Sobre el enemigo dentro

 
Rafael C. Estremera
Mi Libro Opinión 
 
 
 
   Lo decía ayer mi camarada Eloy en su Trinchera y, como de costumbre, acertaba de pleno.
 
   El terrorismo islámico no viene de lejanos lugares; no viajan los terroristas miles de kilómetros para asesinar o poner bombas. Los que lo hacen ya los tenemos aquí, están dentro. Y la mayoría no están como inmigrantes ilegales recién llegados, sino con todas las bendiciones de la legalidad memocrática.
 
   Son los que ya llevan años entre nosotros, los que han legalizado su situación, los que han nacido aquí, los que se han convertido al Islam, los que -lejos de estar agradecidos por recibirlos- nos quieren sojuzgar. Son, en algunos países europeos, los hijos de los que llegaron en su día, como los casos de Alemania con la inmigración turca en los años 60 del pasado siglo; Francia con los argelinos que no querían ser franceses, pero si vivir a costa de Francia; Reino Unido con los originarios de los restos del Imperio.
 
   Ya se que los meapilas políticamente correctos y racionalmente gilipollas sacarán a pasear el topicazo y me llamarán racista, xenófobo y -anatema válido para todo lo que se les sale del estereotipo- fascista.
 
   Racista no lo soy. Como también comentaba ayer mi camarada Eloy Mirayo, jamás he tenido ningún problema con alguien perteneciente a otra raza. En lo personal, pues, no lo soy. En lo racional, menos aún, porque siendo español, falangista y católico es imposible ser racista. Además, ¿a qué raza pertenecen los mahometanos? ¿No hay creyentes islámicos de todo color y nacionalidad? ¿No los hay, incluso, españoles de diez generaciones -imbéciles, si; pero españoles- que se han pasado al enemigo? Tomando por islámicos a los árabes, ¿a qué raza pertenecen? ¿Son amarillos? ¿Son negros? ¿Son cobrizos? ¿Son aceitunados?. Evidentemente, los mahometanos del norte de África -que son los que más abundan por Europa- se acercan más a la raza blanca que a ninguna otra de las citadas, que son las que se estudiaban en mis años de primaria.
 
   Siguiendo las enseñanzas de mi camarada Arturo Robsy -¡presente!-, los árabes, moros y demás mahometanos norteafricanos son de origen semita; tanto como los judíos, lo que son las cosas.
 
   Por otra parte, ya me contarán ustedes -o sea, las personas racionales, no los mamarrachos mentalmente castrados- cómo voy a ser xenófobo habiendo nacido en Argentina, teniendo familia y amigos allí y siendo -como obliga la lógica de mi condición falangista- profundo creyente en la Hispanidad. Que, aunque suele olvidarse, también comprende Guinea y Filipinas.En cuanto a lo de fascista, ni merece la pena el comentario. Los mamarrachos de la democaca -definición que también debo a mi camarada Eloy- llaman fascista a todo el que no se cree sus cuentos de miedo. Es la táctica instaurada por la III Internacional, vieja de un siglo, por donde resulta -una vez más, que los progres apenas han salido de las cavernas.
 
   Hechas estas digresiones, vuelvo al tema. Y el tema es que el enemigo está dentro. Que al enemigo lo amamantamos con las ayudas sociales, con las oenegés lacrimógenas, con las oenegés -tan humanitarias-, que tienen como meta colocarnos un mahometano en casa, pero que raramente se lo llevan a la suya. El tema es que los islámicos que viven entre nosotros ni se integran ni se quieren integrar. Siguen, no sólo con su religión -que al revés, o sea, cristianos en su tierra, es prácticamente imposible y peligrosísimo- sino con sus costumbres. Costumbres que -vean por dónde- en nuestra tierra europea son ilegales. Pero ellos, con un par, las mantienen; y que nadie se las toque, porque entonces es un racista, un xenófobo y -por supuesto- un fascista. Por lo tanto, cosas imperdonables en un cristiano -o en un judío, o en un agnóstico- como sacudirle a la legítima -o a las concubinas-, abrir puertas secundarias para las mujeres en las mezquitas, obligar a las hijas a matrimonios concertados, violar a mujeres de otra religión, y tantos etcéteras que darían en la cárcel con los huesos de cualquier europeo, a los mahometanos se les permite. Se les permite incluso predicar la guerra santa contra quienes les dan cobijo, sin que un mal fiscal vea el ello un delito de odio ideológico o cosa similar, que con tanta facilidad vería si quien dijera que hay que ganarse el paraíso matando moránganos fuera yo.
 
   Y si; ya se que decir todo esto es políticamente incorrecto; ya se que decir que el enemigo está dentro es políticamente incorrecto; ya se que decir que el Islam conquistará Europa desde dentro es políticamente incorrecto. Pero mire, señor fiscal, no me empapele todavía, porque en el fondo no hago más que citar lo ya dicho por personalidades del mundo árabe.  Porque, señor fiscal, fue Ben Bella -primer Presidente de Argelia tras la independencia- el que lo avisó: “Conquistaremos Europa con el vientre de nuestras mujeres“. Y no lo dijo en una rueda de prensa, en una charla informal; lo dijo en la ONU en 1966.Luego lo han repetido otros, e incluso se le atribuye a Bin Laden. Pero fue otro Presidente argelino el que lo explicó muy requetebién:
 
   “Un día, millones de hombres abandonarán el hemisferio sur para irrumpir en el hemisferio norte. Y no lo harán precisamente como amigos. Porque irrumpirán para conquistarlo. Y lo conquistarán poblándolo con sus hijos. Será el vientre de nuestras mujeres el que nos dé la victoria.
   Al igual que los bárbaros acabaron con el Imperio Romano desde dentro, así los hijos del Islam, utilizando el vientre de sus mujeres, colonizarán y someterán a toda Europa.
   La clase política europea ha creado la fórmula perfecta para la nueva colonización islamista.
   En primer lugar, con la maquinaria abortista y el odio a la institución familiar, han hundido el índice de natalidad. La mayoría de los países europeos tienen un índice de natalidad inferior a 1,2, o sea, a partir de ahora, la población europea se reducirá en casi un 50% con cada generación“. 
 
   Lo dijo Huari Bumedian, Presidente de Argelia, en un discurso pronunciado en 1.974 ante la Asamblea de la ONU.
 
   Por cierto: datos de hoy mismo, acabados de oír por la radio, sitúan el número actual de extranjeros en España en el 12%. 
 
 
 
 
 
 

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