Jaime Alonso
Nada acongoja mas a una sociedad que la percepción, ya no solo instintiva, sino real y verificable, de la multitud de sus males y la profundidad, gravedad y ausencia de remedios. La orfandad de liderazgo obliga a colectivizar de manera unánime, incontrovertible, permanente, como un clamor superior e in crescendo: “No es esto, no es esto…”.
Ortega, con la profundidad y rigor de su magisterio racional y patriotismo trágico, al frente de una generación comprometida y en el rigor de la verdad dolorosa, se desmarcó de la naciente República en el momento en que el sectarismo y odio iconoclasta quemaba el tesoro cultural de iglesias y conventos, iniciando la inicua persecución religiosa que, como forma de gobierno y asunto de Estado, desemboca en el mayor “genocidio religioso” conocido en Europa. Una “república para republicanos” excluía de partida a todo discrepante, presente o futuro.
Hoy, asimilable a los hechos históricos que desembocaron en la desafección de un sector significativo de los españoles a la II República, se ha producido la quiebra de confianza necesaria, legitimación de ejercicio, al régimen nacido de la Constitución de 1978. Pocos creen, mas allá de los que viven de ello y sus innumerables corifeos, en la posible regeneración democrática; en que, dentro del Sistema, puedan solucionarse los innumerables y gravísimos problemas que ha generado durante estos 38 años de existencia.
La victoria del terrorismo sobre el Estado de Derecho; la conversión de la justicia en una terminal sectaria y acomodaticia al gobierno de turno; el avance desbocado del secesionismo; la corrupción impune para las élites que nos desgobiernan; el permanente desacato a toda norma constitucional; el brindis al sol federalista; la sistemática y obstinada falsificación de la historia; la persecución del pasado de quienes no aportan ni auguran futuro alguno; el guerra civilismo maximalista, impostor y destructor de la convivencia, hacen cada vez más irrespirable el clima social y mas difícil el necesario sosiego y meditación que la regeneración patria apremia.
De la entrega al relativismo moral, la farsa jurídica y el esperpento internacional de nuestra Nación, vuelve a darnos cuenta la “garzonita persecución” de una inane jurista y sobre-jueza argentina, al pretender encausar a elegidos y ejemplares defensores de la sociedad, policías y guardias civiles, en su lucha contra el terrorismo y los totalitarios que iniciaban, en los años setenta, la voladura del Estado Nacional y Social de Derecho que Franco representaba. No resulta casual, ni paradójico que mientras se libera, “reinserta”, homenajea y protege a terroristas de Eta, Grapo, violadores en serie y asesinos de niños, se persiga a quienes los persiguieron con la Ley y los medios que la sociedad les procuró. Entonces triunfaba la ley y se aplicaba, los asesinos eran tratados como tal y las victimas defendidas y protegidas como merecían. Aún no se habían subvertido los valores, ni el orden natural de las cosas; las palabras tenían su significado y cada cual respondía de sus actos fueran gobernantes o ciudadanos. Del Pardo emergía una luz salvadora, ejemplar, sabia, prudente, de estadista, popular e incontrovertible.
A nadie sorprende que en una Republica bananera como Argentina, donde una familia se reparte y sucede en el poder, como usufructo hereditario, el oceánico desconocimiento de las normas básicas del derecho penal. Conceptos como legalidad, tipicidad, prescripción, amnistía, soberanía, territorialidad, irretroactividad, competencia, garantías y presunciones, son “escollos” vencibles por el magisterio del prevaricador y conquistador Garzón, transmutado en senil jueza.
Así la grotesca instrucción a la que se presta un Estado descompuesto, un gobierno autista y algunos jueces contaminados del virus progresista y el miedo escénico de ser señalados como defensores del franquismo, hacen que, sin desconocer la imposibilidad jurídica de acceder a tal arbitrariedad y despropósito, sirvan de altavoz a la condena mediática inexorable de tres honorables ministros de Franco y dos defensores del orden y la Ley, tratados como criminales.
Sepa el gobierno y los tontos útiles que le secundan, que el objetivo de tan canallesca instrucción de los inexistentes “crímenes del franquismo”, no tiene el mínimo rigor histórico, jurídico, ni político. Solo forma parte de la amplia instrumentalización que llevaran a la ONU los enemigos seculares de España: Masones, separatistas y comunistas, con el confesado propósito de equiparar a Franco con Hitler -a Stalin le siguen llamando “papito”-. Una vez obtenido tal propósito, al ser la Transición consecuencia del acuerdo de las Cortes de esa España franquista, reconciliada, en paz y desarrollo, pactada con la escasa oposición interna y externa pseudo-democrática, deslegitimar todo el proceso seguido en estos treinta y ocho años, a la Jefatura del Estado y al sector de centro derecha que se oponga al designio del nuevo Frente Popular de la III Republica, tan ingobernable, antisocial y antinacional como las anteriores, y de previsible final. Esa bomba de relojería que amenaza el corazón de la convivencia nacional y cuya desactivación debería ser prioridad de cualquier gobierno no frentista, es la “Ley de Memoria Histórica”. Su derogación el primer peldaño para no caer en el abismo del pasado, al que nos quieren llevar.
Urge una solución exógena, porque la endogamia partitocrática resulta incapaz. Quienes son causa de la causa, no pueden rectificar el mal causado. Ni saben como, al socaire del empecinamiento que nubla su inteligencia, ni tienen intención al subordinar sus intereses de poder, al interés general de los españoles. La última constatación de lo afirmado, nos lo proporciona el Ex-Ministro de Economía Pedro Solbes quien confiesa “…no haber tomado las medidas económicas adecuadas a la crisis ya palmaria en 2008, debido a las elecciones generales existentes y lo impopular de las medidas. Todo con conocimiento y anuencia de Zapatero”.
Una vez más queda patente la supeditación de los intereses generales, aunque ello ocasione la ruina y desintegración de un pueblo, a la permanencia en el poder del partido de turno. El engaño sistemático, la demagogia permanente y la manipulación sistemática, con la interesada complicidad de los medios de comunicación, hacen el resto.
En la dificultad aflora lo mejor y lo peor del ser humano. Del humanismo cristiano incorporamos mucho más que su noticia. La devoción y el análisis de nuestra historia nos debe reconfortar en el futuro, cuando la adversidad parezca insuperable. En nuestro interior debemos cultivar las flores inmarchitables e indestructibles de la dignidad, el valor, la generosidad y el patriotismo. Solo perecerán con nuestra existencia, pero abran sido ejemplo de un bello cultivo que legar.
Paz y felicidad a todos los españoles de buena voluntad y en especial a los que carecen de esperanza, están dominados por el rencor, o han aprendido a odiar aún antes de conocer.
Recordar a nuestro Caudillo Francisco Franco por el 121º Aniversario de su nacimiento: Gracias por todo lo que nos diste. Aquí va nuestro homenaje:
La diferencia… que quieren borrar.
¡FELIZ NAVIDAD!