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Capítulo 1. Cuarta parte
A principios de 1937 desembarcó un cuerpo expedicionario italiano al que Franco,
después de fusionarlo con brigadas españolas, encomendó la toma de Málaga. El
ejército combinado, bajo el mando del coronel Borbón, entró en Málaga en Febrero de
1937, lo que puso la mayor parte de Andalucía y Extremadura bajo control nacional.
Por su parte el Ejército del Norte, que había tomado Bilbao en junio de ese año,
dominaba toda la franja cantábrica de la península.
Durante el resto de 1937, la iniciativa de la guerra pasó a las tropas del frente popular
que, bien pertrechado, y bajo los competentes generales Miaja y Rojo, derrotaron a los
nacionales en Guadalajara, y Teruel. El ejército nacional contraatacó, y finalmente
recuperó Teruel en Febrero de 1938, después de librar los combates más encarnizados
de toda la guerra. Combates que continuaron al avanzar las tropas nacionales desde
Teruel a Valencia, ciudad que sitiaron a finales de Julio de ese año.
Esas victorias, si fueron costosísimas para los nacionales, significaron el principio del
fin para el frente popular. Poco después, el ejército rojo hizo el último gran esfuerzo de
la guerra y cruzó el Ebro hacia el sur con 70.000 hombres bien pertrechados y apoyados
por un gran despliegue de tanques y artillería. El ejército nacional fue inicialmente
desbordado, pero consiguió replegarse y contraatacar, en lo que fue la mayor batalla de
la guerra, (según el historiador militar Ramón R. Salas, la batalla causó 4.000 muertos y
38.000 heridos). A mediados de agosto de 1938, el contraataque nacional, dirigido por
Franco y Yagüe, y fuertemente apoyado por la aviación, bajo el mando del general
Kindelán, había infligido una dura derrota al ejército rojo, que se batió en retirada
desordenadamente.
Esta derrota, terminó de desmoralizar al frente popular, de forma que para finales de
1938 comenzó el éxodo de refugiados hacia Francia, asustados por las amenazas de la
propaganda franquista, dirigida a desmoralizar al enemigo para facilitar la victoria final.