Cuando un monte se quema, algo tuyo se quema. La política antincendios en la España de los 60

¿Cómo se trabajaba para prevenir los incendios durante los años 60?

 

José Luis Orella

El Debate

 

En la España rural del pasado, los ganados limpiaban los bosques y la gente del campo usaban las ramas secas de leña en invierno y los ayuntamientos hacían sus sacas de árboles en la masa boscosa para que pudiesen crecer los más aptos.

También es cierto que el fuego era usado de forma instrumental para quemar el rastrojo y malas hiervas que servían de abono, e incluso se provocaban incendios controlados en los bosques del norte para crear cortafuegos naturales. Sin embargo, con la emigración de los años 50 al extranjero y esencialmente a las grandes ciudades en los 60 y los 70, a causa del «milagro español», el mayor crecimiento económico español de su historia, el campo fue quedando en segundo lugar.

España siempre fue importante en masa forestal. En la actualidad abarca más de 28 millones de hectáreas, lo que representa más del 55 % del territorio nacional. España es el segundo país de la Unión Europea con mayor superficie forestal, después de Suecia, el país escandinavo cuya mitad septentrional se encuentra abandonada a los renos. La superficie forestal arbolada española ocupa 18,4 millones de hectáreas, mientras que la superficie forestal con matorral abarca otros 9,49 millones, por su situación de secano.

En los años 60, el verano español se caracterizaba por el calor. La temperatura media estival es de 23° C, aunque superar los 30 o 35° C era común en amplias zonas del interior, y llegar a los 40º C en Córdoba y Jaén, por lo que los incendios se hacían muy probables por la gran sequedad y calor del verano.

En aquellos tiempos, el Plan Nacional de Repoblaciones que se había establecido para evitar la fuerte desertización de la península estaba seriamente amenazado por el fuego, por las cuestiones anteriormente citadas. Como respuesta, en 1955 se creó el primer servicio específico de lucha contra los incendios forestales, el Servicio Especial de Defensa de los Montes contra los Incendios, el cual contará con brigadas profesionales e incluso medios aéreos.

En 1969 se alquiló el primer avión anfibio en Canadá y después de unas prácticas fue destinado a Galicia, principal foco de los incendios en aquellos tiempos. En 1971 se compraron dos aparatos y se firmó un convenio con el Ejército del Aire para su gestión, mantenimiento de los aparatos y suministro de tripulaciones. Tres años antes se había fundado la base de datos sobre incendios, que permitió mediante estudios basados en las estadísticas e incendios previos realizar una política de prevención efectiva contra el fuego.

No obstante, con una población ya mayoritariamente urbana que había olvidado a conciencia su origen rural, y después de los estudios previos que hablaban de la responsabilidad protagonista en los incendios de los propios ciudadanos por colillas mal apagadas o fuegos abandonados y mal apagados después de una barbacoa en el campo.

Para ello se realizaron varios programas, por un lado una concienciación a ultranza del patrimonio de la fauna ibérica. En este aspecto, el protagonismo será total por parte del médico y experto cetrero, el burgalés Félix Rodríguez de la Fuente, quien, como naturalista y divulgador ambientalista, realizó una serie de documentales por radio y televisión de gran éxito, entre los que destaca la serie El hombre y la Tierra.

Félix Rodríguez de la Fuente, en 1961, había trabajado como asesor de cetrería en la película El Cid, producida por Samuel Bronston y dirigida por Anthony Mann. Un plan inédito suyo fue utilizar halcones para alejar a aves dañinas de los aeropuertos que pudiesen ser peligrosas para el control aéreo. También se hizo famoso por las campañas de salvamento de distintas especies animales en peligro de extinción, como el lobo, el oso y el águila imperial.

En cuanto a la prevención, la campaña con mayor éxito fue con el lema «Cuando un monte se quema, algo tuyo se quema». Ese fue el utilizado en la propaganda para la lucha contra los incendios en 1962, que se centró en la labor de prevención, y se hizo con la creación de un personaje animado, el conejo Fidel, que ejercía de guarda forestal en las campañas de televisión alertando sobre el riesgo de no vigilar las conductas humanas, que podían ser no arrojar colillas o no hacer hogueras en el bosque.

Estas campañas buscaban principalmente recordar que, aunque los incendios podían tener causas naturales, en su mayor parte su origen era provocado por negligencia humana. El mensaje recordaba la importancia de los montes para la sociedad, y fue pionero en la protección del medio ambiente.

El instrumento eficaz que creó el franquismo para cuidar la naturaleza y protegerla de los incendios fue el ICONA. El Instituto Nacional para la Conservación de la Naturaleza, de 1971, tuvo como objetivo fundamental la lucha y prevención de incendios forestales hasta su disolución en 1995, momento en que sus competencias pasaron a la Dirección General de Conservación de la Naturaleza y después a las diferentes comunidades autónomas.

Durante su actuación, el ICONA realizó campañas de sensibilización y publicidad para concienciar a la población sobre la responsabilidad en la prevención de incendios. Se dedicó también a la importante limpieza de montes, la creación de cortafuegos y la repoblación forestal, acciones que se consideran clave para prevenir la oleada de los incendios.

Sus funciones y competencias se fueron transfiriendo después a las comunidades autónomas, pero el presupuesto para la prevención de incendios se fue reduciendo a la mitad. El gasto en prevención de incendios en España se desplomó casi un 60 % en los últimos 15 años, y las campañas de los «pseudoecologistas de ciudad» ha imposibilitado la limpieza de bosques y cauces de ríos, quedando abandonados y llenos de maleza.


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