Pedro González-Bueno Benítez
“En la nación española y en su historia la religión católica no constituye un accidente, sino el elemento esencial de su historia misma. Intentemos representarnos la historia de España sin incluir como elemento esencial el catolicismo… Algunos pretenden negarlo. Pero será porque desean personalmente la descristianización de España a sabiendas de que lo de esta descristianización resultase ya no sería propiamente España, sino otra cosa, otro ser, otra nación; o, más propiamente aún, nada.”
Ideas para una filosofía de la Historia de España
Manuel García Morente
(Juan Manuel de Prada, ABC, 1 de septiembre de 2018)
España, a la muerte de su Caudillo, era una fortaleza -humana, sí- pero fortaleza material y espiritual, sin fisuras, era ¡ESPAÑA! No creo en la teoría de las dos Españas, pero sí en la España, orgullosamente aferrada a sus señas de identidad, y en la anti España, donde se integran sus enemigos, tanto nacionales como extranjeros, empeñados en destruirla. Bajo su mandato la anti España prácticamente no existió, lo cierto es que estuvo ahogada en su progreso económico y social, en su Fe, en la moral y justicia de sus Leyes y en una ejemplar autoridad.
La obsesión con Franco proviene no sólo de una gran dosis de odio, sino de la inmensa trascendencia que supone para la España a la que aspiran, hacer del Caudillo un feroz dictador y de su mandato un régimen de terror. La anti España ha logrado desde su muerte, a lo largo de cuarenta años de “democracia”, abrir una serie de frentes de enorme importancia, pero, incluso, aunque estos alcanzasen sus objetivos, ello no satisfaría, ni daría por alcanzada la victoria por la que luchan. El hundir una vez más la economía, implantar la Ley de Género, desarraigar nuestra fe, llevar al paro a millones de españoles, crear una insostenible situación por una nefasta política inmigratoria, aceptar ser humillados internacionalmente, tolerar homenajear y proteger a terroristas, no defender a sus víctimas ni a las fuerzas de seguridad, arrastrarse ante las autoridades autonómicas separatistas, vulnerar la Ley y la Justicia, vivir bajo el despotismo y la corrupción… la llevarían indudablemente a que siga la senda de los países esclavizados como Cuba, Venezuela, etc.
Pero con todo y con ello, no iban a conseguir que España muriera, que España dejara de existir. Y, además, esa España destrozada no satisfaría plenamente sus deseos. ¡Hay que hacer desaparecer todo vestigio de la España Eterna! ¡No puede perdurar su existencia ni en la memoria! ¡Hay que borrar cuatro décadas de Historia, para situarnos en la España decadente, abatida, derrotada, de principios del siglo pasado! Esa España de fe católica, orgullosa de su Historia, defensora de la familia, de la propiedad privada, de la dignidad del hombre, del trabajo, de la excelencia, del respeto… ésa que fue la España de Franco, la que se identifica con Franco, es la que hay que hacer desaparecer en el espacio, en el tiempo y en la memoria. Lograrlo, apoyándose en la cobardía y la ceguera de los políticos y la pasividad de muchos españoles, ignorantes de la tragedia que se cierne sobre ellos, sería alcanzar el objetivo final, la victoria definitiva. De ahí la obsesión de Pedro Sánchez y sus secuaces -es decir de la anti España- de exhumar los restos de Franco.