Juan Chicharro
General de División de Infantería de Marina (R)
Vocal del Consejo Directivo de Eurodefense
El pasado día 8 de septiembre el ministro de Defensa Sr. Morenés, respondiendo a una pregunta en Radio Nacional de España sobre el papel que podrían tener las Fuerzas Armadas en el caso de una hipotética declaración unilateral de independencia de Cataluña, dijo literalmente que: “Las FAS no tendrán que tener ningún papel en relación con el proceso soberanista catalán si todo el mundo cumple con su deber”.
He dejado pasar conscientemente unos días para comentar dichas declaraciones y sus efectos consecuentes.
No sin sorpresa he observado las diversas reacciones que representantes de las diferentes opciones políticas han manifestado al respecto. Y digo sin sorpresa porque apenas hace dos años algunos representantes de las FAS dijeron algo muy parecido, y además de ser destituidos de sus cargos, fueron ampliamente vilipendiados por casi todo el mundo. Otra vez las mismas reacciones. Es curioso que suceda algo así, porque si se analiza fríamente, y con objetividad, dicho comentario, nada puede extraerse de él que no sea la lectura y aplicación de la Constitución española.
Vivimos tiempos confusos en los que los enemigos de la Ley, los secesionistas traidores, y sus cómplices, se explayan continuamente en amenazas de todo tipo contra nuestra norma máxima de convivencia y nadie se rasga las vestiduras por ello; sin embargo, basta citar a las FAS y el cometido que la Constitución les asigna, para que surjan multitud de diatribas desde todo el espectro político. Y en éste incluyo también a una derecha timorata incapaz de defender lo que es su obligación, en este caso la más prioritaria y, además, sin suponer ningún gasto extraordinario o la resolución de un problema de especial complejidad, pues la situación es meridiana y nítida, tanto desde el punto de vista legal como por las medidas que hay que adoptar.
No analizaré los comentarios provenientes del nacionalismo radical respecto a las declaraciones del ministro en cuestión. Ya sabemos cuál es su reacción y el efecto de amplificador distorsionado a que nos tienen acostumbrados los iluminados líderes de la huida hacia ninguna parte. Sí apuntaré mi pluma contra aquéllos otros “expertos” que mantienen la tesis de que lo único que se consigue con este tipo de manifestaciones es dar alas al independentismo cargándole de razones irredentas. Francamente, me parece una situación de pusilanimidad manifiesta adoptar posturas como ésta; ¡pero si es precisamente esta actitud de inoperancia la que nos ha llevado al borde del precipicio en el que nos encontramos! La técnica del avestruz y de declaraciones pueriles, timoratas y faltas de convicción y autoridad, no sólo no ha dado resultado, sino que al sacar la cabeza del agujero y mirar en derredor, el panorama resulta mucho más desalentador que el que habría de haber atajado el problema en sus momentos incipientes. ¿No resulta esto de una obviedad manifiesta?
Otra argumentación demagógica y vacía es la que repite hasta la saciedad que hay que sentarse con los independentistas y “dialogar” para entenderse. ¿Sobre qué tienen que dialogar (mantra de moda del buenismo) o qué es lo que hay que negociar con estos personajes? ¿No basta con seguir mandando dinero a espuertas a la Generalidad, para que sea utilizado en buena medida contra el gobierno que los financia? ¿Se puede negociar cuarto y mitad de independencia? La única negociación posible a mi entender es la retirada del alocado proyecto de secesión y la jubilación anticipada de estos líderes de la traición y de la improvisación de una historia de Cataluña falsa y rocambolesca.
Cualquiera con un mínimo de cultura histórica y de capacidad analítica de movimientos similares en otros lugares del mundo sabe que la pasividad política lo único que hace es dar munición al adversario. Claro que para eso es necesario haber leído y analizado aquellos escenarios, algo que da la impresión no han hecho los responsables de la defensa de la legalidad constitucional. El estudio de la historia es imprescindible para el manejo de situaciones políticas y sociales como la presente. ¿Incultura e incompetencia? ¿Qué otra explicación cabe, ante un hecho tan grave y manifiesto?
Aquí el problema fundamental es la postura de una parte de la clase política cada vez que un representante de las FAS hace mención de lo que marca la Carta Magna. Entonces se desata el diluvio universal. Y éste es seguramente un verdadero peligro para la unidad de España: la falta de principios y criterios claros de unos políticos, incapaces de anteponer el bien común al de sus intereses partidistas. ¿A qué tanto revuelo por las palabras del ministro?
Su razonamiento no constituye más que la respuesta a una hipótesis esperpéntica, que es lo que se le ha preguntado: la de la proclamación unilateral de independencia de Cataluña, lo que supondría simplemente un golpe de estado. Y es de esperar que, ante este hecho, el Estado procediera a defenderse y responder. Nadie tiene nada que temer de las FAS. En primer lugar reaccionaría el Tribunal Constitucional y, desde luego, el Gobierno, que tiene medios más que suficientes para sofocar semejante desvarío sin tener que acudir a la potencia militar de los ejércitos.
En términos tácticos la maniobra se establece para hacer frente a la hipótesis más probable de actuación del enemigo, pero también prevé qué hacer ante la más peligrosa y esta no es otra que la inimaginable: la de la inacción del Tribunal Constitucional y la del Gobierno, y aquí entraríamos en lo que expertos constitucionalistas denominan el supuesto anticonstitucional máximo, algo que a nadie sensato le cabe en la cabeza que pueda suceder. Y por lo tanto como es inimaginable, tal como he dicho, todo el mundo cumplirá con su deber y, como bien dice el ministro, las FAS se mantendrán con lealtad a la Constitución en su sitio y punto.
Esto es simplemente lo que ha dicho el ministro y lo que en mi opinión se desprende de sus palabras.Por cierto, fíjense en la foto que acompaña este artículo. ¿Acaso caben mayor cinismo e hipocresía?