Honorio Feito
Para muchos analistas, la Guerra Civil, o incivil, tuvo su punto de partida en el asesinato del líder católico D. José Calvo Sotelo, el 13 de julio de 1936, por miembros de la escolta del socialista Indalecio Prieto. Para otros, su origen fue la Revolución de Octubre de 1934, proceso iniciado también por los socialistas contra el régimen de la II República, en un asalto al poder y al régimen imperante. Personalmente, creo que la Guerra Civil de 1936-1939 fue el último combate –tal vez debo precisar que hasta el momento- de una campaña que se inició cuando, al término de la Guerra de la Independencia, los españoles quedaron divididos en dos grandes bandos, que vulgarmente conocemos como la izquierda y la derecha, representando cada uno una manera de pensar y hasta de actuar. La cultura tradicional española, basada en la educación católica, frente al poder laico del Estado, argumentado por el progresismo como símbolo de modernidad, aunque sólo en el enunciado. El antagonismo entre ambos ha venido estando presente a lo largo de nuestra Historia Contemporánea, es decir, a lo largo del siglo XIX y parte del XX.
A partir del 14 de abril de 1931, fecha en que quedó instaurada la Segunda República, debemos añadir a esa dualidad la radicalización de la violencia por parte del llamado “Frente Popular”, integrado por partidos radicales burgueses de Martínez Barrio y Azaña, la Unión Republicana, Izquierda Republicana, el Partido Socialista Obrero Español, el Partido Comunista de España y la Federación Anarquista Ibérica (FAI), principalmente, y es de destacar el comportamiento claramente anticlerical del régimen republicano, que condicionó la vida social de los españoles y precipitó la respuesta del otro bando.
Resulta tremendamente esclarecedora la intervención que el entonces líder de la derecha, que en aquellos años representó el partido CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas), don José María Gil Robles, expuso ante Las Cortes. En la sesión celebrada el 16 de junio de 1936, bajo el título Estado subversivo en que vive España, Gil Robles denunció la caótica situación de la nación y su discurso provocó las protestas de varios representantes del Frente Popular, lo que requirió la intervención del Presidente, D. Diego Martínez Barrio, para permitir que Gil Robles terminara su intervención e hiciera una llamada a la cordura. Extraigo de esta intervención, que está recogida en el Diario de Sesiones número 45, del 16 de junio de 1936, los siguientes y significativos datos: 160 iglesias destruidas totalmente; 51 asaltos a templos; incendios, destrozos e intentos; 69 muertos y 1287 heridos de diferente gravedad; 15 agresiones frustradas; 138 atracos consumados; 312 tentativas de atraco; 113 huelgas generales; 228 huelgas parciales; 10 empresas periodísticas totalmente destruidas; 33 asaltos a otras empresas periodísticas; 146 explosiones de bombas y petardos y otras 78 que no llegaron a estallar.
Estos datos corresponden únicamente al periodo de cuatro meses que se inicia el 16 de febrero y finaliza el 15 de junio de 1936. La situación alcanzó niveles de auténtica locura, ante la inhibición de las autoridades. El Real Automóvil Club de Inglaterra trasmitió, a través de una circular, que no garantizaba la seguridad de cualquier vehículo que visitara España, ante los acontecimientos que estaban ocurriendo.
El alemán Félix Schlayer, que vivió en España desde 1895 hasta 1937, que fue además cónsul de Noruega en Madrid durante el primer año de la Guerra Civil, salvando a casi mil personas de morir a manos de los incontrolados miembros de las checas, y es también autor de un libro, que bien pudiera haber sido un auténtico best seller a poco que algunos medios e intelectuales españoles mantuvieran unos niveles mínimos de objetividad, titulado Matanzas en el Madrid Republicano, con un subtítulo que reza: paseos, checas, Paracuellos…. En uno de sus primeros capítulos, Schlayer, conocido también como el Schindler español, buscando las razones del clima violento que se vivió en las calles de Madrid aquellos días previos a la guerra, dice: ¿De dónde emerge algo tan salvaje como esa crueldad y sus horrores? ¿Son propios del temperamento español o son achacables al bolchevismo?
Parece, pues, que en ese clima de violencia y crueldad está la huella del bolchevismo, una ideología creciente en la Europa del primer tercio del siglo XX. La Guerra Civil española, que sirvió de preámbulo, según los historiadores de este periodo, a la Segunda Guerra Mundial, se adelantó a los acontecimientos y puso freno a la expansión comunista en Europa, algo de lo que Europa tardó en darse cuenta.