietarias de sus viviendas. El partido socialista se permite tener empleados “full/ time” con sueldos de dos y tres millones de pesetas, cosa que nosotros jamás podríamos hacer.
Charlo un momento más con Roberto Reyes. Hablamos con sarcasmo de la ayuda de las multinacionales a los partidos socialistas y de cómo es el capitalismo, quien, de una u otra manera, está fortaleciendo la subversión en toda España. Cosas que ocurren. Cosas que no sólo sabemos Roberto Reyes y yo, sino muchos españoles. Cosas que aterran y que producen una náusea. Abandono momentáneamente a Roberto Reyes con un abrazo de camarada y con mi profunda admiración.
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