Navidad católica, por Fray Gerundio

 
Fray Gerundio
Tradición Digital 
 
 
 
   Estoy buscando ansiosamente en la prensa de estos días, la noticia de que algún Rabino, algún jefe musulmán, el Dalai Lama, o incluso algún brujo centroafricano o amazónico, ha felicitado al Santo Padre las Navidades. Sería lo lógico, al menos si se aplican las más elementales reglas de educación. Porque después de tantas notas de apoyo del Papa al Ramadán, o a la fiesta judía de turno, solicitando la ayuda de lo Alto para que se recojan frutos espirituales, estaría bueno que no pidieran ellos también al “mismo Dios”, –que es como hay que referirse a la Santísima Trinidad según los nuevos cánones ecuménicos–, que los católicos y cristianos de todo el mundo aprovechen estos días para sacar copiosos frutos sobrenaturales.
 
   No sé, la verdad. Pero me temo que no van a llegar a tiempo estas felicitaciones. Sencillamente porque ellos no creen en este Dios que se ha hecho Hombre, en este Niño que es verdadero Dios y verdadero hombre. Y por eso, no tienen por qué felicitarnos. ¿Qué sentido tendría que los judíos felicitaran al Papa por esta Navidad? Deben estar destornillándose de risa, porque estamos celebrando el nacimiento de un impostor, que se presentaba como el Mesías, y al que sus antepasados crucificaron para esperar al verdadero, que por cierto todavía no les ha llegado.
 
   Y es que no tiene sentido celebrar la Navidad si no se cree en Jesucristo. Y a esto añado: si no se cree en Jesucristo según ha creído siempre la Iglesia. Porque hay que llevar cuidado con el Jesús que nos presentan y predican ahora muchos miembros de la Jerarquía. Antes de aceptar lo que digan, hemos de comprobar si está de acuerdo con la doctrina de siempre, expresada en dogmas fijos e inmutables, claro está.
 
   Por eso, a medida que se ha ido descristianizando la sociedad, ha ido ensombreciéndose la celebración de la Navidad. Se podrán criticar agriamente los años del nacionalcatolicismo (así llaman los malvados y rencorosos, -incluídos muchos clérigos y obispos-, a la reciente época de esplendor del catolicismo español), pero lo cierto es que la conmemoración del nacimiento del Señor ya no es como antes. Quien quiera hoy día celebrar estas fiestas  según un espíritu verdaderamente católico, tendrá que encerrarse en su interior y meditar estos misterios en el silencio de su corazón, como la Virgen María.
 
   Y es que ahora, una vez que se ha conseguido inocular en los católicos la idea de que todos estamos salvados, una vez que la lucha contra el pecado ha dejado de interesar e incluso se presenta como obsoleta, también la lucha por la santidad ha perdido su fuerza. Si muchos teólogos y Pastores piensan y predican que Jesucristo es un hombre excelente para contentar a los que no creen en su divinidad, o si escabullen hablar de Él como Mesías, para contentar a los que aún lo siguen esperando y lo rechazan, es fácil concluir que la Navidad tiene menor sentido que antes, cuando todo estaba claro y neto en la doctrina y eso calaba profundamente en las prácticas.
 
   Ahora, la Navidad tiene aires nuevos. En mi convento, este año parece que no se habla de otra cosa más que de los pobres. Esta de 2013 parece  que lleva la consigna específica de los pobres. Como si hasta ahora nunca hubiera preocupado eso. Dicen mis novicios jovencillos que antes era por motivos de orgullo y autosatisfacción pelagiana, pero ahora es por verdadera solidaridad. Parece que a cualquier cosa que le añadan la expresión “cultura del encuentro” o “preocupación por el otro”, ya está todo bautizado como por arte de magia. Pero me ha venido a la memoria estos últimos días, la frase que el Señor le dirigió a Judas, tan preocupado él de los pobres: Siempre tendréis pobres entre vosotros. Decía Bernanos que en estas palabras, se comprueba que Jesucristo no era un demagogo.
 
   Me parece que al olvidar el verdadero sentido de la Encarnación del Señor para amarnos y redimirnos, se olvida todo lo demás. No puede haber en ese caso una Navidad verdaderamente alegre, porque le faltan los más elementales cimientos. Y por eso en tantos casos la Navidad se convierte en poco más que unos puros sentimientos humanos, de intercambio de saludos, de olvidos momentáneos de las rencillas familiares, de reuniones más o menos amistosas en torno a una comida o una cena. La Navidad se reduce a compras  de productos de más calidad, hasta donde cada uno pueda. Y por parte de nuestros queridos poderes públicos, a unas iluminaciones de ciudades cada vez menos católicas, con figuras más geométricas que se van acercando peligrosamente a lo que muchos quieren que sea una Navidad laica, sin Dios, sin Jesús, sin belenes y sin misas. Pero claro, ¿cómo van a celebrar una Navidad católica los mismos que aprueban el aborto o que reparten preservativos o que financian cambios de sexo o que dedican mucho dinero del presupuesto a las asociaciones de lesbis, homos, trans… y no sé cuántas aberraciones más?
 
   Me llegaba el otro día una tarjeta de un determinado comercio madrileño, en la que se invitaba a los clientes habituales a que pasaran en estos días de Diciembre por allí. Decía  más o menos, que se les invitaría a un café caliente, para celebrar su visita, o para estar juntos, o para conmemorar el solsticio de invierno o para aprovechar cualquier otro motivo. Me dio una pena tremenda, porque respiraba una cosa: lo único que no se quería celebrar era el nacimiento del Señor.
 
   Ahora nos aconsejan desde Santa Marta que nos fijemos en el silencio y en el misterio, porque el ruido y la publicidad no son buenos. Claro que dicho esto  después de tantos meses de lío, ruido, publicidad y palabras ambiguas sobre los misterios, va a ser difícil de seguir el consejo. Es como si yo me pasara todo el año desprestigiando el jamón de Jabugo y ahora les recomendara a ustedes que eso es lo mejor que hay para consumir estos días. Por eso, solamente desde la verdadera alegría y sumisión amorosa a Jesucristo, el Hijo de Dios, la Segunda Persona de la Trinidad, encarnado en el seno virginal de María, tiene sentido la Navidad. Ojalá Dios, en su amorosa entrega a los hombres, les encuentre receptivos a su Gracia. Si como dice el Evangelio, a los que habitaban en Tinieblas y Sombras de Muerte una luz les brilló, quiere decir que al ser mayores las tinieblas en este 2013, será también mayor la Luz disponible, que brilla intensamente, para ser aceptada por los hombres.
 
 
 
 
 
 

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