Salvador Sostres
ABC
Uno de los más absurdos lugares comunes del antifranquismo es comparar al Caudillo con Hitler. Hitler le creó un problema al mundo y Franco resolvió el problema de España. Hitler asesinó a diez millones de personas y planeó el exterminio del pueblo judío, en una atrocidad sólo comparable a la de Stalin, el otro gran socialista de su era. Nada que ver con las 23.000 personas a las que Franco mandó fusilar, una cifra que en cambio sí es comparable con los crímenes de la República
Si Hitler se suicidó y no legó nada más que destrucción, vergüenza y dolor a Alemania, Franco salvó la vida de miles de judíos, murió en la cama y nos dejó en herencia a un Rey extraordinario, un país perfectamente incorporado a la Civilización, con unas magníficas relaciones internacionales y las condiciones atadas y bien atadas para el advenimiento de la democracia, que fue su gran obra póstuma.
Si Felipe se vio obligado a renunciar al marxismo y Carrillo no tuvo más remedio que aceptar al Rey, fue por el modelo de transición sólido y democrático que impulsó el franquismo, y no ellos, implicados entonces en una ideología que ha sido la mayor conspiración contra la libertad que jamás la Humanidad haya conocido. La obediencia estalinista de la «resistencia» tuvo mucho que ver con que Franco no se marchara antes.
Significó lo mismo que Hitler perdiera la guerra que Franco la ganara, y el espíritu del Desembarco de Normandía es el mismo con que los aliados reconocieron al Régimen, colaboraron con él y nos trajeron la modernidad. La superación de nuestra historia negra se entiende y se sustenta en el hecho fundamental de que Franco derrotara a los comunistas, se apartara de los falangistas y fuera un pragmático vitalizador de la clase media ordenada; mientras que Alemania ha necesitado muchos años para superar a Hitler.
Lo que podría compararse con Hitler es que los comunistas hubieran tomado España.