Franco y el barco de la ETA, por Pío Moa

Pío Moa

Dichos, Actos y Hechos

 

 

La resolución del Tribunal Supremo contrariando, al menos provisionalmente,  los planes del Doctor y su banda de ultrajar los restos de Franco, pone al descubierto dos cosas: la importancia de los jueces serios como última barrera frente a los abusos tiránicos del poder, y el disimulo e hipocresía con que tratan los medios una cuestión de máxima transcendencia política.

El ultraje a los restos de Franco es consecuencia lógica de una ley de memoria histórica que pretende imponer a los españoles una versión particular de la guerra civil y la etapa histórica posterior: la versión de los perdedores, que casualmente eran un conglomerado de totalitarios y separatistas. La ley es en su concepción radicalmente antidemocrática y de tipo norcoreano. Y no menos delictivo es su supuesto básico de que los asesinos y  torturadores de las chekas, abandonados por sus jefes al terminar la guerra y  juzgados y ejecutados por el bando vencedor, eran inocentes víctimas, fusilados por sus convicciones democráticas. Es decir, los autores de esa ley no solo son “norcoreanos”, sino que identifican la democracia con el crimen  y a sí mismos con los criminales. Nada más revelador, en cuanto se aparta su palabrería justificativa.

Estos hechos  saltan los ojos apenas se los mira de frente. Pero han quedado ocultos, o más bien han sido ocultados,  en un país donde presumen de demócratas todos los periodistas y por supuesto los políticos, desde los etarras a los peperos. Los escasísimos analistas e historiadores que hemos expuesto la realidad nos hemos visto aislados y silenciados en este régimen caído en la farsa y la patraña institucionalizadas.

La cuestión de la tumba de Franco revela una democracia fallida, que pretende funcionar con leyes antidemocráticas y ataca la misma continuidad histórica de España, socavada por quienes se sienten herederos de los separatistas y totalitarios derrotados hace ochenta años. Del franquismo proceden la monarquía actual,  la supervivencia de una Iglesia salvada del exterminio por Franco y hoy empeñada, al parecer, en autodestruirse; y la misma democracia, solo posible a partir de la sociedad próspera, moderada y libre de los odios republicanos legada por aquel régimen. Mientras que del antifranquismo impostado de separatistas y corruptos, promotores de la ley de memoria histórica,  provienen todas las amenazas a la libertad y a la propia España. Es preciso redoblar el esfuerzo por explicar y alertar a la sociedad de los muy graves peligros que dicha ley trae consigo.

De modo similar a como se intenta birlar a la opinión pública el alcance del planeado ultraje a los restos de  Franco, casi todos los medios tratan de desviar la atención de las actas de los tratos mafiosos entre la ETA y el gobierno de Zapatero. Tratos aplicados después por el PP de Rajoy. Esta cuestión está muy directamente imbricada con la de Franco. El régimen anterior encaró el terrorismo de la ETA y pudo haber acabado con él de no ser por el apoyo de gran parte del clero y de los gobiernos de Francia a los asesinos. Pero por la misma razón, la ETA se convirtió en fetiche de los “demócratas antifranquistas”, que ni eran demócratas ni habían sido antifranquistas más que con el pensamiento.

  Los etarras en cambio habían luchado y se habían  arriesgado, eran antifranquistas de verdad (y por tanto demócratas, según la versión que se iba imponiendo). Enseguida se les ofreció la “salida política” que, como la ley de memoria histórica, convertía implícitamente el crimen en un modo aceptado de hacer política. En La transición de cristal (descatalogada) en Los nacionalismos vasco y catalán en la guerra,  el franquismo y la democracia, he expuesto el enorme poder corrosivo de  esas concepciones fraudulentas  sobre la democracia y la propia identidad nacional de España. Los partidarios de la colaboración con banda armada, llevada a su culminación por Zapatero, tienen el máximo interés en disolver estas cuestiones en el magma de sus chanchullos y corrupciones diarios, y de asuntos secundarios como los impuestos y similares. Como se le escapó a un enviado de Zapatero, “estamos en el mismo barco”.  PSOE, PP , separatistas y ETA está, efectivamente, en el mismo barco. Es lo que debe terminar de comprender la sociedad.

 

 

 


Publicado

en

por

Etiquetas: