Pío Moa
Ansón titula “lameculos de El Pardo” a los que calificaban el régimen franquista de meramente autoritario y no totalitario. Creo que comete dos graves errores. Yo he explicado muchas veces que el franquismo, aunque utilizó el término “totalitario”, nunca lo fue, sino meramente autoritario, lo cual me convertiría en un lameculos, de creer a Ansón. Este quiere indicar que en aquel régimen “atroz” solo los lameculos podían prosperar en la política o sus aledaños; y de ser un régimen totalitario, tal sería el caso, sin duda. Pero ocurre que yo no debo ningún favor al franquismo –cosa lógica, ya que lo combatí con todas mis fuerzas–, mientras que él sí prosperó. Y mucho. Él se jacta de su oposición a Franco, pero hay que suponer que la disimulaba con auténtico virtuosismo, como casi todos los antifranquistas a posteriori. La disimulaba hasta el punto de que el régimen “totalitario” le permitió dirigir órganos de prensa, obtener premios de periodismo e incluso le obsequió con el cargo de subdirector de la Escuela Oficial de Periodismo, donde se preparaban los periodistas del régimen. Cargos, evidentemente, solo accesibles a lameculos bien acreditados. Por cierto, era director entonces Emilio Romero, a quien, si hemos de seguir el criterio ansoniano, le corresponde asimismo el título. Y no recuerdo que se llevaran mal entre ellos. Por entonces yo era delegado de la Escuela y entre otros actos subversivos por cuenta del PCE, organicé una huelga, creo que la primera del centro, y pude comprobar que tanto el director como el subdirector colaboraban muy bien, primero para impedirla y después para asfixiarla. Hicieron bien, así lo veo ahora, pero, ¡hay que ver su devoción de entonces al orden constituido… atroz y totalitario!
La carrera de Ansón guarda notables paralelismos con la de Cebrián. Los dos hicieron carrera dentro del insufrible franquismo y su prensa totalitaria. Solo después de muerto Franco se les notó aquel abnegado antifranquismo del que hacen gala y que entonces guardaban en la intimidad. Pese a sus semejanzas, los dos periodistas se detestaban cordialmente, a juzgar por las diatribas que se dirigían. Ansón acusaba al otro hasta de facilitar a la policía totalitaria tomas de televisión de las reuniones del PCE en el exterior. Pero una vez ambos en la RAE, deben de haberse reconciliado. Y parece que un fruto de esa reconciliación –y este es el segundo error– ha sido la definición del franquismo, por la RAE, como régimen totalitario. Con lo cual desprestigian a la RAE tanto como creen prestigarse de “demócratas” a sí mismos. Unas autoridades académicas se supone que debieran saber distinguir entre totalitarismo y autoritarismo, pero al ignorarlo o pretender ignorarlo, dejan una lamentable impresión de insapiencia o de corrupción (en este caso intelectual) ciertamente poco ejemplar. Como ocurre hoy con tantas otras instituciones antaño renombradas. Por lo demás, solo tendrían que remitirse a la célebre entrevista a Solzhenitsin en TVE en 1976, que tantas ronchas levantó entre el antifranquismo español, incluso de derecha, tan admirador o al menos respetuoso gacia el sistema del GULAG.
No es del todo falso que Ansón fuera un poquito antifranquista, aunque los totalitarios no se lo tomasen en consideración. Él era devoto de Don Juan, hombre oportunista que unas veces estaba con Franco y otras, cuando creía que iba a caer, en contra. Ansón escribió sobre el frustrado aspirante al trono, a quien él llama Juan III, un libro donde no lo deja precisamente bien, al relatar intrigas del mismo o en torno al mismo, que rondarían, si es que no caían, en la alta traición. Traición no a Franco, sino a España. He reproducido la más grave de ellas en Años de hierro. No sé si el poco antes finado Don Juan habría disfrutado especialmente con la biografía que le hilvanó su ardiente partidario.
En fin, el donjuanista afirma también que Preston ha escrito “la mejor y más objetiva biografía de Francisco Franco”. El increíble aserto sugiere que el título de lameculos responde a una auténtica vocación, siempre siguiendo la lógica del ilustre periodista y miembro de la RAE. Pues no creo que este vaya a obtener nada de Preston, de quien dudo sea recíproco el aprecio que el periodista le profesa.
Sobre Ansón y sus peculiares ideas, que él llama liberales, he escrito unos cuantos artículos. Como he dicho, le debo cierta gratitud porque en momentos difíciles para mí me permitió escribir de vez en cuando en ABC. Pero una cosa es la gratitud personal y otra el lameculismo ante ciertas actitudes, aunque sea por omisión.