SIETE COSAS QUE FRANCO HIZO BIEN. Por Ultano Kindelán Everett. 2 Franco hizo bien haciéndose con todo el poder

Capítulo 2. Cuarta parte

Efectivamente el proyecto de Franco, de restauración del estado monárquico, albergado
desde los albores del alzamiento, no era, ni de lejos, el que buscaban los monárquicos.
Pero es interesante constatar que su visión, ya en Julio de 1937, para la España de la
posguerra, era el de un estado monárquico, que Franco se sentía llamado a instaurar,
que no restaurar. Hay que admitir que no movió su hoja de ruta ni un ápice, hasta
coronarla con la promulgación de la Ley de Sucesión que estableció a Juan Carlos
como su sucesor “a título de Rey”. Hoja de ruta, que, por otra parte, se cuidó de
mantener escondida, sobre todo después que el pretendiente, Don Juan de Borbón, le
reclamara el trono insistentemente después de la caída de Hitler.
Al Decreto de Unificación siguieron, el de Agosto de 1937, la publicación de los
estatutos de la Falange Española Tradicionalista y de las JONS, elaborados por su
secretario general, cuñado de Franco y sin antecedentes falangistas; el 19 de Octubre de
1937 como ya se ha reseñado más arriba se constituye Consejo Nacional del
Movimiento; y el 30 de Enero de 1938 se crea el Consejo de Ministros, órgano de
gobierno civil presidido por propio Franco. Mediante este paso Franco dejaba de
legislar en solitario, y los decretos y leyes, a partir de entonces, “pasaban a ser
resultado de una deliberación colegiada en el Consejo de Ministros en la que se
esperaba actuasen las fuerzas políticas integradoras del Movimiento” (“Los Años
Decisivos”, Pág. 99).
En cuanto al carácter del Consejo de Ministros, me parece oportuno recoger aquí otro
párrafo de “Los Años Decisivos”, (Pág. 99) de Luis Suárez.
“Franco no deseaba crear ministerios aislados, reductos de poder solamente
conectados con su persona, sino algo más: órganos de gestión y decisión para la
Administración Central, dotados de un ámbito de competencias. En el primer momento,
1938, las competencias eran de leyes y decretos; en el futuro solo decretos, debiendo
tramitarse los proyectos de ley a través de las Cortes. Por este procedimiento, cada
ministro necesitaba recabar el consenso de sus colegas para que los responsables de
cada departamento apareciesen mediatizados; ningún partido les instruía u ordenaba.
Franco tampoco; todos sus ministros- incluyendo a Sainz Rodríguez- han reconocido
que gozaron siempre de absoluta libertad en cuanto a la elaboración de su política.
Mientras cerraba la organización del nuevo Estado, Franco buscó el reconocimiento del
Alzamiento por parte de la Iglesia regida en España por el cardenal Gomá. Después de
varios meses de negociaciones, ese reconocimiento se concretó en una carta colectiva,
firmada por los obispos y cardenales españoles publicada el 9 de Julio de 1937 en la
prensa nacional, carta cuyo contenido ratificaba lo expresado en pastorales de diversos
prelados publicadas anteriormente. Esa carta se difundió fuera de España, y más de 900
obispos de todo el mundo prestaron su adhesión a la misma. Poco después de la
publicación de esa carta, el 31 de Julio, el Cardenal Antoniutti se presentaba ante
Franco como delegado pontificio permanente en España, con lo que el Vaticano daba su
espaldarazo definitivo a la causa de Franco.
Desde entonces, la Iglesia, instalada en el poder a través de políticos católicos como
Joaquín Ruiz Jiménez, José Larraz, y otros, ejerció un contrapeso importantísimo sobre
la Falange, que de católica tenía poco, y que intentó siempre ejercer de partido
hegemónico. La Ley de Educación, y el Fuero Del Trabajo, publicadas en 1940, dieron
pie a agrios debates entre esas dos fuerzas políticas, debate arbitrado personalmente por
Franco en los Consejos de Ministros.
Las combinaciones y pugnas políticas internas del franquismo, arbitradas en los
primeros veinte años de forma muy directa por Franco, dieron su característica
personalidad al régimen; un régimen de franca libertad económica, restringida libertad
política, y nula orientación cultural, salvo en lo que tocaba a todo lo que oliera a
comunismo, censurado, o a la religión católica, protegida y promovida por el régimen.
Por ello no se puede hablar de la cultura franquista, si no de cultura bajo el franquismo,
cultura que, desde mediados de la década de los cincuenta, empezó a cobrar una
importancia creciente, acogiendo a magníficos artistas, muchos nada simpatizantes del
régimen, pero tolerados por este.
Al mantener el control de la única entidad política autorizada, el “Movimiento”, dominó
a su principal fuerza, la Falange, contrapesando esa fuerza desde el principio con
católicos y militares, y más tarde con tecnócratas, lo que le permitió ir erosionando el
poder de la falange con el tiempo.
En conclusión, podemos decir que Franco hizo bien imponiéndose a las fuerzas políticas
que le apoyaron en la guerra civil, evitando la implantación del fascismo en España.


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