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“Io non capisco niente. Sommo una gavia di pazzi” (no entiendo nada. Esto es una jaula de grillos) dijo Amadeo de Saboya, dio un portazo y se largó.
Observando la campaña electoral presente parece que no hayan pasado 150 años desde que el efímero Rey de España pronunciara estas palabras harto de las disputas sin fin de la vida política española.
En efecto, los partidos actuales actúan de la misma manera que entonces y sus redes mediáticas se hacen eco de la misma manera de proceder. Nada extraño cuando la democracia deviene en partitocracia , es decir cuando los partidos monopolizan los cauces de representación, se financian con fondos públicos y cuando originan la fusión de los poderes ejecutivos y legislativos. El día 28 de abril iremos a votar pero, desengáñese Vd., sus posibilidades de elección se reducen a un mínimo : tan sólo relevar a alguna de las oligarquías imperantes. Oligarquías que se renuevan por cooptación sin que Vd. haya tenido parte ni parte en la selección de sus componentes.
Estamos ante una lucha por el poder y por el dinero público y he ahí la dureza de la batalla planteada. Cada partido responde a factores fácticos que al elector medio se le escapan del todo. No obstante sí que hay un factor preocupante en estas elecciones y este no es otro que el carácter guerracivilista que la izquierda liderada por el actual Presidente del Gobierno está propiciando en la misma. Es evidente que los socialistas y comunistas españoles no solo no han abjurado de su terrible pasado, sino que no cesan en exaltarlo. Es lastimoso que la excepción que el Generalísimo Franco tuvo con sus oponentes en la guerra al permitirles replantear las tensiones de una guerra civil que perdieron en el campo de batalla haya servido para poco. La herida generosamente cicatrizada en los años 60 y 70 del siglo pasado está siendo ahora excitada cruel y cínicamente. Estamos ante una obsesión permanente de la historiografía marxista al más puro estilo orwelliano; eso sí, también con el apoyo incompetente de una derecha desnortada seguramente por ignorancia y en mi opinión, también, por la falta de formación humanística y política de sus líderes, algo ciertamente preocupante.
A lo largo de la historia hay un hecho irrefutable y es que desde siempre las formas de gobierno llevan dentro de sí el puñal que las destruye. Así la monarquía muere a manos de la autocracia; la aristocracia a manos del nepotismo y la democracia a manos de la democracia. Y hoy en España es el estado en el que nos encontramos : en manos de demagogos. Y siendo grave esto, lo es más el hecho de que el actual estado de TODOS CONTRA TODOS no responde en la derecha sociológica a una razón de fondo sino a movimientos superficiales que responden a pequeñas ambiciones, rivalidades, afanes de mando y hegemonía. La realidad es que el voto de un elector no obedece en muchas ocasiones a lo que defiende este partido o este otro sino a puras circunstancias ocasionales. Grave situación cuando el oponente ideológico, el marxismo, siquiera maquillado respecto al del pasado, sigue en la misma línea manejando bien el adoctrinamiento mediante nuevas doctrinas destructoras de la sociedad con gran eficacia. Sorprende la desvergüenza de la izquierda de arrogarse la autoridad moral y la superioridad cultural. Yo defiendo la libertad, la igualdad de los hombres ante la ley, las constituciones que defienden al ciudadano de la tiranía y protegen sus derechos. Me niego a reconocer que la izquierda abrigue mejores sentimientos de los que yo tengo en cuanto a solidaridad y compasión ante los más desfavorecidos. Me niego a ser manipulado y a tener que asumir que mis ideas sean contrarias a cuanto he expuesto por el mero hecho de ser tremendamente critico con este sistema partitocrático que no democrático. Lo siento, estoy en otra onda, que algunos consideran desfasadas, pero que en el caso de los ideales que defiende esta FNFF llevaron a nuestra Patria a ser motor del máximo avance del pueblo español, a ser protagonista de la revolución industrial, de la transformación de una sociedad proletaria en otra de clase media, del salto del analfabetismo hasta la universidad masificada y desde el subdesarrollo al desarrollo entre las naciones más avanzadas del mundo. Hoy defender esto es un anatema pero que alguien me diga donde hay libertad cuando hay miseria e ignorancia. Sin embargo, mientras la izquierda no reniega de su historia, aquí la derecha anda enzarzada en luchas partidistas hasta el punto de que todo asomo de apuntar un perfil calificado peyorativamente como franquista es rechazado de plano.
No me extraña, ante esta situación, el nivel de pesimismo, “in crescendo”, que atisbo en muchos articulistas, pero si hay algo en lo que no debemos caer es en la desesperanza. Cierto es, ante lo que se vislumbra, el deseo de empatizar con Amadeo de Saboya pero eso sería traición a los ideales que defendemos y seguiremos defendiendo. Si los partidos opuestos a los intentos marxistizantes no son conscientes de todo lo que nos jugamos en este inmediato futuro, al menos quedaremos algunos en la Fundación Nacional Francisco Franco que no nos rendiremos. Jamás. Y buena prueba de ello son nuestros esfuerzos en evitar la exhumación del Generalísimo Franco como símbolo de la defensa de lo que su figura representó.