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Tal día como hoy, pero en 1962, Francisco Franco fue a visitar Valencia, donde pronunció este discurso desde el balcón del Ayuntamiento. Su visita a la provincia valenciana fue para inaugurar la nueva Institución Sindical de Formación Profesional «San Vicente Ferrer», el nuevo Gobierno Militar de Valencia y el nuevo Hospital de Valencia:
Valencianos:
Gracias, muchas gracias por ese entusiasmo que ponéis al recibirme, que constituye la afirmación más rotunda y clara de la adhesión y de la voluntad de los hijos de esta bendita tierra valenciana.
La grandiosidad de esta manifestación supera todo lo que podemos encontrar por toda la geografía española, respaldando la unidad indestructible de la Patria. Yo quisiera que el extranjero, que tanto nos calumnia, pudiese contemplar este espectáculo aleccionador para decirle: He aquí mis poderes, la unión más estrecha con mi pueblo.
He venido a dialogar con vosotros, estudiar vuestros problemas y haceros partícipes de las inquietudes de la Patria en esta hora. Soy el capitán de la nave y es natural os dé noticia de las dificultades e incidentes de la travesía. Navegar en este mundo convulsionado es el sostener una constante lucha contra los elementos, pues si bien todo es lucha en ]a naturaleza, son estas épocas de transición, que las guerras aceleran, las de tiempos más borrascosos. La calma aparente que por estar en el vértice del ciclón sentimos, es sólo un contraste con el viento huracanado que nos rodea.
La última vez que visité vuestra capital lo hice con ocasión de aquellos días tristes, cuando Valencia, tras la inundación, aparecía sepultada bajo el fango que había destruido el vergel de sus huertas y arrasado en su corriente, con preciosas vidas, .fábricas, comercios y hogares. Estas grandes catástrofes que la Naturaleza ofrece y que de tarde en tarde se abaten sobre nuestra Patria, sirven, como las viejas invasiones, para forjar y poner de relieve la solidaridad entre nuestras provincias y la eficiencia del Estado nuevo. Nuestro Régimen tiene la gran virtud de crecerse ante las dificultades, de convertir los males en bienes, y sobre los escombros y ruinas levantar las grandes construcciones, los modernos monumentos, las nuevas iglesias, las barriadas modernas con que sustituir a las chozas y edificaciones insalubres. Así, de las ruinas de la guerra y de las depredaciones de la vesania roja, salió la gran obra de las Regiones Devastadas. Del fuego de la ciudad de Santander, la nueva y bella capital montañesa. De la explosión de Cádiz, la hermosa ciudad de fuera de sus murallas. De la Sevilla inundada, los nuevos polígonos de viviendas y la solución definitiva de sus peligros. De las inundaciones de Castilla, la defensa de sus cauces y la activación de los proyectos de regadío de sus llanos. ¿Y qué he de deciros de esa bella ciudad con los pantanos en marcha que la defiendan, fecundando sus tierras, y la solución del Plan Sur de la ciudad, que abrirá la era de la nueva Valencia?
Pero no se concentra nuestra acción en la sustitución de lo destruido, pues la transformación alcanza a todas las provincias españolas con tanta más intensidad cuanto mayores sean sus necesidades. Lo realizado en estos veintitrés años, desde el término de nuestra Cruzada, constituye una ejecutoria ejemplar frente a un siglo de abandono, de atraso y de mal gobierno.
Si todo esto lo hemos podido hacer en los años más difíciles de la vida de España, sin oro ni divisas, en medio de una guerra universal y más tarde de un injusto cerco internacional, imaginaos de lo que seremos capaces con la Nación recuperada, la moneda estable, nuestro comercio floreciente, ]a industria en pleno avance y la balanza de pagos favorable. y si nos asomamos al campo, vosotros, que con vuestra laboriosidad habéis hecho a través de los siglos del agua un tesoro, sois los que mejor podéis comprender la gran obra de nuestro Movimiento para transformar las estructuras de nuestro campo y en especial las de nuestras tierras sedientas.
Estas realidades, al trascender fuera de nuestra frontera y convertirse en motivo de admiración para nuestros visitantes, suscitan la ira de nuestros adversarios, que tratan por todos los medios de desacreditamos en el exterior movilizando los resortes del comunismo y de sus compañeros de viaje. Confiaban nuestros enemigos que nos abandonaban una España inviable, destruida y desposeída de todos los recursos. Se negaban a nuestro pueblo las virtudes para levantarse, se especulaba con nuestro derrumbamiento, y agoreros y especuladores esperaban eso para caer más tarde sobre su presa. Nuestro resurgimiento les ha desconcertado, incluso a aquellos que desde el interior no querían reconocer el milagro. Había que detener nuestro resurgimiento, ahogar nuestro crédito, espantar al turismo y éste es el secreto de esas algaradas frustradas con que año tras año obsequian a la Península Ibérica, pues no somos nosotros solos el blanco de la ofensiva, sino que nuestra hermana peninsular sufre con fortaleza paralelos ataques.
Como muchas veces he repetido, no constituye esto un episodio nuevo en nuestra historia, pues se recrudece en todas las ocasiones en que nuestra Nación resurge. El mundo se había acostumbrado a una España que no contaba y le ha quedado una tendencia morbosa a creer y registrar todo lo malo que se diga, de España.
¿Cuál es la causa de la persistencia en este error?, podríamos preguntarnos. Y yo respondería que, aparte de la enemiga natural de los partidos políticos, a quienes nuestra revolución ha puesto en evidencia, y que pueden justificar posiciones apasionadas, es el de la infiltración comunista en Europa, que con su acción solapada ha venido influyendo sobre la mayoría de los órganos de opinión, siendo raro el que no se encuentra parasitado por el oro soviético. Esto nos demuestra lo que son las agencias y órganos de opinión en el mundo en que vivimos. El caso de España es una prueba clara de cómo se engaña a los pueblos. El mito del servicio a la verdad y de la libertad de Prensa ha pasado a la Historia. Cada periódico u órgano de opinión tiene su amo. ¡Cuántas veces honestos corresponsales extranjeros se dolieron. ante nuestras autoridades de haberse publicado en sus periódicos noticias totalmente contrarias a lo que ellos habían telegrafiado desde España! ¿Es que deja de ser el periódico una organización influenciable por las fuerzas secretas? ¿No constituye un negocio que puede venderse al mejor postor? ¿Es que no gasta Rusia suficiente oro para poder comprar una gran parte de la Prensa del mundo a través de sus hombres de paja e influir a la otra parte con la compra de agentes? Si la Prensa fuera verdaderamente libre, sería una libertad para una exigua minoría de millonarios de cada país.
El hecho es que hemos de resignarnos por unos años a no ser comprendidos. Si nuestras cosas gustasen en ese mundo liberal que en Europa todavía se lleva, sería una muestra de haber fracasado nuestra revolución. Y no es que esos países no padezcan problemas parecidos a los nuestros, pero son tantos los intereses creados que necesitan una revolución verdadera para poder solucionarlos. De todas maneras, las naciones se olvidan que viven una guerra fría, pero guerra al fin, solapada y traicionera, que mina los puntos vitales de los países, parásita sus organizaciones, filtrando sus agentes, frente a lo cual los viejos sistemas se presentan ineficaces. Las pérdidas de las batallas de la guerra fría son más peligrosas y trascendentes para las naciones que las de los campos de batalla.
De todo esto empiezan a apercibirse los pueblos, y todo lo bueno que hay en el hombre se rebela frente a las viejas ficciones desacreditadas. Ansía una evolución que evite la catástrofe, que salve aquellos principios por los que la vida es grata: la espiritualidad, el orden, la familia y las posibles libertades y las haga compatibles con la seguridad, la justicia social y el progreso económico. No otra cosa encierra la inestabilidad política de tantas naciones, que no saben cómo acertar. Si hoy vemos a nuestra Patria asegurada contra estos peligros es porque hemos sabido ver a tiempo estas realidades y crear un ideario político eficiente, que bajo los imperativos de la fe cristiana recoge todo lo fundamental y eficiente de las teorías políticas pasadas.
Aquel ideario por que combatimos, y que se concretó desde los primeros tiempos de la Cruzada, se encuentra hoy en plena marcha y nos ofrece sus óptimos frutos. Nuestra paz se administró para todos los españoles sin distinción de bandos. La transformación de la Nación sólo los enemigos obcecados no quieren verla. El progreso espiritual, social y económico no admite discusión. Por ello somos motivo de admiración y envidias. Si con firmeza nos mantenemos, poco pueden importamos los ladridos exteriores del comunismo o de sus asociados; lo importante es lo que pasa dentro, y, pese a las pequeñas nubes que se interpongan en nuestra marcha, el sol ha salido para España.
¡Arriba España!