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Pío Moa
Las
glosas del mito Franco han girado en torno a cuatro ejes: que Franco ganó
la Guerra Civil con habilidades estratégicas dignas de
Napoleón; que salvó a España de la destrucción al resistirse a entrar en
la órbita de Hitler; que pilotó la salida de España del hundimiento
económico y que fue el que urdió el proceso de la transición a la democracia.
Vida privada y vida pública impecables conjugadas. Tenacidad, serenidad,
sobriedad, desconfianza gallega y laboriosidad serían sus principales
cualidades. Los defectos o más bien excesos se le atribuirían a su mujer. La
nómina de elogios ha sido abrumadora y entre sus virtudes añadidas se
han destacado su condición de gran cazador y pescador, experto en poderes
sobrenaturales y hasta dominador extraordinario de las constantes fisiológicas.
Hoy el relato épico y heroico de Franco está agotado pese a los intentos de Pío
Moa. Los historiadores, ya desde la derecha (Payne), ya desde la izquierda
(Preston), están todos de acuerdo en asumir la extrema mediocridad del
personaje, su falta de ideas, su ambición de poder, su capacidad de
supervivencia, su cercanía a dictadores latinoamericanos más que al
propio fascismo europeo, su inserción en una historia larga de reaccionarismo ideológico
español y de guerracivilismo.
¡Todo
un pensador, este García Cárcel! Por partes: oyéndoles, se diría que Franco no
ganó la guerra. Una guerra muy difícil. El problema, ridículo para cualquier
entendido en temas militares, parece ser que algunos dicen que venció con
estrategias “dignas de Napoleón” cosa que hace reír a estrategas como nuestros
antifranquistas. Bueno, Napoleón perdió varias batallas cruciales y
finalmente la guerra; Franco no perdió una sola batalla decisiva y ganó
finalmente la guerra con máxima elegancia, sin hacer uso de la enorme
superioridad militar que había logrado partiendo de una situación prácticamente
desesperada. ¡Menudo mediocre!
Luego,
España no entró en la guerra mundial mientras Franco ostentaba la máxima
autoridad, pero al pensamiento antifranquista le parece que no hay
ninguna relación entre una cosa y la otra. Aquí, la puerilidad de los
retorcimientos argumentales alcanza verdaderas cimas. Sin Franco, por un lado,
o por el otro, habría sido imposible evitar para España una guerra mucho más
devastadora que la civil. Este fue un logro de Franco no menor que haber
vencido a un Frente Popular compuesto de totalitarios, separatistas y golpistas
varios. Pero en el fondo los pensadores antifranquistas desearían que España
hubiera sido arrasada para poder ser “liberados” por los bombardeos y tanques
useños y volver al caos de la república; o de una monarquía como la que la
engendró aquel caos. A estos descerebrados les da igual el torrente de sangre,
no solo de españoles, sino de los demás países, incluso los finalmente
vencedores, si España hubiera entrado en la guerra.
Nadie
dice que Franco hubiera pilotado la transición a la democracia, como afirma
nuestro pensador. Sí, en cambio, dos cosas: que, sin la transformación social y
económica del franquismo, la democracia habría sido inviable; y que,
efectivamente, se hizo de la ley a la ley, es decir, a partir del franquismo,
de su legitimidad; y no a partir del criminal Frente Popular, como propugnaban
y propugnan los descerebrados pensadores antifranquistas. Esto es una
evidencia, que intenta borrarse con retórica hueca, como intenta borrarse la
evidencia de que es el antifranquismo y su falseamiento de la historia lo que
ha podrido la democracia hasta hacerla irreconocible.
Dejemos
aparte las tonterías que García Cárcel achaca a otros para rebatirlas o
burlarse de ellas o esa equiparación entre Preston y Payne. Es un duelo de
tonterías, muy propio de esta clase de pensamiento. Pero hay otros méritos que
él no menciona: no solo Franco el Mediocre venció al Frente Popular y
su tutor Stalin y evitó el baño de sangre que habría supuesto la entrada en la
guerra mundial; venció también al maquis, una difícil guerra de guerrillas
comunista que en Grecia obligó a Inglaterra a tirar la toalla. Venció después
al criminal aislamiento, con la consiguiente hambruna masiva, que
quisieron imponer a España los países comunistas, demócratas y dictaduras
variopintas, todos juntos y en unión, y les obligó a aceptar el franquismo, un
régimen históricamente necesario y que no habría podido resistir a tales
presiones y hostilidad sin un enorme apoyo popular. Pues la gente
recordaba muy bien lo que habían sido la república y el Frente Popular, no como
ahora, cuando sus panegiristas los pintan con la misma masa de embustes con que
denigran a quien los venció. Y al morir Franco, España era uno de los países
más ricos y con mayor esperanza de vida del mundo, había salido de la miseria y
degradación de la república y el Frente Popular, y olvidado los odios que ahora
vuelven a resurgir por obra de los geniales antifranquistas.
En
fin, traten ustedes de pensar en otro general o político del siglo XX,
demócrata o no demócrata, español o extranjero, con un historial de logros
comparable al de Franco. Hagan este pequeño ejercicio intelectual, que propongo
en el libro Los mitos del franquismo.
Pero,
concluye nuestro pensador: Franco era un mediocre lamentable, sin ideas y no sé
cuántas deficiencias más. Pero vamos a ver hombre, mírense usted y todos los
que “piensan” como usted al espejo y verán un perfecto reflejo de ese Franco
que ustedes se empeñan en imaginar.
Mientras
no salgamos de esta miseria intelectual y moral, la sociedad continuará
descomponiéndose.
por