Editorial de Agosto 2015

 
 
 
 
Fundación al servicio de la Historia   
 
 
 
José Cristóbal Martínez-Bordiú Franco  
 
 
 
   Me presento. Soy J. Cristóbal M-Bordiú Franco, segundo hijo varón de Carmen Franco Polo, hija única de D. Francisco Franco Bahamonde. Al igual que mis hermanos, nací y crecí en el Palacio del Pardo, junto a mis abuelos quienes siempre nos dedicaron gran amor y atención, creo que en el caso de todos nosotros, correspondido.
 
   A los diecisiete años, murió el abuelo y nuestra vida, como era de suponer, cambió sustancialmente.
 
   Estaba entonces comenzando mi carrera en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid, para lo  cual me había preparado en los últimos años.
 
   A la vuelta de la “Escuela”, por las tardes me dediqué, durante bastantes días, a ayudar a mi madre a recoger y guardar en diferentes cajas de cartón, la gran cantidad de libros y documentos que guardaba el abuelo en su despacho. Así se lo había pedido el abuelo a mi madre y así lo hizo con nuestra única ayuda. Recuerdo a mi hermana Arancha trabajando con nosotros, creo que algún otro hermano ayudó en alguna ocasión.
 
   Dicha documentación fue posteriormente donada a la recién constituida para la ocasión, Fundación Nacional Francisco Franco.
 
   Después de ver cómo en el traslado de los archivos de NODO desde su antigua sede, dos de las furgonetas habían llevado “por error” su contenido a una incineradora y que el Archivo de Salamanca era privado de  la documentación relativa a la Autonomía Catalana, me reafirmo en que fue una decisión muy acertada.
 
   A los pocos meses del fallecimiento del abuelo, decidí dejar mis estudios de Arquitectura e ingresar en la Academia General Militar.
 
   Tres años más tarde, el 19 de Julio de 1979, con ocasión de mi entrega de despacho de oficial y estando parte de mi familia pernoctando en El Hotel Corona de Aragón, intentaron asesinarla como a norvietnamitas, haciendo deflagrar simultáneamente tres bombas incendiarias, inmediatamente sobre, bajo y junto a las habitaciones que ocupaban, librándose todos ellos de una muerte segura, debido a que mi abuela quería asistir a misa, a primera hora y antes del acto castrense, a la Basílica del Pilar, por lo que su servicio de seguridad y su chófer ya estaban listos junto al hotel cuando tuvo lugar el atentado y pudieron ver lo que ocurría y avisar a los bomberos inmediatamente. Aun y así murieron como consecuencia del mismo 82 personas, más del triple que el atentado del Hipercor de Barcelona, sólo superado por los atentados del metro del 11-M.  Muchos de ellos padres y familiares de mis compañeros de promoción.
 
   En su día supe lo que había ocurrido por dichos guardaespaldas, pero como funcionarios, la mayoría eran guardias civiles, me advirtieron que si tenían que firmar alguna declaración oficial, lo harían al dictado de sus superiores, ya que todos tenían responsabilidades familiares y sus vidas dependían de su sueldo.
 
   Sería de agradecer que si alguien tiene información de lo que allí realmente pasó nos lo hiciera saber, por escrito a ser posible, pues las fuerzas de seguridad del estado nunca lo investigaron, dado que dieron por buena la versión oficial, cocinada o precocinada y transmitida desde el primer momento, de que se debió a un incendio fortuito en la cocina de una churrería de la planta baja. En aquellos años la responsabilidad de los seguros no cubría los atentados terroristas de ningún signo, por lo que los propietarios del inmueble dieron por válida dicha versión.
 
   Sólo treinta años más tarde y tras el esfuerzo y la tenacidad de uno de mis compañeros, también familiar de víctima, el Tribunal Supremo sentenció que se había tratado de un atentado, sin atreverse a señalar la autoría.
 
   Creo que dicho atentado fue determinante para el posterior “intento de golpe de estado” o “teatro político”, según se mire, del 23 de Febrero de 1981.
 
   Ese mismo Septiembre y tras comunicarnos en la Academia a un reducido grupo de alumnos que de manera forzosa, sin corresponderle y temiéndose lo peor, había sido destinado a Bilbao; fue asesinado por ETA el mejor maestro que he tenido, el entonces comandante D. Julián Ezquerro Serrano.
 
   Tres años más tarde, un 20 de Noviembre y cuando me dirigía a una misa en memoria de mi abuelo, en el cuartel donde estaba destinado como Teniente, tuve un accidente con mi vehículo y dos personas fallecieron. A raíz de ello me replanteé mi vida y decidí dejar el Ejército.
 
   En el transcurso de estos años, he observado cómo la figura de Franco y los que con él colaboraron, ha sido sistemáticamente injuriada y calumniada en un proceso de ingeniería social, auspiciada por los gobiernos de izquierdas, tolerada por los de derechas, con un gran apoyo mediático y, en gran parte, pagada con los impuestos de todos los españoles.
 
   Los dos hitos, a mi parecer, más importantes de esta larguísima campaña, han sido la Ley de Reprobación del Franquismo, presentada por Alfonso Guerra y aprobada gracias a la abstención del PP, con mayoría en la cámara, en tiempos de Aznar y la mal titulada Ley de Memoria Histórica de Zapatero, cuando habrían sido mucho más certeros los adjetivos de desmemoria, amnesia o tergiversación.
 
   Durante estos años se han publicado también infinidad de artículos, libros, documentales, películas y series televisivas acerca de Franco y su tiempo, la mayoría sesgadas y tendenciosas, por lo que la percepción de la juventud española, en general, acerca de Franco y su tiempo, dista mucho de lo que fue la realidad histórica. Desde hace un año, pertenezco al Patronato de la FNFF, en las mismas condiciones que el resto de los patronos. Asisto también a la mayoría de las sesiones de la Junta Directiva.
 
   Gracias a la labor de la Fundación, de poner la documentación que guarda, al alcance y disposición de los historiadores que lo han requerido, unido a la aparición y desclasificación de documentos en otros muchos países, sobre todo en lo relativo a la Segunda Guerra Mundial, la figura de Franco va quedando mucho mejor retratada desde un punto de vista histórico en el resto del mundo, superándose muchas de las falsas leyendas que fueron publicadas dentro de la propaganda del enemigo, en plena contienda y que, a base de repetirlas, fueron aceptadas como verdaderas  por muchos.
 
   A la mayoría de la gente de mi generación, en la que me incluyo, descendientes de los combatientes en el bando nacional, nos educaron al margen de lo que ya entonces considerábamos historia antigua y superada, sin vencedores ni vencidos, en una España que debía mirar a su futuro con ilusión y esperanza, libres de ataduras ancestrales.
 
   Por desgracia y, visto lo visto, no ocurrió lo mismo con muchos descendientes del bando contrario siendo, a mi parecer, los peores, los que viniendo de una orilla, en el momento que les pareció oportuno, se pasaron a la contraria, no por convicción, si no en busca de privilegios y prebendas.
 
   Desde aquí mi agradecimiento a todos aquellos que con su esfuerzo y dedicación han conseguido que entre el maremágnum de propaganda y desinformación, vaya quedando un poso de realidad histórica. Nuestros hijos se merecen que alguien les informe de lo que fue la realidad de la Historia de España.    
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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