¡Tu carrito está actualmente vacío!
Puedes consultar la información de privacidad y tratamiento de datos aquí:
- POLÍTICA DE PROTECCIÓN DE DATOS
- SUS DATOS SON SEGUROS
La Legión tiene multitud de himnos y canciones aunque, sin duda, la composición más conocida es El novio de la Muerte. Los primeros versos de la célebre canción legionaria dicen:
Sin embargo, la identidad de «aquel legionario» es bien conocida. Su nombre era Baltasar Queija de la Vega, un onubense nacido en 1902 en Minas de Riotinto. Sus padres habían llegado a este humilde pueblo minero procedentes de Cerdedelo (Orense). Fue el primer legionario caído en combate por disparos del enemigo.
Queija de la Vega había firmado el 9 de octubre de 1920 un compromiso de tres años tras leer un vistoso cartel en cuyo encabezamiento se leía: ¡Españoles y Extranjeros! ¡Al Tercio! Fue encuadrado en la 6.ª compañía de la II Bandera. El 7 de enero de 1921 su escuadra estaba desplegada en el puesto atrincherado número 4, protegiendo un yacimiento de agua en las cercanías del Zoco el Arbaá, situado unos treinta kilómetros al este de Sidi Ifni. Algo antes de la media noche, los legionarios fueron atacados por una partida de rifeños. Sonaron siete disparos. Los legionarios hicieron fuego y los agresores huyeron protegidos por las sombras.
Pero uno de los tiros de los insurgentes había herido mortalmente a Queija de la Vega quien, a pesar de estar moribundo, se mantuvo fuertemente aferrado a su fusil. Antes de huir, el enemigo intentó apoderarse del arma y, al descubrir que el valiente legionario seguía con vida, fue pasado a cuchillo. Fue el único muerto del ataque.
Tras el asalto de los rifeños, los compañeros de Queija de la Vega, de acuerdo «con el sagrado juramento de no abandonar jamás un hombre en el campo hasta perecer todos» del Espíritu de Compañerismo del Credo Legionario, se aprestaron a recoger su cadáver. Tras llevarlo a terreno propio, encontraron en uno de sus bolsillos parte de un poema dedicado a la Legión y que rezaba así:
Se cuenta que, días antes, nuestro protagonista había recibido una carta que le informaba del fallecimiento de la mujer de sus amores. Y que, desde ese mismo momento, había tomado la determinación de unirse a la muerte con la primera bala que llegase.
Ésta es la trágica historia que inspiró la composición de la más famosa de las canciones de la Legión: El novio de la muerte.
En el mes de julio de 1921, el letrista Fidel Prado Duque invitó a una cupletista de moda, Lola Montes (realmente Mercedes Fernández González), a escuchar la interpretación de su más reciente composición. La música la había puesto el catalán Juan Costa Casals. La audición emocionó a todos los presentes, de forma que Lola Montes incorporó el cuplé a su repertorio. Sería estrenado poco después en el teatro Vital Aza. Quiso la fortuna que el cuplé fuese escuchado por Carmen Angoloti Mesa, duquesa de la Victoria, quien se convertiría en la principal responsable de la Cruz Roja española durante la guerra del Rif. La duquesa pidió a Lola Montes que interpretase la tonada en Melilla para elevar la moral de la población. Sobre la ciudad española se cernían miles de cabileños acaudillados por Abd el-Krim dispuestos a aniquilar a la población.
La canción se estrenó en tierras africanas el 30 de julio, seis días después del desembarco de la Legión en socorro de Melilla tras una extenuante marcha de 101 kilómetros en día y medio con toda la impedimenta. Al escucharla, un entusiasmado teniente coronel Millán Astray no dudó ni un instante en incorporar el cuplé al repertorio legionario. Únicamente se hicieron los retoques imprescindibles para adaptar la composición al ritmo de la marcha legionaria.
La Legión necesitaba una canción que, de alguna manera, homenajease a sus caídos en línea con el Espíritu de la Muerte de su Credo: «El morir en el combate es el mayor honor. No se muere más que una vez. La Muerte llega sin dolor, y el morir no es tan horrible como parece. Lo más horrible es vivir siendo un cobarde». Ya la tenía.
Años más tarde, en 1952, Ángel García Ruiz, a la sazón director músico de la Banda de Guerra del Tercio, adaptó el ritmo de la composición al paso procesional de los desfiles de la Semana Santa. Y así es como los legionarios la cantan ahora cada Jueves Santo malagueño al acompañar a su protector, el Cristo de la Buena Muerte.