Honorio Feito
El accidente del Alvia que cubría el trayecto Orense-Santiago, la noche del pasado jueves, y la noticia inesperada de la muerte en este accidente de un amigo, Enrique Beotas, me han sacado del letargo veraniego. Echo la mirada atrás, para recordar cuándo conocí a Enrique y remonto hasta los tiempos de la Facultad. Luego la estancia en las redacciones; la visita semanal al Palacio de La Moncloa, en la década de los ochenta, cuando acudíamos a cubrir las referencias del Consejo de Ministros; después como jefe de prensa de Alianza Popular, con las famosas cenas de Fraga en La Criolla, con aquellas queimadas, “conxuro” incluido, con que el entonces presidente del partido del centro derecha español compartía con unos cuantos periodistas… hay muchos más encuentros compartidos, más anécdotas, más vivencias con Enrique, con su trayectoria de lujo, con su Rebotica, pero se quedarán en el cajón, en el top secret .
Ocurrió el accidente cuando parecía que una pequeña burbuja de esperanza caía sobre los españoles, al conocerse el descenso del paro, pocos días después de que un grupo de mal educados silbara al Himno de España durante la inauguración de los Campeonatos Mundiales de Natación que se celebran en Barcelona. El mal de hoy día es la educación, ya nadie enseña a un niño que hay que dejar sitio a los mayores en los transportes públicos, que hay que esperar en la mesa a que los demás estén servidos para empezar a comer, que hay, en fin, que levantarse en señal de respeto cuando suena el himno nacional de cualquier país, no como hizo el mal educado Rodríguez Zapatero ante el de Estados Unidos.
Los políticos (¡Qué será que siempre aparecen como los agentes provocadores de las disputas y los disturbios?!), deberían ser más respetuosos con estas cuestiones porque, que sepamos y hasta el momento, el señor Mas y todos los que con él hacen la campaña separatista allí y aquí, viven a costa del Estado español. Un amigo me pasó un video, realizado por americanos según parece, en el que se trata de ensalzar muchos valores de nuestro pueblo, de nuestra capacidad organizativa, de nuestra destreza, de nuestro ingenio, aplicadas estas virtudes a empresas españolas que están presentes en el mundo como protagonistas de acontecimientos de gran nivel, una referencia para subir nuestra autoestima en momentos tan duros como los que nos ha traído esta crisis.
Me temo que el mensaje que transmite este video no sirva de mucho cuando tanta destreza no se traduce en trabajo para nuestros jóvenes, ni alivio en las economías destrozadas por las circunstancias actuales, cuando en los momentos más difíciles, Mas tira de la cuerda y la tensa hasta límites peligrosos las relaciones de Cataluña; cuando los jueces parecen haber tomado iniciativas capaces de suavizar las penas de algunos miembros de la casta implicados en grandes escándalos; cuando asistimos al espectáculo del tesorero del Partido Popular –hasta ahora, la única voz en esta comedia, arropada por los grandes periódicos- mientras echamos de menos voces desde el gobierno para contrarrestar tanto escándalo; cuando en definitiva, parecemos huérfanos de un Estado hibernado que no parece capaz de manifestarse en su propia autoridad. El verano suele ser tiempo de sorpresas, de tristes sorpresas.
El Alvia que descarriló y que causó la muerte a cerca de ochenta personas, y dejó heridos a cuarenta millones de españoles, sembró de tristeza y luto la fiesta del Patrón de España (si es que todavía existe España). Ahora, mientras el maquinista presta declaración ante el juez, viene la tarea de justificar el accidente y tengo la impresión, desde hace tiempo, que los accidentes no se pueden justificar. Ha sido ejemplar el comportamiento de cuantos han participado en las tareas de ayuda para las víctimas, y ejemplar el pueblo gallego que, otra vez, ha sido golpeado por la mala suerte, con este accidente de consecuencias fatales. Ante el desconsuelo que produce la tragedia, queda la huella de la entrega, de quien echa una mano y te presta su hombro para llorar. Esa es también una virtud española, empañada por cuantos tratan de arrebatarnos el objetivo común que tenemos como pueblo.
Recibí con cierto sobresalto la noticia de que Enrique Beotas estaba entre los viajeros del Alvia a través de una emisora de radio; Enrique ha sido un viajero incansable por los senderos del periodismo, y un peregrino constante en la amistad y las buenas sensaciones; los grandes periódicos, en los que trabajó, se han ocupado estos días de sacar su trayectoria profesional, y de ensalzar los valores humanos que le adornaban.
Tal vez él nunca sospechó que sería protagonista de una crónica negra, triste, dolorosa. Los que le conocimos y tratamos y gozamos de su amistad le echaremos de menos. El simboliza la pérdida, por el dolor, de sus compañeros de viaje que nunca llegaron a su destino.