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Capítulo 2. Segunda parte
El Decreto de Unificación, acabó con las aspiraciones de la falange de convertirse en el
partido hegemónico, decepcionando a su líder Hedilla, y por supuesto a los nazis
alemanes, que contaban con convertir a la falange en su filial española. Como dice Luis
Suárez en su citado libro “Los años Decisivos”,
“Pero Franco, en aquel discurso de la noche del 18 de abril de 1937, (en que presentó
el Decreto de Unificación), no estaba tratando de decir esto. Hablaba de un estado
totalitario, pero no de un partido totalitario. Esto debió decepcionar a Hedilla.
Subsumida en un Movimiento Nacional, Falange Española de las JONS, a la que
Franco dedicó cálidos elogios, no era invitada a asumir la dirección total, sino a
convertirse en mecanismo, todo lo importante que se quiera, de un proceso político que
además se declaraba “abierto”, es decir susceptible de evolución y cambios
continuados. Para el, no eran inamovibles mas que la integridad histórica de España,
en la forma antes expuesta, y los principios fundamentales de la religión católica.”
A los pocos días de publicar el decreto. Franco nombró a los miembros de la Junta
Política que dirigiría el Movimiento Nacional, ocupando él mismo la jefatura, con
Hedilla representando a la Falange y Rodezno a los tradicionalistas. El 24 de Abril de
1937, la Secretaría de Guerra cursó la orden que integraba las milicias de la falange al
ejército, bajo el general Monasterio, apoyado por un coronel falangista, Darío Gazapo, y
otro carlista, Ricardo de Rada.
De esta forma, Franco evitó subordinarse a un poder político, poder que muy
probablemente hubiese caído bajo el control de la Alemania nazi. Esto le dio una
ventaja enorme sobre su enemigo, en el que la jefatura militar se subordinó desde el
principio al poder político. Sería interesante profundizar en el curso que hubiera tomado
la guerra, si el Frente Popular hubiese nombrado generalísimo y jefe del Frente Popular
al general Rojo. Dudo que, en ese caso, Franco hubiese ganado la guerra.