¡Tu carrito está actualmente vacío!
Puedes consultar la información de privacidad y tratamiento de datos aquí:
- POLÍTICA DE PROTECCIÓN DE DATOS
- SUS DATOS SON SEGUROS
Jorge Fernández Díaz
La «pertinaz» sequía que –además de en algunas otras zonas de España–, está afectando de manera especial a Cataluña como ya hemos tenido ocasión de comentar, da pie para aplicar una vez más el conocido aforismo de que «no hay mal que por bien no venga». Lo cierto es que la sabiduría popular no hace sino recoger en esa sencilla expresión la experiencia acumulada en multitud de experiencias vividas o conocidas, tanto a nivel personal como a nivel más o menos general, por parte de la gente. La Teología concluye ante la evidencia de la presencia del mal y el dolor en el mundo que «Dios en sus inescrutables designios de Providencia, pudo impedir su existencia, pero eligió permitirlo, y eso sí, para sacar de ese mal, un bien mayor». El pueblo no ha necesitado tener un particular conocimiento teológico para, sin embargo, captar esa realidad operante en el mundo desde siempre.
La actual «pertinaz» sequía, que Sánchez atribuye al «cambio climático», era un calificativo que se hizo famoso durante el franquismo especialmente por la gran sequía de 1946-1948 que se superpuso a la gran hambruna tras la Guerra Civil y la II Guerra Mundial, acompañado del aislamiento internacional y bloqueo comercial impuesto. No consta sin embargo en el exhaustivo listado de sequías padecidas a lo largo de la Historia que nade atribuyera la responsabilidad de las mismas al «cambio climático». Lo que sí hicieron los gobernantes fue aplicar medidas para paliar el daño de tales fenómenos naturales repetidos en el tiempo. Franco se aplicó en construir una auténtica red de pantanos para embalsar agua y con ella producir electricidad para la industria y el consumo, o para la agricultura y regadíos, evitando que como sucede ahora solo el 40% del volumen fluvial se aprovecha, echando el resto al mar. Presas que, por cierto, observamos atónitos que son demolidas para presuntamente garantizar la ecosostenibilidad de nuestras cuencas fluviales. La consecuencia ya la vemos ahora con barcos trayendo agua de la desaladora de Sagunto a Barcelona para no pasar sed los barceloneses. Y por cierto, en 2001 se aprobó el Plan Hidrológico Nacional para conectar las cuencas hidráulicas en un ejercicio de solidaridad interterritorial entre la España húmeda y la seca, que incluía entre otros el trasvase del Ebro. El nuevo gobierno socialista tras el 11 M lo archivó en 2005. Es el progresismo de la izquierda socialista, auténtica ruina allí donde gobierna. Ahora sigamos con la amnistía de Puigdemont. Ojalá del mal de esta sequía venga el bien del sentido común a España y los españoles.