¿FRANCO DICTADOR?, por José Luis Montero Casado de Amezúa

José Luis Montero Casado de Amezúa

 

Cuando el aciago 24 de octubre de 2019 vi salir el sol que disipaba la neblina al salir el féretro de Franco era portado sobre los hombros de sus humillados descendientes,  tuve ocasión de pensar lo que ha motivado llegar a esto.

Basta con leer o escuchar los medios para que se viera que lo único que dicen de Franco es que le condenan por “dictador”.¿Por qué es censurable serlo? Parece obvio que no es un derecho de ningún hombre imponer su criterio sobre la actividad de otro hombre, pero viviendo en sociedad es necesario ejercer el poder para atender el bien común, mediante las funciones legisladoras, judiciales o ejecutivas, siendo estas últimas las que implican el verdadero poder, que no es otro que el que ejerce el que preside el poder ejecutivo. Dado que se trata de la imposición de unos hombres sobre otros, es claro que el problema se produce no por la acumulación del poder sino por la ilimitación del mismo. Y es precisamente la condición de ilimitación la única que debe sustentar el calificativo de “dictatorial”.

Hace ya muchos años presencié a una señora quejarse de algo que había hecho el gobierno de entonces, a lo que su hija de unos 25 años comentó: “a ver, madre, ha ganado las elecciones y puede hacer lo que quiera”. Esta mentalidad ha calado de tal forma en nuestra sociedad que está legitimando la falta de respeto y consideración por todo aquello que la sociedad valoraba como suyo, habiendo llegado a cambiarla tanto, que no la puede reconocer ni la madre que la parió.

Cuando hace unos quince años se empezó a proyectar la serie televisiva “Cuéntame”, el reverdecer de la memoria de aquellos años, produjo un verdadero impacto en las personas que los habían vivido. Empezó a resultar intolerable que la “dictadura” fuera recordada traduciendo la alegría con la que las personas vivían, por ello la serie siguió una línea política donde la tensión social y política era lo único que se relataba. La serie dejó de comentarse porque ya no reflejaba la forma de vivir cuyo recuerdo hacía revivir momentos de alegría. La serie continúa, pero el efecto de los primeros capítulos se apagó. Algo parecido ocurre en la película “Asignatura pendiente”, ¡qué diferencia las imágenes del recuerdo con las que reflejan la forma de vivir de los años posteriores!

Es cierto que la vinculación con la Iglesia católica llegó a límites excesivos, en cuanto a la moralidad, lo que se traducía en no permitir que durante la Semana Santa se proyectan películas para favorecer una manera religiosa de vivir de estos días santos, lo que dio lugar a la frecuente expresión: “estreno el Domingo de Resurrección” y que también hubiera una censura moral sobre películas, libros o atuendos, pero esos excesos no duraron mucho tiempo, sobre todo a partir de la actitud pastoral de la Iglesia Católica que dejó de subrayar la actitud dogmática para adoptar una actitud pastoral más respetuosa con la libertad moral asumiendo lo que llamó “autonomía de lo temporal”.

Durante los años en los que Franco fue Jefe del Estado y Presidente del Gobierno, la legislación expresamente respetaba la Ley de Dios, según la doctrina de la Iglesia Católica, y consecuentemente con ello, toda la legislación fue conforme con la doctrina social de la Iglesia, y así se produjo la recuperación social y económica de España, dentro de un marco en el que se respetaban los derechos a los trabajadores, compatible con la dinámica empresarial. Por otra parte en el terreno moral, siguiendo la Ley Natural y las enseñanzas de la Iglesia Católica, no se autorizaba la muerte de los hijos en el vientre de su madre, tampoco se permitía el divorcio a los católicos, ni se hubiera podido imponer el lugar en el que los familiares debían enterrar a sus muertos, sacándolos de una basílica.

Quizás la única decisión por voluntad personal, dictatorial, fue la prohibición de partidos políticos, que explica el consenso que se ha producido para la execrable exhumación, y ello se debió a que en su criterio los partidos no eran capaces de ponerse de acuerdo en los temas de Estado y además llevaban a los puestos de responsabilidad  personas sin preparación.

No es fácil recordar en la historia un asunto en el que la forma de ejercer la voluntad de un dictador arrastre a la cámara legisladora y al supremo tribunal de justicia, para violar un derecho natural de una familia: decidir dónde debe enterrar a sus muertos.

 

 


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