Hímnicas

Antonio Burgos

Blog

He
titulado “Hímnicas” este artículo porque, aparte de sonar a
grecolatino, me evita tener que ponerle “Cara al sol”, como debería.
Pero menuda me iban a armar los podemitas y los antisistemas que viven
estabulados en el sistema y con sueldos a cargo de sus presupuestos si titulo
un artículo con esa parte de la hímnica española ahora absolutamente fuera de
los cánones que imponen dictatorialmente los inquisidores de lo políticamente
correcto, tras el desoterramiento del odio realizado inconscientemente por el
malvado Zapatero. Hasta tal punto vivimos en la dictadura de lo políticamente
correcto, aunque gocemos de las formalidades de una democracia, que hasta
existe lo recomendado y lo prohibido en materias tan poco relacionadas con los
problemas reales de la gente (con el paro y esas cosas) cual la vexilología y
la hímnica. La vexilología, ya saben, es la “disciplina que estudia las
banderas, pendones y estandartes”. Hay sagradas banderas y banderas que se
pueden quemar sin que ocurra nada, impunemente, en el españolísimo No Passsa
Nada. Al contrario de lo que usted pueda pensar, “la sagrada bandera”
no es la constitucional roja y gualda; esa entra paradójicamente en el otro
apartado, las que se pueden quemar. Si lo haces, te llaman “defensor de
los derechos del proceso catalán”, o “gudari de la soberanía de las
Vascongadas” y cosas por el estilo, que por lo visto agradan mucho a
quienes se lo dicen. A mí me dicen algo de eso y de momento les miento sus
castas todas y después, ya veremos…

Las
sagradas banderas, para muchos, para la cobardía de todos, empezando por la
proverbial del Gobierno, son precisamente aquellas que están fuera de la ley.
Tú puedes quemar una bandera roja y gualda, que si es en las Vascongadas o en
Cataluña, te aplauden más que a Juan José Padilla en el Campo Pequeño de
Lisboa. Pero atrévete a escupirle a la tricolor que lleva en toda manifestación
que se precie el Tonto de la Bandera Republicana. O di que la roja con la hoz y
el martillo estaba izada cuando los genocidios de Stalin, verás la que te cae
encima.

Eso
por lo que respecta a la curiosa y rara vexilología española, la única nación
donde puedes ultrajar un símbolo patrio sin que te pase nada. Al revés, eres lo
más progre que se despacha, como Kichi, si en el mejor cahiz de tu Tacita izas
(rabizas y colipoterras, que decía Cela) la bandera de la II República. Y por
lo que respecta a la hímnica, pues tres cuartos de lo propio. Los que no
tenemos noticia de que hayan creado hasta ahora un solo puesto de trabajo ni
entregado una vivienda social a quien lo necesita se han apresurado a denunciar
a quienes cantaron el “Cara al sol” en el entierro de un patriota que
se hartó de dar empleos y pisos sindicales: don José Utrera Molina. Pues claro
que le han cantado sus camaradas falangistas el “Cara al sol” al
dignísimo Utrera Molina en el entierro. ¿Qué queríais que le cantaran, carnes
mías, “Paquito el Chocolatero”? Es que hay camaradas y camaradas,
himnos e himnos. Si el camarada fallecido lo es del PCE, cuando un ataúd dé en
tierra un machadiano golpe completamente serio puedes cantarle “La
Internacional”, que no pasa nada ni nadie te denunciará. O si es más bien
anarquistón o berrendo en antisistema, puedes despedirlo “donde quiera que
esté” (como suelen decir los que no creen en la vida eterna) cantándole
“La Varsoviana”. Pero con su letra original, “¡A las
barricadas!”, que no pasará nada; como no ocurre nada a los que han
cambiado esa letra con sus mangoletas y canturrean desde sus cargos
públicos:”¡A las mariscadas!”. Así que ya lo saben, para que se
eviten denuncias. Hay banderas y banderas. Hay himnos e himnos. Aplíquese la
habitual doble vara de medir que impuso ZP desde el odio, rompiendo la
concordia nacional, y podrá usted identificarlos perfectamente para atenerse a
las consecuencias.


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