Patria y Ejército, por José Utrera Molina

 
Blog General Dávila 
 
 
   Con enorme respeto y honor recibimos hoy en el blog a don José Utrera Molina. Su presentación la hace él mismo al final del artículo: Alférez de complemento y Cabo honorario de la Legión Española. Pero la síntesis, la entrega permanente de su vida, queda resumida en el título del artículo que nos envía: Patria y Ejército.
 
   Así ha sido su vida. Dos palabras con las que ha soñado, por las que ha luchado y que ha convertido en amor y obra.
 
   El amor impulsa a la obra y los valientes luchan por ello hasta el último suspiro, sin tibiezas ni desalientos. Ese es don José Utrera Molina. Esa es la presentación de un Cabo Honorario de la Legión que ha vivido el Credo legionario hasta sus últimas consecuencias.
 
   Esta humilde tribuna agradece la sabiduría, la humildad y sobre todo el amor. Este es un blog que siempre tiene en su ideario el amor: El Amor a su Patria, a España y a sus Ejércitos.
 
   En eso es catedrático don José Utrera Molina.
 
   Su mensaje lo hacemos nuestro: “Amar a Dios, a España y a su Ejército fue un credo natural que aprendí de mis mayores”.  
 
 
PATRIA Y EJÉRCITO
 
 
José Utrera Molina 
Alférez de complemento y
Cabo honorario de la Legión Española
 
 
   Me he preguntado muchas veces, ante el misterio del silencio,de dónde proceden afectos que en el tiempo han sacudido mi alma y se han depositado en mi corazón. Desde muy pequeño, quizá por pertenecer a una familia con fuertes lazos castrenses, amé al Ejército desde el primer atisbo consciente de mi vida. Amar a Dios, a España y a su Ejército fue un credo natural que aprendí de mis mayores. De aquellos que vistieron uniforme y lo honraron hasta la muerte. Su ejemplo no se ha borrado jamás de mi memoria ni de mis afectos.
 
   José Antonio Primo de Rivera acertó a calificar, con su palabra siempre cálida y aguda, la verdad profunda de la significación del Ejército. Escribió,en cierta ocasión,“El Ejército es la salvaguardia de lo permanente”. Estas palabras constituyeron para mí la clave para madurar la verdad de mis primeros sentimientos. Lo permanente es la verdad, el honor, las creencias trascendentales y las sensibilidades espirituales. Si a ello le añadimos el amor, que lo sostiene todo, habremos completado la significación profunda del ejército.No en vano, Millán Astray, a la pregunta de quienes eran, en su experiencia, los más valientes, contestó sin dudar: “Los que aman”.
 
   Confieso sin pudor, que mi amor al Ejército se reforzó en mi permanencia breve como oficial en sus filas, y ha constituido una de las experiencias más importantes, honestas e incluso diría que de las más provechosas que mi experiencia vital me ha regalado. Conservo en mi memoria y en mi corazón los ejemplos palpitantes que he recibido de mis superiores en la época en que serví a ese orden de permanencia y de verdad. La obligación de obedecer, la disciplina en el decir, la nobleza en la comprensión y el valor para llevar a cabo cualquier género de empresa, están sin duda en la fuente emanadora que el ejército representa. Siempre he permanecido fiel al alto concepto que por encima de personalismos y de utilitarismos representa el ejército. Lo defendí en mi pequeñez, lo he enaltecido cuando contaba algunos años más y me he sentido orgulloso de comprender y defender el más alto papel escrito por él en los avatares de los tiempos.
 
   Aprovecho esta generosa tribuna, para reivindicar la esencia del ejército, que entiendo que es de la más rabiosa actualidad: el amor a la Patria. Patria y Ejército son realidades inseparables. No se entienden la una sin la otra. La milicia como garante de la Patria, como continuación natural de ésta, como expresión viril de su significado último. Estas son verdades que no cambian y que están selladas con la fecunda sangre derramada de tantos soldados esforzados de España. Termino con un mensaje de esperanza. No es la primera vez en la historia, que  España pasa por momentos turbulentos, que grupos y formaciones políticas desprecian el depósito de nuestra historia y tradiciones, que ignoran el alto valor que el Ejército representa. No hay que extrañarse. Cuando desaparecen las certezas, cuando la erosión de las instituciones públicas españolas por su falta de ejemplaridad apunta a un final de ciclo, es preciso afirmar la realidad rotundamente honesta y ejemplar del actual Ejército Español. Esto es un signo de confianza inequívoco. Es la semilla que volverá a brotar del rico humus de la tierra Española. No importa que parezca declinar el ánimo colectivo y que el buen pueblo español se acerque engañado a la negación de las virtudes básicas que permiten su supervivencia. Siempre hubo y siempre habrá una minoría altiva, audaz y dirigente que capte los momentos en que el pueblo español ha de definir, anclado en su presente, las notas del futuro.
 
 
 

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