Himno, Bandera y niños, por Eduardo García Serrano

Eduardo García Serrano

 

En la infancia habita el hombre que ha de ser. En las claves de su memoria olvidada duermen los códigos de nuestras filias y nuestras fobias, de lo que amamos y de lo que rechazamos sin aparente lógica, sin más razón que la pulsión del instinto. En la infancia no hay Patria, solo hay  fragilidad, dependencia y… siembra. Las semillas que nuestros labradores (padres y maestros) arrojan sobre los surcos de nuestra infancia florecen y dan fruto en el hombre que ha de ser, el hombre que camina a gatas en el cachorro que aún es. Lo saben los psiquiatras, lo saben los psicólogos, lo saben los docentes… y lo saben (es lo único que saben bien y, generalmente, no para hacer el Bien) los políticos. De ahí su patológica obsesión por controlar la Enseñanza y la Educación.

Desde la muerte de Francisco Franco el patriotismo ha sido borrado de las pizarras de las escuelas españolas para escribir sobre ellas con la tiza de la Leyenda Negra y la caligrafía disolvente de la negación de la Unidad de la Patria al dictado de las tóxicas palabras de Manuel Azaña en el Ateneo de Madrid: “Venimos a encabezar una empresa de demolición que acabe con la Historia y las tradiciones de España, que son como la sífilis”. Exactamente eso es lo que se ha venido haciendo en España, desde la muerte del Generalísimo, en los patios y las aulas escolares desde el parvulario a la Universidad, con los claustros de profesores colmados de juglares del Viejo Mester de Progresía, sin más patria que el Socialismo y, si acaso, lo que ellos llaman democracia, y con los pupitres ocupados por generaciones enteras de alumnos que, al alargárseles los pantalones y despuntarles la barba, ya llevaban tatuada en el alma, en el corazón y en la conciencia una idea grotesca y tenebrista, rapaz y caricaturesca de España.

Por eso bienvenida y bienaventurada sea la iniciativa de VOX de que en Murcia, para empezar en Murcia, semilla  de Aníbal y de sus hispanocartagineses, los niños vean en sus escuelas la Bandera de España y escuchen el Himno Nacional con la cotidiana naturalidad con la que escuchan la voz de la madre y buscan su regazo para refugiarse en él, y para defenderlo hasta empeñar la vida en ello cuando el tiempo les brote el hombre que llevan dentro.

Porque la Mater Hispania es vuestra madre y la madre de vuestras madres, zagales. 

 

 


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