El gran debate: qué fue el franquismo y qué entender por democracia, por Pío Moa

 

Dice usted que hay que aprender del franquismo. ¿Qué, en definitiva?

–Eso habría que discutirlo mucho. Pero si el franquismo fue capaz de derrotar a totalitarios y separatistas, de evitar la guerra mundial, de  desafiar y sostenerse contra la hostilidad realmente delictiva de medio mundo, de reconstruir el país sin deudas políticas, económicas y morales externas, de conseguir una salud social, una estabilidad social y una esperanza de vida muy destacadas  en un país tradicionalmente poco lucido  en ambas cosas, en  hacer de España una potencia económica considerable… Si consiguió todo eso y otras cosas , algo habrá que aprender de él, seguramente. Creo que es el gran tema de pensamiento político que habría que abordar. No se puede despachar con esa estupidez de la dictadura y la democracia ni con las palmarias falsedades de la memoria histórica. Si queda algo de democracia actualmente viene de la herencia de estabilidad que dejó, no de los autodenominados demócratas, que en España han sido demasiadas veces bandas de botarates y corruptos. Eso ya lo decía Azaña, tan lúcido con sus compañeros como ciego hacia sí mismo.

Sin embargo el franquismo ha sido analizado por arriba y por abajo, desde la izquierda y desde la derecha, y desde el propio franquismo.

–Un análisis que no tenga muy en cuenta los hechos mencionados, sus logros reales, la transición a la democracia, y que se dedique a denigrar a aquel régimen en nombre de una democracia de pandereta… Si no empieza por ahí no irá muy lejos. Porque en España no existe pensamiento democrático, todo se reduce a cuatro tópicos simplones. O que ensalce al franquismo, pero como un régimen en definitiva normal… Todo eso vale poco.

Se entiende que para usted el franquismo no fue un régimen normal.

–Claro que no lo fue. Fue una excepción en Europa. Y una excepción positiva. Observe usted la frase-programa de Ortega: “España el problema, Europa la solución”. Una frase estúpida, pero que ha tenido tal éxito que la opinión casi generalizada es que ¡por fin, después del franquismo, habíamos “entrado en Europa”! Se había cumplido el programa de Ortega y ya éramos “normales”. Lo de Ortega tiene interés por otra causa: porque al volver del exilio en el 46, encontró al país “con una salud casi insultante” en medio del desastre moral y político del resto del continente. Creo que fue un giro radical en su punto de vista, que no llegó a desarrollar, en parte por la hostilidad que le manifestó la jerarquía eclesiástica. Hostilidad, hay que decirlo, sin ningún efecto práctico de persecución o cosa así. El franquismo fue muy poco despótico, culturalmente.

¿España debería distanciarse de Europa, entonces?

–Yo creo que España es diferente, como decía aquel lema del franquismo. No es que lo crea, es que es así. Aunque en cierto modo es no decir nada, porque Europa es un continente repleto de diferencias nacionales, cada país tiene su historia y características culturales muy marcadas, dentro de una raíz más o menos común. Así que hay que especificar en qué consiste esa diferencia. Por lo pronto, en el siglo XX España se ha desmarcado de las dos grandes guerras que en cambio afectaron a casi todas las demás naciones. No cayó luego bajo la tutela useña, se reconstruyó con sus propias fuerzas, siempre insisto en esto porque me parece crucial, mantuvo con más fuerza que otros la raíz cristiana, etc.  Estas diferencias tienen su valor. Pero la actitud de los políticos y de gran parte de la población es de un servilismo inaudito hacia lo que llaman “europa” y que ellos mismos no saben de qué se trata.

¿Europa, entonces, no ofrece nada a España?

A nuestros políticos parece que les ofrece mucho, pero creo que al país le ofrece su desaparición histórica y cultural. Lo voy a exponer de otro modo: no hay debate sobre Europa porque casi nadie sabe gran cosa del asunto, ni tampoco le interesa. Es una palabra mágica para un pensamiento mágico. En cambio sí hay un debate, aunque nada racional, sobre la guerra civil,  que se quiere presentar como una guerra entre demócratas y fascistas o reaccionarios o como se les quiera llamar. La cuestión es totalmente falsa. La cuestión real es: ¿por qué ganaron los nacionales y por qué fueron capaces de construir un régimen tan fructífero? Hay que elevar el debate en esa dirección. Y, claro, especificar qué entendemos por democracia. Los que dicen que el Frente popular representaba la democracia nos aclaran que para ellos la democracia consiste en elecciones falsificadas, en aplastar y asesinar a la oposición, en reparto de armas a los sindicatos, en terror entre los mismos componentes del Frente Popular, en dependencia total, militar y política, de Stalin, etc.  El debate es ese: qué aprender del franquismo, lo que exige analizarlo en profundidad, y qué entender por democracia. A partir de ahí se podría abordar el papel de España en Europa y en Hispanoamérica.


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