Honorio Feito
Ante un abarrotado salón de actos, lleno hasta la bandera (y no es un tópico porque estos días allí se muestra una exposición sobre la Bandera de España en distintas épocas de nuestra Historia), el general director del Instituto de Historia y Cultura Militar, D. Enrique Vidal de Loño, habló de los Héroes de Annual. Su disertación versó sobre uno de los temas más controvertidos de la Historia Contemporánea española, el suceso conocido como El Desastre, cuando aún hoy se discute, o mejor, se tiene una idea poco clara del número final de víctimas. Con Annual ocurre como con otros sucesos de la Historia de España, se ha escrito mucho, pero no se ha investigado suficiente. Los escritores de la izquierda, sembrando siempre el alarmismo y tratando de menospreciar al Ejército, elevaron el número de víctimas hasta los catorce mil. Mucha literatura y poca investigación, según consta en los archivos del propio Instituto de Historia y Cultura Militar (IHCM), donde se guarda la documentación más certera de aquel acontecimiento.
Quienes sí han investigado las fuentes directas cifran el número de víctimas en la mitad, más o menos, o sea, unos siete mil. Rebajar la cantidad de muertos y heridos ni evita el calificativo de Desastre y resta méritos a aquellos héroes que murieron diseminados por el camino que enlaza Annual con Melilla, ni, por supuesto, elimina las responsabilidades de quienes tuvieron en sus manos las decisiones fatales.
El general Vidal del Loño, en un detallado y ameno discurso que ha defendido acompañando a la exposición sobre el Regimiento de Caballería Alcántara, última Laureada de San Fernando, protagonista indudable de aquellas jornadas heroicas, con sus cargas contra el enemigo (que, con su maestría habitual y gran sutileza y sensibilidad ha sabido interpretar ese retratista histórico que es Ferrer Dalmau), decía que el general Vidal del Oño trazó con envidiable claridad y precisión los puntos clave de aquellas jornadas en las que España, no sólo su Ejército, sufrió la pérdida de miles de sus hijos sobre los escarpados terrenos rifeños, en lo que entonces era el territorio del Protectorado. Annual, Dar Drius, El Batel, Monte Arruit… para los curiosos, remito a la búsqueda de material fotográfico en la red y le prevengo para un escalofrío, una mezcla de miedo y vergüenza, de ternura y de amor propio, al ver a nuestros compatriotas desnutridos, doloridos, esclavizados, atados sus famélicos cuerpos inermes a una pared por las argollas que fueron el emblema de su esclavitud, y sólo ese muro les permitió mantenerse erguidos.
No comparto el dicho de que de las derrotas se aprende. La derrota rebaja la autoestima y te hace dubitativo e inseguro. Si admito que, incluso de la derrota, se pueden sacar conclusiones válidas. El comportamiento de nuestros soldados en aquellas jornadas tristes vividas en julio de 1921 fue generalmente heroico. Muchos resistieron en sus posiciones, cercados, sin rendirse, varios días sin apenas municiones, ni víveres, ni agua, hasta que Dios dispuso de sus vidas permitiendo que sus enemigos los masacraran sin piedad. Otros, sin referencia de sus unidades, ni de sus mandos, intentaron buscar la salvación tratando de alcanzar los puestos ocupados por sus compañeros en un largo recorrido que tenía, como objetivo, alcanzar Melilla, y sus cadáveres quedaron yacentes sobre la superficie como testimonio de una retirada desordenada. Los que más suerte tuvieron fueron prisioneros del enemigo. También recomiendo, a los que interese, los dos testimonios escritos de dos de los soldados que se salvaron: “Con el coronel Navarro, en operaciones de cautiverio”, del capitán de Estado Mayor D. Sigifredo Sainz Gutiérrez, publicado inicialmente en Madrid en 1924, que se puede encontrar en librerías de viejo, y “18 meses de cautiverio: de Annual a Monte Arruit”, escrito por el teniente coronel D. Eduardo Pérez Ortiz, recientemente reeditado.
Cuando apenas termino de redactar estas líneas, asisto en la Brigada de Infantería Acorazada Guadarrama XII, a la imposición de una mención honorífica especial al soldado salvadoreño José Manuel Cabrero Aquino, muerto en acto de servicio, miembro de las tropas salvadoreñas que trabajan conjuntamente con las españolas en la pacificación de Líbano. Un acto sencillo, un homenaje para que no quede en el olvido. Cada día, en nuestros cuarteles, se celebra el homenaje a los caídos, a los que perdieron su vida, pero no su dignidad. Nosotros no podemos consentir que ellos se pierdan en el olvido.