El terrorismo como instrumento de presión política, por Col. Lorenzo Fernández Navarro

 

Col. Lorenzo Fdez. Navarro

El Español

 

El terrorismo no tiene por objeto sólo o realmente, hacer daño, sino que va mucho más allá, es herramienta de imposición

 

1.- INTRODUCCIÓN.

Clausewitz

Según la definición clásica, “la guerra es la continuación de la política con otros medios”. Definición que sería necesario completar especificando que esos “otros medios o procedimientos” son precisamente la violencia.

Por otro lado, es también definición que la derrota del enemigo se logra cuando se anula su voluntad de luchar.

Esto quiere decir que la victoria no se alcanza solamente con la destrucción absoluta del oponente, sino cuando se consigue imponerle nuestra voluntad porque él ha renunciado a defender la suya. Por eso en la guerra ideológica -como en la convencional- se puede alcanzar la victoria aún cuando el enemigo conserve todo su potencial de combate. Y por el contrario este no será derrotado -aunque sea vencido- si conserva su voluntad de seguir luchando por su idea.

En una guerra convencional, la aniquilación del oponente, o los daños irreparables que se le causan en su potencial militar (armas, demografía, recursos) son determinantes para la victoria. Y ello se consigue, fundamentalmente, por el empleo de las armas y de los medios de combate: la infantería que disputa y ocupa el terreno, la destrucción producida por la artillería y la aviación, que lo facilita, y el concurso del poder naval en su doble vertiente de apoyo directo a las operaciones con el transporte y desembarco de fuerzas y con el bloqueo naval. Todo ello una vez conseguida la superioridad, o al menos “la libertad de acción” en el mar. Sin olvidar también las acciones de fuego sobre objetivos cercanos a la costa, cuyo radio de acción se ha visto notablemente ampliado merced a la aviación embarcada. En este contexto sí es determinante (aunque no resolutivo por la gran influencia que tiene el factor moral) la superioridad militar.

Por el contrario, en la guerra ideológica, el potencial militar o de combate no es determinante. Lo determinante es la voluntad de vencer. Pero la victoria la alcanza, igualmente en ambas confrontaciones, la parte del conflicto que alcanza el objetivo buscado. Y por el contrario, es derrotada, aquella que renuncia a seguir luchando por defender lo que le llevó a la confrontación. Es decir, cuando una de las partes en conflicto, anulada su voluntad de luchar y vencer, acepta las exigencias del enemigo.

 

Cabría ya decir, que cuando una de las partes asume que está en guerra y la otra no quiere  admitirlo, ni tan siquiera a nivel semántico, la voluntad de vencer y con ello las expectativas de alcanzar la victoria -los objetivos buscados- se decantan claramente a favor de la parte que asume el hecho de que se está librando una guerra. Y este sería el caso del “terrorismo etarra” frente a España.

Pues bien, si ya hemos dicho que en la guerra convencional son determinantes los medios de combate para conseguir la rendición del enemigo, en la guerra ideológica los instrumentos fundamentales son el terrorismo y la propaganda. Pero el terrorismo y la propaganda están íntimamente relacionados, pues según la definición clásica de Paul Wilkinson, el tipo de violencia terrorista consiste en el “Uso sistemático del asesinato, el daño y la destrucción, o la amenaza de ellos, para crear un clima de terror a fin de dar publicidad a una causa y de intimidar a un sector lo más amplio posible para que se satisfagan los objetivos de los terroristas”.

Pablo Martín Alonso

Y también, como enuncia el teniente general de la Guardia Civil, Pablo Martín Alonso, en su ponencia EL TERRORISMO EN LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN SOCIAL[1] La propaganda constituye pues un elemento esencial en toda organización terrorista para la consecución de sus objetivos. Hay muchas formas de hacer propaganda, pero sin duda alguna son las acciones terroristas, los atentados, la denominada tradicionalmente “propaganda armada”, la que consigue la publicidad más amplia, publicidad necesaria para conseguir efectos intimidatorios en la población o desestabilizadores para la sociedad y el Estado, a la vez que con su reivindicación los terroristas potencian la difusión de su “mensaje político” y mantienen la movilización  de sus “masas” y, sobre todo, buscan la justificación y la legitimación de su existencia.

Desde estas perspectivas vamos a analizar el terrorismo como instrumento de presión política, tal como se pone de manifiesto en el título.

 

  1. – ¿ES EFICAZ LA ACCIÓN TERRORISTA?

Cabría preguntarse si la acción terrorista es un procedimiento eficaz -dejando aparte  su inmoralidad intrínseca- para mediante la presión política alcanzar los objetivos propuestos. En primer lugar hay que convenir que la eficacia de un procedimiento se mide por su capacidad para alcanzar el objetivo. Y en este sentido hay que admitir, desgraciadamente, que el terrorismo de ETA ha resultado un instrumento completamente eficaz para alcanzar sus objetivos.

Pero no siempre es así. En el enfrentamiento ideológico, en la guerra revolucionaria y subversiva, ya se ha dicho que la fuerza no está tanto en la “potencia de combate” como en la voluntad de vencer. Por ello podría decirse que la presión política terrorista solo es eficaz  -solo alcanza sus objetivos- cuando el oponente es moralmente débil. Pongamos como ejemplo uno reciente y conocido por todos: el atentado contra las Torres Gemelas de New York el 11 de septiembre del 2001. Esta salvaje -y audaz- acción terrorista, ha conseguido un enorme fortalecimiento de la lucha contraterrorista de los EE.UU. El pueblo americano, puesto en pie con admirable unanimidad, ha reaccionado virilmente apoyando sin fisuras las políticas de una contundente reacción ofensiva-defensiva del Estado, sin temor a una posible “escalada”, asumiendo riesgos y gastos: en definitiva, con voluntad de vencer. Justo lo contrario de lo que sucedió en España con otra salvajada memorable, la masacre del 11 de marzo del 2004 en Madrid.

Partida de terroristas comunistas en España en 1946

Pero en España no siempre ha sucedido que el terrorismo doblegara a sus gobiernos y lograra alcanzar los objetivos propuestos. Tenemos el ejemplo de las guerrillas comunistas del llamado “maquis” que operaron en toda España desde 1939 hasta 1952 sin que se lograra su desaparición total hasta 1965. A pesar del número total de víctimas que causaron, y de las dificilísimas circunstancias por las que atravesó el Estado Español durante esos años, (intento de intervención armada por parte de los vencedores de la GM II, cerco económico y diplomático etc.) los gobiernos se mantuvieron firmes, con voluntad de vencer, y finalmente consiguieron erradicar el problema si ninguna concesión, sin que la acción terrorista dirigida desde el sur de Francia por Santiago Carrillo y por su correligionaria Dolores Ibárruri (a. La Pasionaria) auspiciados por la URSS y el comunismo internacional, alcanzara sus objetivos.

Aunque todo el mundo, más o menos, ha oído hablar del “maquis” pocos tienen conciencia de la magnitud del problema que afrontó el Gobierno de España -y que es necesario resaltar cuando se habla del creado por ETA- para entender el porqué de los diferentes finales de ambos movimientos subversivos. Uno, renunciando definitivamente a alcanzar su objetivo -derrocar el Régimen de Franco- y el otro logrando buena parte de sus objetivos. Y sin renuncia de lograr el resto.

Camilo Alonso Vega

En el insustituible libro del Tte. Col de la Guardia Civil Francisco Aguado Sánchez[2] y ya en su introducción, comprendemos toda la importancia que tuvo el problema, en las palabras pronunciadas por el director General de la Guardia Civil, el general Camilo Alonso Vega, al hacer balance de su largo mandato de once años y diez meses al frente de la Benemérita. Donde definió el bandolerismo comunista como un problema nacional de gran trascendencia que “Perturbaba nuestras comunicaciones, destrozaba nuestra economía, quebrantaba nuestra autoridad y nos desacreditaba en el exterior” Y en el prólogo de la obra citada tenemos unos datos que corroboran la dureza de aquél enfrentamiento donde se pone en evidencia quien llevó la peor parte en la lucha, quien se alzó con la victoria y quien finalmente fue el derrotado. Pero también que la victoria no fue sencilla.

Estos son los datos: La acción de los bandoleros comunistas (el maquis) produjo 953 asesinatos, 5.963 atracos, 8.269 actos delictivos. Murieron 2.173 bandoleros, fueron capturados 467, se presentaron 546 y fueron detenidos 2.374. Se registraron entre los bandoleros y la Guardia Civil 1.826 choques armados y las fuerzas del orden detuvieron a 19.444 cómplices. La Guardia Civil registró 257 muertos y 370 heridos. A los que habría de sumarse 12 muertos del Cuerpo General de la Policía, 11 de la policía armada y 27 del Ejército. Estos son los fríos datos que, desde un punto de vista estrictamente militar, habrían de compararse con las cerca de 1.100[3] víctimas causadas por ETA, y con las pocas “bajas” que las Fuerzas del Orden han causado a la organización terrorista. Pues aunque se contabilice el gran número de detenidos por las FOP y procesados, este número, sumado a las “bajas”, está muy lejos de acercarse a los resultados alcanzados en la lucha contra el bandolerismo comunista de la posguerra. Pero sobre todo debe compararse el resultado de ambos enfrentamientos. Teniendo en cuenta quien fue finalmente el que alcanzó sus objetivos.

Y puesto que estamos hablando de la capacidad de la acción terrorista como medio de presión para alcanzar objetivos políticos, y que cuando esto sucede es por la debilidad del Estado, también se debe resaltar que algunas veces la magnitud de la acción terrorista, puede reportar un efecto negativo para los fines buscados  (ya hemos hecho referencia al caso de EE.UU. y los atentados contra las Torres Gemelas) Pero que no siempre es así, especialmente cuando una de las partes no tiene voluntad de vencer. Es decir, ha aceptado de antemano su derrota. Por ello es oportuno hacer referencia a un caso en el que una salvaje acción terrorista estuvo a punto de dar al traste con la estrategia trazada para alcanzar sus objetivos.

El Corona de Aragón ardiendo tras el atentado de ETA

Me refiero al incendio del Hotel Corona de Aragón en Zaragoza. Oficialmente nunca se ha admitido que fuera un atentado de ETA, aunque parece ser que en un primer momento fue reivindicado por la organización terrorista. Pero el caso es que sus víctimas, aunque tardíamente, han sido reconocidas como víctimas del terrorismo. Si ciertamente fue un incendio fortuito originado en la “churrería” como oficialmente se dijo al principio ¿qué objeto tiene el reconocer a las víctimas la condición de “víctimas del terrorismo” La respuesta parece clara: los servicios de inteligencia tienen ya la certeza de que fue una salvaje acción terrorista y pasado el “peligro” de las consecuencias que pudo tener aquel atentado, la mala conciencia de los gobernantes, por no haberlo reconocido en su momento por “razones de estado”les llevó a admitirlo, aunque con retraso. Cuando el reconocerlo ya no podría dar lugar a “indeseados efectos colaterales”

En el hotel se hospedaban las familias de muchos cadetes que habían ido a Zaragoza para asistir a la entrega de despachos de la XXXVI promoción de la AGM. Entre estas familias estaba Dña. Carmen Polo, la viuda e Franco y muchos militares con sus familias que habían ido a la ceremonia. Era pues un objetivo perfecto para la acción terrorista. Murieron cerca de cien personas, entre ellos el padre y el hermano de mi amigo y compañero Peñalosa, cuyo hermano juraba bandera.

Cada vez que la prensa califica el atentado de “Hipercor” como “el más sangriento de ETA” somos muchos los que nos preguntamos: si ya se ha reconocido que las víctimas del hotel Corona de Aragón lo son de una acción terrorista ¿por qué sigue sin vincularse a ETA con la masacre? ¿Qué otra organización terrorista pudo haberlo hecho? En aquellos tiempos aún no existía la “amenaza terrorista islámica” y dejar un Corán en un cubo de la basura de la churrería del Hotel Corona de Aragón, o hacer pintadas  por las paredes de los pasillos con versículos sobre la Yihad, hubiera parecido  excesivo para cualquier servicio de inteligencia. Así pues, el “dictamen oficial” sobre la responsabilidad de aquel incendio, no pudo  ser otra que lo que realmente fue: Un churro…. Cocinado en la “churrería” y del que no se ha querido divulgar la identidad del churrero, de sus ayudantes y de sus cómplices.

Antes se ha hecho referencia al “peligro” y a que “a razones de estado” impidieron admitir la autoría de ETA. Es preciso  explicar el porqué.

 

 

El incendio del hotel Corona de Aragón tuvo lugar el día 12 de julio de 1979. Si ante aquella salvajada terrorista, con su enorme cantidad de muertos y heridos, en gran parte de familias militares (sin que nadie pudiera poner la “escusa” de que era un objetivo por ser una “Casa Cuartel”)[4] hubiera trascendido de que era un atentado de ETA, el 23 de febrero de 1981 posiblemente hubiera tenido lugar un año y pico antes…. y previsiblemente con otro resultado. Sin duda, el conocimiento en las “altas esferas” -aunque no trascendiera a la opinión pública-  de que se trataba de una acción terrorista de ETA, puso en marcha la “Operación De Gaulle” (es de suponer que con el preceptivo “Nihil Obstat”) para cortar, de una vez por todas, con aquella sangría terrorista. Finalmente  la “Operación De Gaulle” cristalizaría diecinueve meses después con le 23F. “Golpe de timón” que a consecuencia de surgir un “problema de ejecución” devino en “intentona golpista”

La negación a ultranza desde el primer momento, de la posible autoría de ETA y la posterior explicación oficial u oficiosa de que el incendio fue fortuito y “originado en la churrería” ha sido siempre una razón de estado[5]para que el luctuoso hecho no influyera negativamente en el proceso político en marcha. En el que por el contrario sí estaba interviniendo el terrorismo como instrumento de presión política.

También cabría hacer referencia al atentado terrorista del 11 de marzo del 2004 en los trenes de cercanías de Madrid, cuando fuera quien fuese la organización criminal responsable de la masacre, resultó también muy eficaz como instrumento para lograr objetivos políticos[6]

Finalmente, con los cuatro casos expuestos -Torres Gemelas, el “Maquis”, Hotel Corona de Aragón y trenes de Madrid- tenemos un muestrario para comprobar que la eficacia de la acción terrorista como instrumento de presión política está en función de la debilidad o fortaleza del Estado que la sufre. En definitiva, de la determinación o no de hacer frente  a la acción terrorista hasta su completa eliminación. Sin pensar, ni por un momento, en concederse ninguna de las reivindicaciones que se exigen como contrapartida para cesar en la acción terrorista. Y no es posible finalizar estas consideraciones sin hacer referencia al “fruto político” logrado por quienes “recogieron las nueces” en el magnicidio de Carrero Blanco. Dentro de los objetivos buscados por aquella acción terrorista, no era oportuno achacar la explosión a una fuga de gas, admitiendo la autoría de ETA. Si bien que con la oportuna intoxicación entre la que figuraba no solamente el poner en duda la autoría, sino la sibilina interpretación de que “muerto el perro se acabaría la rabia” utilizando esta expresión por resultar la más gráfica para señalar el móvil de la acción terrorista, pero poniendo al mismo tiempo de manifiesto que el Almirante fue un mártir más muerto por Dios y Por España.

La gráfica pone en evidencia los efectos salutíferos del 23F

Fueron también razones “de interés político” -pero en sentido contrario- las que llevaron a ocultar la autoría del atentado del hotel Corona de Aragón. En el caso del asesinato de Carrero Blanco, se trataba de dinamitar un régimen político. En el del incendio del Hotel Corona de Aragón “apuntalar” otro…. Y en el de los trenes del 11M desviarlo por una vía alternativa, para conducirlo a la estación final de un largo viaje que había comenzado el 20 de diciembre de 1973.

 

  1. – LOS QUE RECOGEN LAS NUECES      
  2.            

Todo programa de acción terrorista necesita detrás un proyecto político, para recoger y afianzar los frutos conseguidos mediante el terrorismo como instrumento de presión. En otras palabras, de nada sirve que alguien zarandee el árbol si no hay nadie que recoja las nueces. Por utilizar el símil, tan gráfico como cínico, empleado por el Sr. Arzallus -presidente del PNV desde 1980 hasta el 2004- y que por cierto, era hijo de un coronel del Requeté.

La necesidad de que alguien debe aprovechar políticamente la acción terrorista, es la razón de las diferentes trayectorias del terrorismo etarra y el del Grapo. En el primer caso está respaldado por un proyecto político concreto que ha ido recogiendo los frutos de la “lucha armada” al tiempo que le servía de soporte o “justificación ideológica”. Por el contrario, en el caso del GRAPO el objetivo no iba más allá de un difuso “antifascismo” pero carecía de una estructura política que recogiera las nueces obtenidas con su “lucha armada”.

 

Por otro lado el terrorismo no es sólo privativo de la guerra ideológica o subversiva, también se puede dar en la guerra convencional. Pero si bien en el primer caso es el principal medio para lograr la rendición del enemigo (pues como ya se ha dicho no se pretende -porque no se puede- agotar sus medios de combate, sino su voluntad de vencer) en el segundo caso, en la guerra convencional, sirve para facilitar el triunfo de las armas por la desmoralización de la retaguardia. Como ejemplos podríamos poner dos genocidios: El bombardeo de Hirosima y Nagasaki, cuando ya a las puertas de la victoria de EE.UU sobre el Japón, lanza dos bombas atómicas sobre poblaciones que no eran objetivo militar. Con la sola finalidad de que el terror acelerara la rendición. Objetivo sin duda alcanzado, por más que la acción constituyera un claro acto de terrorismo.

Dresde tras su bombardeo

Igualmente puede calificarse de genocidio el bombardeo por los “aliados” de ciudades alemanas que no eran objetivos militares al  final de la Segunda Guerra Mundial  con la única finalidad de quebrantar,  mediante el terror, la voluntad de lucha en la retaguardia alemana  y acelerar la rendición.  Este es el caso, entre otros muchos, del ataque aéreo sufrido por Dresde. Población sin interés militar, que no disponía de defensas antiaéreas.

Entre el 13 y el 15 de febrero de 1945 sufrió cuatro ataques aéreos consecutivos. Fue bombardeada durante toda la  noche, por la más impresionante formación de bombardeo de la historia. Las famosas superfortalezas volantes americanas. En las primeras pasadas arrojaron bombas de hasta 10.000kg llamadas “revienta manzanas” pues disponían de un retardo que les permitía, una vez que caían sobre los tejados de los edificios, ir atravesando todas las plantas hasta llegar al sótano, donde unos minutos después hacían explosión destripando el edificio. Conseguida la destrucción de la ciudad, las segundas oleadas de aviones la bombardearon con bombas de fósforo blanco (650.000 bombas incendiarias) que produce un fuego pegajoso e inextinguible que  sólo puede ser apagado privándole del oxígeno que necesita toda combustión, pero como en contacto con el aire se produce de nuevo la autoignición, en la práctica resulta inextinguible hasta que se consume totalmente el fósforo.

Como tras el primer bombardeo ya estaban las estructuras de los edificios al aire -buena parte de ellos de madera- pronto la ciudad se convirtió en una pira dantesca donde murieron abrasados decenas de miles de personas (probablemente  centenares de miles) que desesperadas buscaban libarse del fuego sumergiéndose en el río, ya que los edificios, convertidos en inmensas antorchas, no podían prestarles cobijo. Y ni aún el río pudo proporcionarles amparo, pues al sacar la cabeza fuera del agua para respirar, se encontraban con las masas flotantes del fósforo blanco ardiendo.

A la mañana siguiente, cuando los pocos supervivientes y vecinos de ciudades cercanas que habían llegado en ayuda, trataban de apagar los fuegos y socorrer a los heridos, nuevas olas de bombardeo volvieron a masacrar la ciudad. Mientras los aviones de caza que escoltaban a los bombarderos (la formación aérea superó entre las cuatro oleadas los 2.700 aparatos) al no tener que enfrentarse a la inexistente aviación de caza alemana,  emplearon sus municiones en ametrallar a la población que trataba de escapar de la ciudad.

Tanto Hirosima y Nagasaki, como Dresde, son ejemplo de terrorismo sin paliativos. Pero si buscamos “El Bombardeo de Dresde” en la Wikipedia, nos encontramos que, como es tan frecuente -o mejor dicho habitual- la información que se proporciona es sesgada y parcial, donde tras una apariencia de erudición y objetividad, se esconde la propaganda de quienes pretenden dominar la información adaptada a sus intereses. La Wikipedia insiste en el interés militar de la población para justificar el injustificable genocidio. Pero no hace referencia a las investigaciones realizadas en los archivos del Reino Unido por el historiador británico David Irving que en su libro “Apocalypsi 1945: The Destructión of  Dresden” corrobora que se trataba de una ciudad abierta, convertida por esas fechas en un hospital de guerra, donde se encontraban convalecientes más de 26.000 heridos y que la aviación de caza angloamericana al no tener enfrentamiento con la alemana se dedicó a ametrallar a la población civil.

Por otro lado, el que tras las pasadas arrojando bombas de alto explosivo, se bombardeara  la ciudad con artefactos incendiarios, desmonta desde su base la justificación que pretende la Wikipedia, al decir, que el objetivo del ataque aéreo fue la destrucción de instalaciones militares y depósitos de pertrechos de guerra.

Esta digresión tiene por objeto poner de manifiesto los intentos de ocultar, o hacer olvidar, la acción terrorista una vez que se han alcanzado los objetivos buscados. Como sucede ahora en el caso de ETA y el Gobierno Vasco.

Mediante una pretendida reparación del daño causado a las víctimas, lo que se busca es que pase a la historia el “relato” de los terroristas. Finalizada la Segunda Guerra Mundial con la victoria de los aliados, los autores de estas acciones terroristas, una vez que alcanzaron la victoria -que como ya sabemos no es otra cosa que lograr el objetivo buscado- se preocuparon de ayudar a las víctimas de la masacre. A las japonesas, tras la rendición, con atención médica de las secuelas radioactivas de los supervivientes en los EE.UU. Y en Dresde ayudando a la reconstrucción de la ciudad. En ambos casos es de suponer que además de querer mitigar el sufrimiento causado por su terrorismo, había también un cálculo político, tratando de hacer olvidar el sufrimiento que habían causado a sus víctimas, para que no se malograra la victoria alcanzada y para poder “blanquear” su responsabilidad.

Exactamente igual está sucediendo con el independentismo auspiciado por el terrorismo de ETA. Han firmado un armisticio, tras haber conseguido casi todos sus objetivos utilizando para ello “el terrorismo como instrumento de presión política”. Pero  sin cejar en su empeño de alcanzar el objetivo final. Y ahora, mediante el reconocimiento a las víctimas, y con la imposición de un  “relato” en el que se trata de justificar la acción terrorista, como indeseada consecuencia de un conflicto político, se pretende consolidar la posición alcanzada. A la espera de que una nueva coyuntura les permita lanzar la ofensiva definitiva que les permita alcanzar el objetivo final.

Y mientras tanto, como es preceptivo, aseguran la posición alcanzada y “acumulan medios” para cuando les llegue el momento. Cuestión de táctica, a la que sólo cabe oponerse eficazmente preparando un brioso contraataque, que haga retroceder al independentismo a su posición de partida.

Para ello se hace necesario “embridar” el Estado de las Taifomanías. Y su más ineludible procedimiento es que el Estado recupere la competencia de la enseñanza. Algo que jamás se debió ceder.

 

De no hacerse así, en una generación (Iceta “La Gogó del Llobregat” lo ha fijado en diez años) España se habrá convertido en un trasunto de las Repúblicas Balcánicas. La Constitución de 1978, consecuencia de nuestros pecados y origen de nuestros males, no  permitió que cada Autonomía tuviera su propio ejército. De haberlo hecho ya estaríamos, como en la edad media, con enfrentamientos fronterizos. Por el agua de los ríos o por la imposición de peajes y fielatos. Y sin embargo cedió la enseñanza a los nuevos Reinos de Taifas. Cuando es sabido que en un sistema democrático, las tensiones no se dirimen por la fuerza de las armas, sino por el número de los votos. En estas circunstancias, con la enseñanza en manos de quienes pretenden acabar con la existencia de España, el que puedan alcanzar su objetivo es cuestión de tiempo… y del imprescindible apoyo de quienes quiere destruirla, cuyo paradigma es Soros, el protector de Pedro Sánchez

Por cierto, los españoles queremos saber de que trató este apóstol del NOM con Pedro Sánchez en su reunión secreta. Y que le exigió a cambio de su apoyo para okupar la Moncloa y mantenerse en ella. ¿La disgregación de España? ¿La profanación de la tumba del Caudillo?

Tal vez Soros sea “El Cobrador del Frac” del NOM, que vino para saldar las dos deudas que sus patronos tienen con España: La del primero de abril de 1939…Y la del 31 de octubre de 1492.

Ha llegado el momento en que una vez más, en España, las campanas toquen a rebato. Está en juego la propia supervivencia de la Nación.

Un Castellano Leal

 

 

1 “Medios de Comunicación y Operaciones Militares” ponencia presentada en el XVIII Curso Internacional de Defensa. Jaca del 27 de septiembre  al  01 de octubre de 2010. Coordinado por la “Cátedra Miguel de Cervantes” de la Academia General Militar y la Universidad de Zaragoza:   Edición del Ministerio de Defensa, edición abril 2011 NIPO 075-11-083-9 / ISBN 978-84—9781-636-6  Pg. 235
[2] EL MAQUIS EN ESPAÑA Editorial San Martín 1975
[3] Es necesario contabilizar las víctimas del Hotel Corona de Aragón de Zaragoza.
 En 1989 el Tribunal Supremo concluyó que hubo intencionalidad en el incendio, señalando que “no guarda relación la escasa entidad del incendio producido en la freiduría del hotel ( … ) con las catastróficas consecuencias que se originaron”.
El 10 de febrero de 2009, el Tribunal Supremo asumió que el incendio del Hotel Corona de Aragón fue intencionado y concedió una ayuda reservada a las víctimas del terrorismo. Si se trata de un atentando de ETA como todo parece indicarlo, el incendio del hotel sería el atentado más importante de la banda terrorista por lo menos hasta que se esclarezca la autoría del atentado en los trenes de cercanías de Madrid el 11 de marzo de 2004
[4] Que nadie interprete mal esta observación que está en línea con la infamia muchas veces alegada por la banda terrorista y por los que les recogen las nueces. Los atentados contra las Casas-Cuartel de la Guardia Civil en el que morían niños mientras dormían, constituyen una salvajada aún superior a la del Hotel Corona de Aragón.
[5] El día 11 de julio del 2010 me encontraba en Zaragoza alojado con mi familia en el Hotel Corona de Aragón porque al día siguiente juraba Bandera mi hijo. Por la tarde visitamos en su casa al general de ingenieros Antonio Álvarez de Miranda -primo de mi madre- y lógicamente al comentar donde estábamos alojados surgió el tema del incendio del hotel. Según refirió el general Álvarez de Miranda,    -que cuando tuvo lugar el luctuosos suceso era comandante profesor de la Academia General Militar- a primera hora de la mañana, cuando el hotel ardía por los cuatro costados, llamó desde Madrid el general Gutiérrez Mellado al general director de la AGM conminándole para que no se permitiera que se propagara la idea de que el incendio era un atentado obra de la ETA. Es evidente que entonces no podía saberse si  lo era o no lo era, pero el hecho es que de acuerdo con las instrucciones recibidas no se alteró el programa: se tocó “batallón y llamada” y los alumnos entraron en formación, tomando parte en el acto castrense,  mientras muchas de sus familias estaban muriendo a poca distancia de allí.
[6] Mi teoría, aunque sólo sea una teoría personal sin pruebas, es que el atentado fue obra de servicios secretos de Marruecos  para devolverle al presidente Aznar el amargo trago del islote de Perejil. Primero se intentó ejecutarlo  a través de la mano de ETA, pero al constatar que la organización estaba muy infiltrada por la Guardia Civil y se descubrían sistemáticamente todos sus proyectos terroristas, se optó finalmente por una ejecución con “medios propios” si bien quedaron indicios de los contactos previos entre etarras y terroristas islámicos lo que unido al “plan de decepción” ha hecho imposible hasta la fecha el esclarecer la autoría. Aunque a la vista de la evolución política en la segunda legislatura de Zapatero, parece muy claro que fueron los independentistas quienes salieron finalmente  beneficiados. Los catalanes con la reforma del “Estatut” y los vascos aprovechando esa coyuntura.

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