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Coronel José Luis Isabel
Además de los referidos Caballeros Laureados de San Fernando asesinados por el Frente Popular, hubo dos militares que obtuvieron la Cruz Laureada tras haber perdido la vida a manos de los milicianos, el alférez de Artillería Mercedes Durán Garlitos y el capitán de Infantería Luis Alba Navas, ambos relacionados con el asedio al Alcázar de Toledo.
El primero de ellos había iniciado su carrera militar como soldado y alcanzado el empleo de alférez en 1935. En julio del año siguiente fue detenido y obligado a servir a las órdenes del Gobierno del Frente Popular, siendo enviado a Toledo para dirigir el tiro de las piezas que desde el Campamento de Los Alijares bombardeaban el Alcázar. El alférez Durán desvió intencionadamente los tiros de su batería, haciendo que cayesen sobre la Fábrica de Armas, que había sido ocupada por milicianos, que acudieron a su emplazamiento y le fusilaron. En 1958 se le concedió la Cruz Laureada de San Fernando.
El capitán Alba, destinado en la Escuela de Gimnasia y destacado deportista, era uno de los defensores del Alcázar. Se ofreció voluntario para salir de la fortaleza, atravesar las líneas enemigas y avisar a las tropas amigas de que el Alcázar no se había rendido, como, reiteradamente, había lanzado a los cuatro vientos la propaganda populista. Descubierto y detenido, fue trasladado a Toledo esposado, siendo asesinado antes de llegar por uno de los milicianos que le custodiaban, otro de los cuales no dudó en seccionarle los brazos con el fin de guardar como “honroso” trofeo las esposas que llevaba. Al término de la guerra la esposa del capitán Alba llevó a sus cuatro hijos al penal de Ocaña para que conociesen al asesino de su padre, allí le perdonó y pidió a sus hijos que besasen en la mejilla al pobre asesino, y así lo hicieron. Este tipo de comportamiento haría, no cabe duda, que la victoria estuviese al lado de los “nacionales” y no de aquella chusma carente de virtudes.
La figura del capitán Alba fue recordada en Toledo mediante una lápida colocada en la casa en la que había nacido, que tuvo que ser retirada ante los continuos y vesánicos ataques de los orgullos sucesores de aquel oprobioso Frente Popular. También se le dio su nombre a una de las calles de un humilde barrio toledano, que se mantuvo en su lugar hasta que el Ayuntamiento socialista, presionado por su aliado comunista, decidió sustituirlo por el del poeta, también comunista, Pablo Neruda; como se puede ver, la carroña apoya a la carroña. Junto a este héroe, se pretendió también borrar la memoria de otro, el capitán Santiago Cortés González, Caballero Laureado y glorioso defensor del Santuario de Santa María de la Cabeza. De nada valieron las protestas de los vecinos que vivían en las citadas calles. Es lo que tienen las ideas totalitarias de izquierdas, que no admiten las opiniones de quienes no comparten las suyas.
Volviendo al tema de la defensa del Alcázar de Toledo, el moderno Frente Popular ha hecho todo lo posible por borrar su recuerdo. No es extraño, pues para ellos supuso una vergüenza, en el caso de que hubiese arraigado en ellos este sentimiento. En primer lugar, debieron avergonzarse por ser tan viles como para atacar un lugar, sin la menos importancia militar, en el que se refugiaban más de quinientas mujeres y niños, sin importarles la suerte que correrían. En segundo, por ser tan inútiles e incapaces de conseguir, dada su superioridad en hombres y armamento, la rendición de la fortaleza. Y en tercero, porque su impotencia les obligó al engaño, propalando en varias ocasiones a través de la radio y la prensa que el Alcázar se había rendido. El ridículo de los gobernantes que llegaron a Toledo para presenciar la rendición de la fortaleza, entre ellos Largo Caballero y la Pasionaria, debió de ser sofocante. Y claro, todo esto había que pagarlo. Y el momento llegó cuando ayuntamientos y comunidades pasaron a poder del nuevo Frente Popular y llegó a su cumbre cuando el descerebrado aprobó una ley de “memoria histórica” y el insulso la mantuvo. A partir de ahí se trató de borrar la memoria de los héroes que habían defendido el Alcázar recurriendo a todo tipo de mentiras y estrategias.
Uno de los ataques fue el dirigido a los nombres de las calles que recordaban aquella gesta. Numerosas poblaciones españolas se habían honrado dando los nombres de “Alcázar de Toledo”, “Héroes del Alcázar”, “Héroes del Alcázar de Toledo”, “Héroes de Toledo” o “Defensores del Alcázar” a alguna de sus calles. Que esta dedicatoria no provenía de una imposición del poder lo probaban los diversos nombres elegidos y que solamente se impuso en un determinado número de localidades. Los nombres más empleados fueron los de “Héroes del Alcázar” y “Héroes del Alcázar de Toledo”. Un reducido número de estos nombres desaparecieron al llegar la llamada democracia. Luego vino la citada Ley y con ella la locura cainita para hacer desaparecer de las calles, preferentemente al llegar la noche, los nombres de nuestros héroes. No obligaba tan perniciosa y partidista Ley a quitarlos, pues tan solo fijaba la retirada de escudos, insignias, placas y otros objetos o menciones conmemorativas de exaltación, personal o colectiva, de la sublevación militar, de la Guerra Civil y de la represión de la Dictadura. Es evidente que el simple nombre de un héroe en una calle o en una placa no significa “exaltación” alguna, sino tan solo un obligado recuerdo a su gesta. Lo ignominioso de esta Ley es que tan solo se refiere a la “represión de la Dictadura”, relegando al olvido la memoria de los innumerables asesinatos, robos y tropelías llevadas a cabo por el Frente Popular durante el régimen republicano. Evidentemente, aquella no era una ley para todos los españoles sino solo para contentar a los de izquierdas y así consolarles por la derrota de 1936-1939. Por ello, los que formaban en la derecha tenían que haber rechazado tan indigno comportamiento con contundencia y no haberlo aceptado como hizo Mariano Rajoy, al que también hay que culpar por tantos desaguisados contra nuestros héroes, pues de sus oponentes podía esperarse tamaña felonía pero no de quien pretendía ser el partido votado por gente con valores. Como el pecado lleva su penitencia, los millones de votos perdidos por el Partido Popular expresaron claramente el rechazo a tan cobarde actuación.
Especialmente significativo fue lo realizado por los socialistas aprovechando el traslado del Museo del Ejército al Alcázar. Aquello fue para ellos una ocasión única para atentar contra la Historia. Pretendieron hacer desaparecer todo recuerdo de la gesta heroica realizada por los defensores del Alcázar. Se hicieron desaparecer todas las placas fijadas en los muros de los sótanos, que habían sido dedicadas por un elevado número de naciones civilizadas expresando su admiración por la defensa del Alcázar. También se eliminaron todos los objetos que recordaban dicha defensa, fue clausurado el despacho del coronel Moscardó, que sería abierto ante las reiteradas peticiones de los visitantes, y se ocultó la cripta donde estaban enterrados los defensores por medio de una cortina, que más tarde desapareció. La censura llegó a tanto que entre las piezas que se mostraban estaba la famosa motocicleta utilizada por los defensores para moler el trigo con el que hacían pan, mostrándose en el cartel simplemente que se trataba de una “Moto Harley Davidson utilizada en campaña”. La historia reciente del Alcázar quedaba resumida en una fotografía de sus ruinas, acompañada de una leyenda que simplemente se refería a cómo había quedado el Alcázar en 1936. ¿Había sido con motivo de un incendio?, ¿de un terremoto?… eso no parecía importar a los actuales defensores de la “memoria histórica”.
Como también hay personas de izquierdas honradas, ¿quién lo duda?, traemos aquí la impresión de un destacado socialista que vivió aquellos hoy ya lejanos hechos, resucitados por los idiotas. Se trata de Julián Zugazagoitia, quien al referirse a la salida del Alcázar de las fuerzas que lo habían defendido, escribía: Los héroes habían quedado dentro, dueños de una casa que, con mayor razón que nunca, será sagrada para los infantes españoles. No les discutamos ese título, que sería mezquindad tonta. La proeza cumplida allí por los soldados a las órdenes de Moscardó tiene toda la fuerza de la mejor página histórica.
¿Qué opinan de estas palabras los herederos de aquel honrado socialista?