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Erik Norling
Historiador
EE.UU. se había incorporado al teatro de operaciones europeo de la Segunda Guerra Mundial al mando del general Dwigth D. Eisenhover con la Operación Torch (Antorcha) el 8 de noviembre de 1942 al ocupar la zona francesa del Protectorado de Marruecos y las provincias galas de Argelia. Esta sorpresiva maniobra causó estupor en Madrid, donde se temió que España fuera forzada a entrar en guerra. A fin de asegurar a Franco sus intenciones, el presidente Roosevelt remitió una carta privada, que fue respondida en similares términos afectuosos. Algo que estaba en sintonía con la nueva política desplegada desde que el teniente general Gómez-Jordana asumiera el ministerio de Asuntos Exteriores desde septiembre de 1942, en que España había iniciado la senda neutralista abandonando la no beligerancia anterior, acercándose cada vez más a los angloamericanos.
En la época, el Alto Comisario de España en el Protectorado de Marruecos era el teniente general Luis Orgaz Yoldi (Vitoria, 1881-Madrid, 1946), un africanista de conocidas simpatías alfonsinas que desempeñaba este cargo desde mayo de 1941. Para reforzar las fuerzas españolas del territorio se nombró el 12 de noviembre al general Yagüe Comandante del Cuerpo de Ejército de Marruecos, conocido por sus simpatías proEje, en una clara señal a los aliados de que España no se dejaría ocupar. La tensión crecía por momentos, al desconocerse las verdaderas intenciones de los americanos, que consideraban influenciados por los franceses y británicos que mostraban dudas sobre la pertinencia de la presencia española en el norte de África. Tampoco ayudó que en su discurso del 20 de noviembre en el balcón del Cuartel General de Melilla el general falangista anunciara que «vengo ahora a esta Melilla para ponerme al frente de este Ejército y el pueblo, para así comenzar de nuevo otra cruzada. […] ¡Sabed que estamos aquí para matar o morir!».
El que después sería el mitificado teniente general George S. Patton, Jr., (California, 1885-Alemania, 1945) había desembarcado, como comandante de la Western Task Force (Fuerza de intervención occidental), en las playas cerca de Casablanca y, tras tres días de lucha, aceptó la rendición de los franceses fieles a Petáin. En los siguientes meses tuvo que ocuparse de tareas administrativas, reorganizando sus tropas, mientras las fuerzas americanas avanzaban desde Argelia sobre Túnez, ocupada aún por los italo-alemanes (que causaron varias dolorosas derrotas a los aliados), preludio del salto a Italia el verano de 1943. En este contexto se le ordenó entrevistarse con Orgaz y establecer relaciones con los militares españoles del Protectorado. Gracias a la documentación diplomática española, británica y estadounidense, además de los diarios y cartas privadas del general, se ha podido seguir en detalle este primer y trascendental encuentro, pero sobre todo la verdadera calidez y simpatía mutua con que se produjo. Desde Madrid, se instruyó al Alto Comisario insistir en la misma línea, y para ello reprimir al aguerrido Yagüe, además de mejorar las relaciones con las autoridades militares estadounidenses de la zona.
La propuesta le llenó de satisfacción al americano, que escribió a su esposa que «mi reputación como diplomático se extiende». Se acordó que se produciría el lunes 4 de enero de 1943, en que se desplazaría la delegación americana al puesto fronterizo de Arboua, cerca de Larache. En su diario, Patton anotó el día anterior que el Residente General francés, el general Noguès, que aún seguía en sus funciones pese a haber estado en dicho cargo en la etapa de Vichy, le había desaconsejado llevarla a cabo ante la posibilidad de un golpe de mano hispano-alemán para secuestrarle tanto a él como a Orgaz. Pese a ello, el americano consideró que no había riesgo alguno y su escolta fue insignificante, con el general Wilbur, un teniente y dos coroneles franceses. Presentes estuvieron el encargado de negocios americano en Tánger y la zona del Protectorado español, J. Rives Childs Childs, con el agregado militar adjunto, el comandante Bernardoni, que actuó de intérprete. Desde Tetuán, junto a Orgaz se incorporó el general Maximino Bartomeu, Comandante del IX Cuerpo de Ejército en Ceuta, y el cónsul general en Tánger, Álvaro Silvela, que hablaba inglés. También el general de origen marroquí Mohamed ben Mizzian, Comandante de la 92 División con sede en Larache.
El general Patton llegó al punto de encuentro a las 12:05, unos minutos tarde como era el protocolo para el visitante, siendo recibido por Orgaz que le invitó a montarse en su vehículo. Orgaz le pareció una persona simpática, «
Se parecía tanto a la Sra. Shorb (Tía Lubby), con bigote y todo, que casi lo beso», anotó en su diario personal. El general pasó revista en una de las puertas de la ciudad a una Compañía de honor española compuesta por gastadores del Tercio Don Juan de Austria, que impresionaron al americano: «eran las tropas con mejor aspecto y mejor instruidas que he visto nunca», aunque reconoció que sus armas estaban «algo obsoletas».
Acto seguido mantuvieron una comida en un palacete de una explotación agrícola en las afueras de la ciudad, con «una charla muy agradable y una buena carcajada», destacando cuestiones militares, señalando Orgaz la necesidad de renovar el material español esperando que pudiera ser con apoyo americano. Cuando llegó el momento de los bríndis protocolarios el general Patton levantó su copa para brindar por la salud del Caudillo con un significativo «por la prosperidad de España y del Generalísimo Franco».
Sobre las 16:00 concluyó la recepción y en la despedida el militar americano rogó a Orgaz que «transmitiera a S.E. el Generalísimo los fervientes votos que el Presidente Roosevelt formula por la prosperidad de España y de su Jefe de Estado». En ese momento, le hizo entrega a Orgaz su carácterística fusta de montar que siempre llevaba.
Patton se había comprometido también que se evitarían incidentes desagradables, aunque inevitables, como incursiones de aviones estadounidenses sobre territorio español, mientras le planteaba numerosas cuestiones prácticas del trato con la población indígena. Entre las promesas prácticas, se discutió la entrega de un petrolero que estaba en la zona para abastecer a los españoles y que esperaba que observadores españoles visitasen sus acuartelamientos para inspeccionar el armamento, «lo que con seguridad le produciría mucha envidia» anotó en su diario.
La prensa española optó por no darle demasiada publicidad al encuentro, con apenas una breve nota de agencia el 5 de enero en el que se recalcó que se trataba de una visita de cortesía donde Patton habría reiterado las garantías dadas por el Presidente a Franco el 8 de noviembre.
Ese mismo año 1943 hubo otros encuentros entre las más altas autoridades españolas y militares americanas que fueron decisivas para cimentar las relaciones de ambos países y que inauguraron el camino que culminó con los Pactos de Madrid en 1953, que incorporó a España en la órbita del sistema de seguridad occidental y permitió al Régimen consolidarse. El 7 de abril se reunieron el Alto Comisario, acompañado por Yagüe, en el campamento de Tanima, cerca de Melilla, con el que había sido lugarteniente de Eisenhower, el teniente general Mark Clarck, ahora Comandante del V Cuerpo de Ejército americano que ocupaba Marruecos y Argelia. En la visita, Clarck aprovechó para saludar al coronel legionario Alberto Serrano Montaner, que había capturado tres aviones americanos con paracaidistas que habían aterrizado por error en la zona española durante la operación Torch: «en nombre del Ejército de los Estados Unidos y en el mío propio, le doy las gracias. Para nosotros usted es y será un buen amigo, y siempre será bienvenido en nuestro país».
El último encuentro, semanas antes de concentrarse ya los americanos en el desembarco en Sicilia, se produjo el 3 de junio en la localidad de Uchda, unos 150 kilómetros al sur de Melilla, en territorio francés pero lindando con la frontera argelina, cuartel general del V Cuerpo de Ejército. El general Clarck, ahora con los generales Omar Bradley y Patton, recogidos expresamente por un avión tras volver de la victoria en Túnez, acogió una delegación española encabezada por Orgaz. Se ofreció a los españoles un desfile militar y una demostración de su capacidad bélica, con salto de paracaidistas de la 82 aerotransportada incluido. Importante destacar que en esta ocasión se invitó a asistir también al general francés Noguès.
Tras su estancia en el Magreb, la imagen de Patton como militar comenzó a brillar ante la opinión pública, con la primera victoria sobre los alemanes en Túnez en marzo de 1943, después en Sicilia, hasta la campaña de Francia y Alemania en 1944-1945. Sus desaveniencias políticas y su reconocido anticomunismo, junto a su trágica muerte en diciembre de 1945, le envolvió en una aureola de misterio.
Nota: para las repercusiones para España de la Operación Torch, véase SÁEZ-FRANCÉS, E.: Entre la antorcha y la esvástica. Franco en la encrucijada de la Segunda Guerra Mundial. Madrid. Editorial Actas, 2009.
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