12 de Febrero del 74 y 29 de abril del 76, por José Luis Montero

José Luis Montero Casado de Amezúa

 

La historia de la Transición suele omitir referirse a un discurso pronunciado por el entonces Presidente del Gobierno, Carlos Arias Navarro que tuvo unas consecuencias definitivas para la España de entonces y que sigue condicionando la de hoy.
 

En vida de Franco, Arias Navarro el 12 de febrero de 1974 en un discurso que ahora se considera una tímida reforma política, anunció la legalización de las “Asociaciones Políticas”. Dado que Franco nunca dio consentimiento a los partidos políticos este anuncio fue muy bien recibido por los medios de comunicación y por la opinión pública.

Pasaron dos años y dos meses y murió Franco en noviembre del 75 y el 29 de abril del 76, el mismo presidente anunció una reforma política consistente en la legalización de los partidos políticos, elecciones por sufragio universal igual, directo y secreto, una reforma sindical que terminara con el sindicato vertical, y una reforma fiscal. ¿Qué reacción podría esperarse de este discurso? ¿La misma que se produjo con motivo del espíritu del 12 de febrero? Pues no fue así. Se desencadenó una campaña de desprestigio que le fulminó y provocó su cese. ¿Cuál fue la razón? Que en el discurso dejó claro que no iba a legalizarse ningún partido que allí donde gobernara, no permita la existencia de otros partidos políticos, en diáfana alusión al Partido Comunista de España.  
 
Es de notar que en el gobierno del año 1976 figuraban Manuel Fraga, Antonio Garrigues Díaz-Cañavate, y José María de Areilza, todos ellos con buenas relaciones con los Estados Unidos y con Inglaterra, países en donde no hay partido comunista, con lo cual no les debía resultar extraño la no legalización, como tampoco le debía resultar raro a Willy Brandt, por aquél entonces protector del PSOE renovado que salió de Suresnes, pues en Alemania, tampoco el comunismo estaba legalizado. Pero, algo pasó que provocó la toma de la decisión: Arias debía ser sustituido por alguien capaz de legalizar al Partido Comunista de España. En mayo al mes del discurso, el Rey viajó a Estados Unidos y unos días después, Arias era cesado y nombrado Adolfo Suárez, Ministro Secretario General del Movimiento, sería el nuevo Presidente y en la siguiente Semana Santa legalizó el Partido Comunista, provocando la dimisión del Ministro de Marina, Pita da Veiga. Arias en abril, había anunciado la Ley de Reforma Política, para octubre, Adolfo Suárez dos meses más tarde presentó en diciembre la reforma política, octava Ley fundamental del Movimiento, bajo las cuales se desarrollaron las primeras elecciones que aprobarían la Constitución en diciembre de 1978.
 
La mayoría de las personas pensaba que era bueno que el PC fuera legalizado, pues, decían, así se sabría el apoyo verdadero que tenían, con buena intención pero con mala memoria porque el PC no obtiene el apoyo por los votos que recibe, su fuerza depende de la capacidad de acción en la calle, acción revolucionaria y aunque la legalización fue pactada para la aceptación de la Monarquía y la bandera, pasado un tiempo estamos viendo como se cuestionan ambas: la Monarquía, como se vio tras la abdicación de Don Juan Carlos y la bandera en manifestaciones con banderas anticonstitucionales, por ser republicanas y por lucir colores distintos de los que establece la Constitución. La legalización se planteaba como “reconciliación”, que consistió en aceptar ver sentados en el parlamento a Dolores Ibarruri, la Pasionaria, a Santiago Carrillo y a Rafael Alberti y algún otro, dejando de reconocer, por ejemplo, que los padres de José Luis Rodríguez Zapatero, siendo cada abuelo perteneciente a bandos distintos, vieron como se casaron sus hijos. ¿Qué mas reconciliación se puede desear, que ser una misma carne? Sin embargo el hijo, al declarar la poco reconciliadora frase “la crispación nos beneficia” ha impuesto una ley llamada de memoria histórica, que provoca el enfrentamiento, no la reconciliación.
 
Y es legítimo preguntarse, pero ¿por qué? ¿Quién tenía tanta fuerza como para exigir la legalización del Partido Comunista en España, enmendando la plana al Gobierno? ¿Cómo se logró la unanimidad de la prensa en atacar a Carlos Arias? Los comunistas nunca han perdonado que Franco, al frente del ejército sublevado, les derrotara en todas las batallas de la guerra, y por eso siguen alimentando el odio a todo lo que le recuerde; tener esto claro es lo que permite enjuiciar lo que ha ocurrido y ocurre en España. Veamos los siguientes hechos:
 
1. A España se le impuso, cuarenta años después, el mismo sistema que se impuso a los perdedores de la Segunda Guerra Mundial, la división en Comunidades Autónomas, copiado del diseñado por los aliados al entrar en Berlín estableciendo los landers. Lo oí directamente de un Director General de la Administración, a primeros de 1983. En Italia, también se establecieron las Regioni, pero, como tantas cosas, a la italiana. La justificación: hay que evitar el riesgo de que vuelva a surgir el nacionalismo, fascista o nazi.
 
2. En los países donde la Iglesia católica es mayoritaria, prende bien el comunismo por la llamada “opción por los pobres” que, en política, es fácil de asimilar demagógicamente al mensaje comunista. Por ello se fomentó la presencia del comunismo en Portugal, Francia, Italia e incluso en Grecia, ya que la jerarquía de los Ortodoxos, bastante cercanos a los católicos, siempre se ha llevado bien con los políticos y ahí está Rusia para corroborarlo. En el mundo sajón a estos países, se les llama PIGS, es decir, cerdos, a saber: Portugal, Irlanda (católica), Grecia y “Spain”.
 
Cumpliendo estas dos condiciones, división en Comunidades Autónomas y presencia del Partido Comunista, España puede ser homologada. Y ahí estamos.  
 

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