01-07-1966: Franco hijo adoptivo y predilecto de Barcelona

Tal día como hoy, pero en 1966, se hace entrega a Francisco Franco de la Medalla de Oro de la Villa de Berga, y también se le nombró hijo adoptivo y predilecto de la provincia de Barcelona donde, en el almuerzo ofrecido por la Diputación Provincial de Barcelona, con asistencia de todos los Alcaldes de la Provincia, pronunció el siguiente discurso:

 

Señores:

Ha coincidido mi visita al norte de la provincia de Barcelona con la celebración en Berga del Día de la Provincia, en que se reúnen aquí trescientos Alcaldes y Jefes Locales de la misma. Esto me ofrece la ocasión de saludarles y rogarles expresen mi reconocimiento a todos los pueblos y lugares por la asistencia entusiasta que vienen ofreciéndome durante estos veintisiete años en el gobierno y transformación de nuestra Nación.

En estas grandes solemnidades, en que la provincia se congrega, se pasa revista a lo realizado y se renueva el propósito de crear nuevas fuentes de riqueza con que engrandecer a la Patria. Por vuestra implicación y responsabilidad en las realizaciones locales y provinciales comprenderéis mejor cuánto es lo hecho y cuánto todavía nos falta por alcanzar, y conocéis también cuáles son las bases para que esto pueda llevarse a cabo. Veo con satisfacción que está siempre presente en nuestro ánimo la lección de aquellos días en que España se descomponía, y en que la mayoría de los españoles volvían sus ojos hacia las nobles virtudes del Ejército, como única esperanza salvadora del caos en que veníamos precipitándonos.

Las dificultades de treinta años de Gobierno y veintisiete de paz interna, en las circunstancias más varias y difíciles por las que una nación pueda pasar, no hubiesen podido superarse si no existiese una directriz política, una doctrina y la asistencia y colaboración del pueblo que las respaldase. (Grandes aplausos)

La solución política española en sus fundamentos doctrinales y legales ha roto con el artificio de los partidos políticos que yugulaban nuestra vida asociativa! mediante una solución por completo original, evitando que las ambiciones partidistas se conviertan en factores opuestos al juego normal de las instituciones políticas.

No es nuestro Movimiento una entidad artificial impuesta entre la sociedad y el Estado, sino un proceso político de integración y renovación a través del cual la sociedad, como todo lo popular, se constituye en forma idónea para dar expresión ponderada de su sentir político. Es precisamente el concepto del Movimiento el de una organización abierta a todos los españoles con voluntad de servicio, incluyendo tendencias diferentes en su propio ser, capaz de una expresión ordenada de la opinión política general.

Hoy se acusa en el mundo, pues no se trata de un problema exclusivamente nuestro, la necesidad de dar paso a instituciones políticas más ágiles y modernas; es imperioso el recoger de la vida social los elementos vivificantes de la misma, de sus asociaciones industriales o agrícolas, de sus Sindicatos, de sus Cooperativas, de las Asociaciones y estamentos que de una manera espontánea y a través de los años ha venido ya a constituir la vida social. El mundo pugna por desprenderse, como hemos hecho nosotros, de las viejas ligaduras e inexorablemente camina hacia formas nuevas.

Más o menos perfecto nuestro sistema, vosotros conocéis bien que jamás ha interrumpido en estos años el diálogo directo con el pueblo y la colaboración de todos los sectores de la Nación en la programación y resolución de sus problemas. Los Consejos Económicos Sindicales han venido recogiendo y poniendo al día los anhelos y aspiraciones de las comarcas, en que todos los sectores de la provincia han hecho oír su voz y sus aspiraciones.

Hemos de continuar nuestro progreso económico, la elevación de! nivel de vida y una mayor justicia distributiva que nos lleve a colocar a España al nivel de los países más adelantados. Conocemos por triste experiencia a dónde nos hubiera conducido la supervivencia de los sistemas políticos esterilizantes que presidieron los destinos de España en etapas anteriores. Y podemos comprobar la eficacia y el progreso realizado en el transcurso de los últimos y difíciles veintiséis años. No porque hayamos alcanzado en muchos aspectos satisfactorias metas, hemos de pensar el que puedan colmar nuestras preocupaciones y nuestros sacrificios. Es verdad que las etapas más difíciles y heroicas han sido superadas, pero el progreso nos presenta otros problemas! nuevos, desconocidos en la etapa anterior, y que requieren unidad, autoridad y continuidad, una amplia base de paz política y la integración y la colaboración de todos los españoles a la gran tarea de nuestro tiempo.

A la altura de hoy, con la mentalidad y en las condiciones de la sociedad contemporánea, no es posible, sin incurrir en un increíble anacronismo histórico, que nadie pretenda volver a la concepción absolutista o meramente administrativa del Estado o a cualquier otra forma política en que la sociedad y el pueblo no encuentren los cauces institucionales para dar expresión de presencia política a las tendencias y estados de opinión.

No debe preocuparnos lo que se piense fuera; lo que hemos de lograr no lo conseguimos con el beneplácito ni voluntad ajenas, antes al contrario, tuvimos que pasar por el cerco y la conjura. Lo hemos conseguido con nuestro propio esfuerzo. No podemos olvidar que nuestro camino fue abierto a codazos y que todavía perdura en muchos ambientes internacionales esa conjura callada, pero que periódicamente aflora a la superficie.

(Grandes aplausos.)

Lo cierto es que hemos logrado salir de la vida cansina y sin horizontes, y que necesitamos la permanencia de nuestro sistema para fortalecer el futuro; para esto es necesario, como tantas veces os dije, mantener la unidad, sacrificando y renunciando a lo que nos separa para construir sobre lo que nos une y es común.

De aquí el interés de que continuemos el perfeccionamiento de nuestras instituciones, sin preocuparnos de! desfase temporal que nuestro sistema pueda registrar con los de otros países europeos, que pretenden resistirse a la inexorable evolución política de nuestro tiempo. Este trabaja a nuestro favor: el mundo que viene se aproximará más a lo social y espiritual que nosotros alumbramos, que a lo liberal y capitalista, que a pocos aprovecha, pero que los demás repudian.

Por ello, mi consigna en estos momentos es la de seguir nuestro camino.

¡Arriba España!

(Grandes aplausos y aclamaciones: ¡Franco! ¡Franco! ¡Franco!) 

 

 


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