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Antonio de Mérida
En el patronazgo que ejerce la Inmaculada Concepción de María respecto a España entera y su reconocimiento como patrona de la Infantería española, que tiempo después se extendería a otros Cuerpos militares, se da una curiosa analogía y no es otra que el hecho de ir el reconocimiento popular por delante de la proclamación oficial. En estas fechas de conmemoración cabe preguntarse como está hoy ese sentimiento popular.
Hitos de un reconocimiento
María Inmaculada fue proclamada Patrona de España por el papa Clemente XIII, mediante la bula Quantum Ornamenti, de fecha 25 de diciembre de 1760. Se lo había solicitado el rey Carlos III, como otros reyes españoles habían hecho antes repetidamente atendiendo a la devoción popular. El dogma de la Inmaculada Concepción de la Virgen María sería proclamado un siglo después, el 7 de diciembre de 1854, por el Papa Pío IX mediante la bula “Ineffabilis Deus”.
Antes de estos pronunciamientos papales, ya existía en España sin embargo la devoción a María Inmaculada. Su veneración como protectora de la Infantería española se percibe especialmente desde el 8 de diciembre de 1585, en la acción de Bombel (Holanda), en lo que se denomina el milagro de Empel, cuando un soldado excavando su trinchera encontró una tabla con la imagen de la Inmaculada, hecho que hizo cambiar el signo de aquel combate. E incluso antes, pues en el Museo del Ejército, hoy trasladado a Toledo, no sin ser objeto de duras mutilaciones de su riqueza histórica, hubo un estandarte de 1550 con la imagen de la Inmaculada. Sin embargo, su proclamación oficial como Patrona del Arma de Infantería no se produciría hasta el 12 de noviembre de 1892, con la firma del ministro de la Guerra en nombre de la Reina Regente, tras haberlo solicitado los jefes de los regimientos de Infantería.
Esa firme devoción popular inspiró al Papa Pío IX, antes citado, la construcción en la plaza de España de Roma del monumento a la Inmaculada tan visitado en la ciudad. Al bendecir la imagen colocada sobre una esbelta columna frente a la embajada de España, justificó ese monumento diciendo:
“Fue España, la Nación, que por sus reyes y por sus teólogos, trabajó más que nadie para que amaneciera el día de la proclamación del dogma de la Concepción Inmaculada de María“. Leer esas frases es un motivo de sano orgullo.
España, hoy
Tales antecedentes inspiran hoy una reflexión que desborda los límites de lo puramente histórico. Quien escribe estas líneas, un viejo soldado de nuestra Infantería, se pregunta sobre ese tema dirigiéndose atrevidamente a la Inmaculada ante la que tantas veces se postró en oración:
Señora y Madre:
Como español y como militar, creo con toda sinceridad que si trascendental fue Vuestra intervención milagrosa en aquel suceso de nuestra historia, hoy nuestra Patria necesita una muestra de apoyo mucho más urgente. Entonces, en Empel corrían un grave riesgo, si, un millar y medio de españoles. Pero, estaban acostumbrados a afrontar tales situaciones y les hacían frente, además de con el valor exigible a los hombres de armas, con la honda religiosidad de aquel tiempo.
Hoy, España atraviesa una situación mucho más grave que aquella. Por definir tal situación en forma concisa y en sólo unos cuantos rasgos, diría, Señora, que con el impulso de un Gobierno tan inútil como rencoroso, vuelve a sentirse en España un clima de enfrentamiento entre dos concepciones del mundo y de la sociedad, tensión que nos ha llevado en los últimos años a una revisión de nuestra reciente historia con base en una ley que sin embozo alguno permite destruir o retirar monumentos históricos y pretende hacerlo con otros de carácter religioso como el Valle de los Caídos creado precisamente como símbolo de reconciliación de enfrentamientos pasados. Que la religiosidad de otro tiempo está en crisis, en especial en las generaciones jóvenes a las que casi nadie parece interesado en despertar su fervor religioso, se evidencia también en la visita a cualquier templo en domingos o fiestas de guardar. Otro tanto ocurre en la forma, que cabría definir de enloquecida, en que desde muy diversos medios de comunicación se inclina a la juventud al narcisismo, a la sensualidad, al sexo libre, a la inmoralidad manifiesta como cabe deducir del brutal aumento de abortos, amparado incluso en disposiciones que definen como legal lo que en sí no es sino un crimen cruel y manifiesto con el ser humano, aun no nacido.
En otro plano, en otro orden de ideas, parece como si el único dios de nuestra sociedad de hoy fuese el dinero. Ha habido y hay, si, una grave crisis económica, negada con total falsedad por políticos irresponsables. Una crisis que ha ocasionado un brutal índice de paro y que, no obstante, es contemplado casi con indiferencia por la mayoría de quienes siendo responsables de la convivencia nacional, perciben del Estado sin escrúpulo alguno elevados emolumentos y abultadas pensiones vitalicias.
Y, por fin, en una enumeración que no pretende en absoluto ser exhaustiva, padecemos el absurdo incremento de aspiraciones nacionalistas, sin base alguna en acontecimientos o realidades históricas, claramente deformadas para justificar lo injustificable. La escisión de regiones que fueron protagonistas, incluso destacados, de la historia común.
Petición a María Inmaculada
Es cierto, Madre Inmaculada, que hoy más que nunca, tendríamos que descubrir otra imagen vuestra como aquella de Empel y lanzarnos después a un rescate pacífico, pero firme, de aquellos valores que constituyeron lo que fue nuestro espíritu nacional. De renovar la fe en un futuro de paz y concordia, si, pero de respeto a nuestra Historia, una historia de titanes si se mira hacia atrás, sin cerrar los ojos a nada, fuera negativo o positivo. Algo que hacen muy bien otros países de nuestro entorno en lugar de perderse en absurdos localismos.
Acuérdate, Señora, de esta Patria nuestra, la de todos, y danos sensatez y cordura. Y puestos a pedir, Madre, te rogamos también que a quienes desde estas páginas estamos intentando defender la memoria del que creemos fervientemente que fue un buen español, nos ayudes en la tarea que nos hemos impuesto. Gracias por todo, Virgen Inmaculada.