CARTA AL SEÑOR FRANCESC ANTICH

Señor Don Francesc Antich:

Leo por los medios que
mañana martes Su Señoría defenderá en el Senado una moción en la que instará al Gobierno a desarrollar la Ley de Memoria
Histórica en la que, además de otras peticiones, reclamará fondos para la
localización de fosas, exhumaciones e identificación de víctimas de la guerra
civil. También, y a la par, exigirá la ilegalización de la Fundación Nacional
Francisco Franco, que presido, “por hacer
apología de Franco a quien acusa de delitos de lesa humanidad y crímenes de
guerra
”.

Respecto a su primera
intención – el desarrollo de la LMH – me
gustaría aconsejarle que lea con detenimiento el reciente “Manifiesto por la
Historia y la Libertad” firmado inicialmente por 200 relevantes personalidades
de la sociedad civil y al que se han adherido miles de personas, incluidas
muchas de su misma corriente ideológica. E igualmente, respecto a la segunda,
le aconsejaría leer el Comunicado hecho recientemente por esta Fundación
respecto a la propuesta de ilegalización de la misma. Supongo que es una vana
ilusión por mi parte el pensar que Su Señoría lea, y aún más, siga mi consejo
ya que me temo que su persona pertenece a esa clase que se considera poseedora
de la única verdad : la suya. La de los demás le importa bastante poco.

En cualquier caso ¡quién
sabe! a lo mejor lo hace y en ese caso sus esfuerzos podrían dedicarse a
resolver los problemas que realmente preocupan a los españoles y no a asuntos
que ya son y pertenecen a la historia y a los historiadores.

Sinceramente me preocupa
que pretenda ilegalizar la FNFF toda vez que esta no hace otra cosa que
acogerse a lo que la Constitución Española establece en sus artículos 14, 16,
20 y 34. Tal vez es que Su Señoría sólo reconoce la libertad ideológica, de
pensamiento o de expresión a los que piensan como Vd. y se la niega a los que
difieren de la suya. Seguramente este es el problema. Sólo espero que el resto
de senadores no concuerden con su idea sectaria/excluyente y que sus anhelos
queden en tan sólo una mera intención.

Insiste Su Señoría en
acusar al Generalísimo Franco de gravísimos delitos basándose en la tan
cacareada falsificación de datos tan en boga hoy al respecto. Hoy, basta con
leer la abundantísima panoplia de estudios serios respecto al número de
víctimas de la guerra civil para constatar la mentira que Su Señoría propaga
pero intuyo que este es también un vano intento por mi parte. Su Señoría sólo
lee lo que le conviene. Prolijo sería exponer aquí alguno de esos estudios y no
lo voy a hacer, más no puedo por menos ilustrarle con alguno de los hechos
luctuosos de nuestra guerra civil ya que Su Señoría insiste en hablar de genocidios y de no sé cuántas cosas más.
Honradamente le aseguro que me gustaría hablar de otras cosas pero son Vds. los que insisten y ya va siendo hora de
recordarles lo que no quieren oír.
Hablan Vds. de genocidios. Pues bien, aquí va uno de entre los muchos otros posibles. Le voy a relatar algo
respecto a lo que sucedió con la oficialidad de la Armada en Cartagena en julio
y agosto de 1936; y de aquí vendrá más tarde el ruego que le menciono en el
título de esta carta.

Mire, Sr. Antich,
fracasado el Alzamiento en la base principal de Cartagena, en julio de 1936, la
mayoría de los jefes y oficiales afectos al movimiento fueron detenidos y apresados en diferentes buques de la flota.
Como consecuencia de los consecuentes motines provocados por los comités
revolucionarios, y a pesar de la actitud de estos, todo parecía que serían
sometidos a los procesos judiciales sumarísimos que hubieran sido procedentes.
Desafortunadamente para los detenidos la justicia en la Armada republicana se
aplicó por la vía del desacato criminal y en ningún caso por los cauces
señalados por las leyes. Ya a últimos de julio de 1936 los dirigentes de los
comités reconocidos por el Gobierno de la República maquinaron el modo de
atribuirse el derecho a imponer por sí mismos la justicia revolucionaria; de
hecho los comités en los buques no estuvieron en ningún momento dispuestos a
someterse a norma legal alguna y así comenzó una cadena de terribles asesinatos
a bordo de los buques de la Flota. Incluso, en el propio Arsenal de Cartagena
fue el propio mando, autoasumido de la misma, quien dio la conformidad a los
elementos de la Guardia Roja del Jaime I para asesinar a los presos encerrados
en ese buque. Así, sin más.

Sin atisbo de legalidad
ni garantía procesal alguna comenzó una matanza al más puro estilo soviético en
los buques Libertad, Jaime I, España n.3 y en el Rio Sil. En los buques se
procedió a maniatar de dos en dos a los oficiales con lastre a los pies y
lanzados al agua vivos en muchos casos. Otros tuvieron más suerte y antes les
propinaron un tiro en la nuca.

En el antiguo Servicio
histórico de la Armada nacional y en el de la propia roja constan los
documentos que acreditan históricamente cuanto le digo. Y de forma muy
minuciosa, se lo aseguro.

Lea, lea.

Sr. Antich, ni en los
cinco años en los que me formé en la Escuela Naval Militar, ni siquiera en los
40 años después en que permanecí en las filas de la Armada, recibí ningún tipo de incitación al
odio por estos hechos. No se olvidaba pero el perdón se impuso; incluso, sepa
Su Señoría que los hijos de los pocos oficiales que por no haberse sumado al
Alzamiento fueron fusilados por los nacionales fueron acogidos en el Colegio de Huérfanos de la Armada y después en la
propia Escuela Naval Militar llegando alguno a alcanzar el empleo de Almirante
en la Armada actual.

         Sr. Antich, habla Su Señoría de buscar cadáveres
en las cunetas – no me canso de decir que yo no me opongo a esto. Todo el mundo
tiene derecho a dar digna sepultura a sus deudos – pero a su afán le ruego que
proponga también mañana en el Senado que
se busque también a los 359 jefes y oficiales de la Armada cuyos cuerpos fueron
asesinados sin juicio alguno y arrojados
al mar de la forma más vil que se pueda uno imaginar. Y esta desagradable tarea
pudiera ser incluso fácil ya que se sabe exactamente donde fueron asesinados
toda vez que iban atados de dos en dos y con lastre en los pies. Seguro que se
pueden encontrar.

Honradamente, 80 años
después de la tragedia que supuso la guerra civil no viene a cuento levantar
heridas ya curadas. Su Señoría y su partido deberían mirar al futuro por una
España más justa y más próspera en lugar de arrinconarse en la máxima
orwelliana de que para justificar las mentiras del presente es necesario borrar
las verdades del pasado. A nosotros nos repele entrar en este juego por creer
que no conduce a nada bueno pero si se empeñan no pararemos en desmontar sus
falacias y a contarlo todo. Y francamente creo que la verdad no les conviene
para nada.

La historia demuestra
que el que siembra vientos recoge tempestades y nosotros no queremos para nada
entrar en esa absurda vorágine del “y tú
más
”.

La FNFF es una Fundación
que tiene como fines la dedicación al estudio y al conocimiento de una época de España en la que la justicia social era
el norte de sus gobernantes, la de un Estado que transformó España hasta
convertirla en la octava potencia industrial del mundo habiendo partido desde
la miseria en la que se encontraba en 1939. Tal vez el anhelo de su
ilegalización se deba al auto reconocimiento de su incompetencia y manifiesta
incapacidad para dar a nuestro pueblo la prosperidad que aquel Régimen le
proporcionó.

Juan Chicharro Ortega

Presidente Ejecutivo de la FNFF