Honorio Feito
Alberto Garzón se ha presentado en las páginas de El Mundo soltando un caudal de contradicciones y pareciendo víctima de un atolondramiento ideológico, que es la moda que se impone en nuestros políticos. Andaluz, que se define como socialista, republicano y miembro del Partido Comunista. Presumo, por esta presentación, que el discurso de Pablo Iglesias, el otro astro de la militancia izquierdista, ha calado entre sus contemporáneos y afines. Porque ambos, militantes de izquierda están llamados a entenderse para bien de Izquierda Unida. O sea, que el miedo que los analistas presumen a la irrupción de Podemos en el panorama político a quien más afecta, por lo que se ve y adivinamos, es al partido de Cayo Lara.
El batiburrillo ideológico expuesto por Alberto Garzón, en la entrevista que publica el mencionado periódico, revela el tapón mental que afecta a muchos de nuestros políticos.
Dice el joven diputado por Izquierda Unida que es republicano porque es demócrata. No acierto a entender que una condición lleve implícita la otra. Republicanos hay de muchas clases y condiciones. Y muchos de los republicanos históricos, que podrían inspirar ideológicamente al señor Garzón por su militancia, no fueron precisamente ejemplos para la Democracia. Y él, que se declara socialista, pero a la vez miembro del Partido Comunista, debería recapacitar sobre el significado de éstos términos y la trascendencia histórica de ambos.
Responde a una pregunta sobre el terrorismo etarra de la siguiente manera: el terrorismo de ETA tiene una explicación original política por una cuestión de identidades nacionales que se han enfrentado… (es literal, por eso va en cursiva). Pues, sin entrar en otro debate ni consideración, lo que me gustaría es que nos dijera cuál es esa explicación; que nos de una, aunque sea breve, que nos aclare qué tipo de identidad nacional permite que ETA haya asesinado a más de un millar de españoles y haya dejado aún más heridos, y haya atentado contra la vida de hombres, mujeres y niños que jamás mancillaron el nombre de Euskal Herria, ni fueron responsables de ninguna medida, ni osaron contraponer intereses, ni hicieron otra cosa, los que más contacto tuvieron con esa bendita tierra vascongada, que trabajar para el bien común…
La perla por excelencia de la entrevista viene casi al final, cuando dice que no reconoce a Felipe VI como Rey (le llama el ciudadano Borbón), para a continuación matizar: Legalmente es el Rey, pero la legitimidad no se la doy y combatiré siempre los privilegios de la Familia Real…
En qué quedamos, si legalmente es el Rey ¿cuál es su problema, señor Garzón? Reconocer la legalidad es una cosa y no compartir ideológicamente esa legalidad es otra, pero respetarla es de oficio.
¿Y quien es este señor Garzón para dar o no dar la legitimidad al Rey?
Termino con el asunto, cómo no, de Cataluña y, por supuesto, como no podía ser de otra manera, Alberto Garzón es partidario de la consulta… pero también matiza (esto de matizar forma parte del guión, no crean), que si en Andalucía, su tierra, se pidiera una consulta para separarse de España él votaría que no. ¡Hombre!, el problema es que Cataluña aspira a meterse en el tren de cabeza, que es Europa, ¿a qué aspiraría Andalucía?… tal vez a ser el tren de cabeza del Magreb. Pero lo más curioso es que otorgue el derecho a los catalanes a decidir y no lo haga con el resto de los españoles, y especialmente los andaluces. Unos y otros han colaborado a engrandecer Cataluña con su trabajo y sus impuestos y ni unos ni otros son los que han llevado el dinero a los bancos de Andorra ni han dejado el lastre económico que padece Cataluña.
Sentencias breves, dichas con gracia y pocas palabras, las definieron los clásicos como apotegmas, y el mejor cronista de Cortes, Wenceslao Fernández Flórez solía también hacerse eco de ellas, en las Cortes de la República.