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Estamos ante una guerra que reviste, cada día más, el carácter de Cruzada,
de grandiosidad histórica, de lucha trascendental de pueblos y civilizaciones.
Una guerra que ha elegido a España, otra vez en la Historia,
como campo de tragedia y honor,
para resolver y traer la paz al mundo enloquecido hoy.
Francisco Franco
Salamanca, 18 de Abril de 1937
Pedro González-Bueno Benítez
Revista Afán
Marzo de 2019
País singular, único, trascendente… nuestra España.
El mayor imperio conocido; fundadora de Españasallende mares y continentes; madre de ese concepto único, casi mágico, que llamamos Hispanidad; que sembró medio mundo de misiones, catedrales, plazas y universidades; nación que legisló bajo el mandato de su Fe; cuya lengua alumbró el Quijote y a la que los místicos la hicieron la lengua para hablar con Dios; tierra de conquistadores, de héroes sin tacha; universalidad, gallardía, nobleza y honor…nuestra España.
Se comprende; demasiado poder y buen hacercomo para no levantar envidias y despertar ambiciones, que culminan en alianzas, leyendas negras y luchas de intereses contra España, luchas que se recrudecen en el Siglo XX, al ser España el único país del mundo que derrota al comunismo en el campo de batalla. Pero todas esas luchas se estrellan,durante casi cuatro décadas, contra la España surgida de esa victoria. España vuelve a sentirse dueña de su destino, recupera sus valores y tiempos perdidos, soplan aires de orgullo ydominio, airesimperiales quelos españoles llevaban dos siglos sin respirar. Pero el tiempo esinexorable, y el 20 de noviembre de 1975, Españapierde a su caudillo. Franco, artífice de esa España triunfante, entra a perpetuidad en la Historia,confirmando ese dicho que define al españolcomo “qué buen vasallo si hubiese buen señor.”
Ylas Instituciones funcionan, pero su falta, su dimensión comomilitar, como diplomático y como estadista, deja un gran vacío y llegan tiempos de cambio con un pueblo en paz y confiado.Se inicia la Transición, donde concurren distintos grupos, imbuidos unos -por falta de seguridad o de confianza en sí mismos- por el miedo; otros, por oportunismo o ambición política insatisfecha y, finalmente-sin duda- por personas con sana intencionalidad. Elproceso culmina con la aprobación de la Constitución de 1978. Es indudable que son muy distintos los cimientos y las motivaciones que dan lugar a la Constitución de 1978, de los que originaron el Nuevo Estado.
La entrada en vigor de la Constitución, y consecuentemente el cese de las Leyes Fundamentales, no sólo supuso un cambio del sistema político, sino un cambio radical en el espíritu de las leyes que laconforman, cambio del que -con el señuelo de la implantación de la Democracia, me atrevería a decir-no fue consciente la mayoría de los españoles. La transición adolece del traidor, maligno y terrible error de haber apoyado su aceptación presentándola como una liberación del régimen de Franco; la democracia derrocando una dictadura, como reiteradamente, si biencon otras palabras, ha manifestado Pío Moa.
Transición, como su propio nombre indica, es el paso de una situación a otra distinta.Y lo que está fuera de toda duda es que el pacífico y tan alabadoproceso fue posible gracias a las cuatro décadas de paz, progreso y convivencia que lo precedieron. Dicho de otra manera, ¿alguien puede creer que la transición se hubiera podido llevar a cabo, digamos, en los años cuarenta del siglo pasado? Y, si la transición tuvo que superaralguna dificultad, fue precisamente lo que ha tenido de verdaderamente nefasto, que es el haber tendido la mano y dado entrada a los enemigos de España y a sus políticas, origen de los males que hoy padecemos.
Estamos en vísperas de unas votaciones cuyo resultado, si los españoles no se manifiestan con firmeza en su deseo de cambio, de cambio profundo, supondrá que España siga por los derroteros que transitamos ahora. Oigo con horror a personas de alto nivel decir que “siempre ha votado en contra”, es decir para evitar el triunfo de otra posibilidad política, nunca con ilusión en la que apoyaba. Es así: una inmensa mayoría de españoles vota “tapándose la nariz”, a la defensiva, resignados con una España que no les gusta. Y así estamos, hasta aquí hemos llegado, en donde en el Congreso no se oye ni una voz que defienda los valores, los ideales, las tradiciones, la Historia de una España que añoran millones de españoles, que viven apesadumbrados por la política interior y avergonzados por la corrupción reinante y el papel claudicante ante el mundo.
Conviene recordar que la corrupción se propala de arriba abajo y no en sentido inverso, es decir que la asfixiante corrupción que vive España se origina con la llegada de la democracia, por las clases de más alto nivel que detentan el poder.
Ha llegado el momento de votar con fe en la victoria, principio fundamental para alcanzarla. Hay que entender que mirando al futuro, el que VOX obtenga una importante representación en el parlamento supondría, independientemente del color del partido gobernante, voces potentes, como las que hubo en la República, exigiendo orden, legalidad y justicia y defendiendo los intereses nacionales ante el mundo. España no es una nación cualquiera; España es una nación trascendente, como acredita su historia; España no merece que la abandonemos en manos de sus enemigos y eso es lo que supondría votar una vez más al “mal menor”.