La exhumación de una reflexión silenciada: el respeto por la memoria y la figura de Franco, por Pedro de Tena

Pedro de Tena

Libertad Digital

 

Francisco José Soler Gil es un filósofo que ha dedicado casi toda su vida a las cuestiones o preguntas que él llama “últimas”. Las preguntas últimas se refieren “al origen temporal del universo, o la eternidad de su pasado; a su finitud o infinitud hacia el futuro; a la razón de ser de las leyes de la naturaleza; al origen y el destino del hombre; a su lugar en el conjunto de lo que existe; al por qué de todo esto…”

Por una vez dedicado a una cuestión “penúltima”, como es la política, y por consideración hacia sus hijos, fidelidad a su propia memoria y lealtad hacia sus deudos, ha escrito Sobre el respeto a la memoria de Francisco Franco: Carta abierta a mis hijos acerca del olvido, la “memoria histórica” y la reconciliación, un libro que ha editado él mismo y que ha subido a la plataforma Amazon. Mejor así, porque hubiera sido casi imposible encontrar un editor que afrontara los riesgos de la incorrección política que exhibe.

Es sabido que los verdaderos filósofos, los que aman la sabiduría y la verdad, se atreven a pensar desde los comienzos de las diferentes civilizaciones a veces con duras consecuencias. Desde sus personales perspectivas y con los conocimientos disponibles en sus épocas, se obligan a dar cuenta de una explicación, de una ordenación razonada de la insólita y única, por ahora, experiencia autoconsciente humana con herramientas conceptuales que ayudan a la comprensión que creen conseguir. Soler Gil se ha atrevido a pensar y a decir lo que piensa, algo que debería ser normal en una democracia sana y fértil. Pero no, no es así.

Antes de que la legión de tontos incansables que ya denunciaba Ortega levante los puños gritando “anatema”, “blasfemia” o, traducido a nuestros días, “fascista”, “franquista”, “reaccionario” sin estar dispuestos siquiera a pensar un momento o a examinar los hechos y razonamientos que se exponen, recordaré, porque es pertinente aquí, que yo mismo fui encarcelado, poco después de la muerte de Franco, por el régimen ya agónico que le sucedió.

Estructuras básicas de convivencia

No me gustaban ni me gustan las dictaduras. Tampoco la violencia ni el caos social o el desorden civil. Todos ellos acaban con las libertades y la correspondencia de derechos y deberes que hacen posible la convivencia. Coincido, pues, en lo fundamental con Soler Gil, al que tampoco gustan esos extremos pero que cree, como muchos millones de españoles creyeron, que la sublevación del general Franco estuvo justificada por el peligro de disolución de una nación, por el desprecio que el régimen republicano hizo de la vida y de la ley y por la necesidad de devolver a los ciudadanos unas estructuras básicas de convivencia.

Francisco José Soler es un filósofo que ha dedicado su vida a lo que antes se conocía como Filosofía de la Naturaleza y que ahora podemos llamar Filosofía de la Ciencia, con especial dedicación a las relaciones entre ciencia y Dios, entre los descubrimientos y métodos científicos y las creencias religiosas.

Para los que pueden pensar, o mejor, impensar, que lo de Dios es un tema baladí, antiguo o superado, baste recordar que el mismo Bertrand Russell reconoció en un debate sobre Dios en la BBC – qué medios de comunicación los de aquellos británicos, qué envidia -, con el jesuita Frederick C. Copleston, que Dios era una de las cuestiones esenciales de la filosofía.

Sus cuestiones “últimas”

Soler Gil ha escrito numerosos libros, colaboraciones en libros colectivos y artículos sobre sus cuestiones “últimas”. Investigador en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Sevilla y miembro del Grupo de Investigación de Filosofía de la Física de la Universidad de Bremen hasta 2017, desde hace años se ha dedicado, de modo singular, a la filosofía de la cosmología.

Una breve semblanza de su trayectoria vital incluye que nació en 1969 y que estudió Física y Filosofía en la Universidad de Granada. En 1998 se incorporó en Alemania, donde reside, al grupo de investigación de Filosofía de la Física, bajo la dirección del catedrático Prof. Dr. Manfred Stöckler hasta su muerte y se doctoró en Filosofía en 2002 por la Universidad de Bremen con la calificación “magna cum laude”.

Después se centró en el estudio de la cosmología de Stephen Hawking y continuó sus estudios sobre filosofía de la física cuántica, el concepto del tiempo en la física relativista y en la consideración de los modelos cosmológicos que se disputan hoy la imagen del universo. [I] Pero esta vez ha decidido penetrar en la galaxia política nacional y decir lo que no puede decirse. La exhumación forzosa del cadáver de Franco ha exhumado a su vez un conjunto de reflexiones hasta ahora sumidas en un silencio considerado benéfico para la convivencia.

Una recuperación honorable de la memoria histórica veraz

Nuestros padres no hablaron mucho, en general, con sus hijos de lo que ocurrido en la II República y en la Guerra Civil. Parecía haberse aceptado un pacto no escrito para no hacer más insoportable los recuerdos de una violencia que llegó a romper familias, pueblos, ciudades y la propia nación. Por eso, cuando murió Franco y se dio comienzo a la Transición democrática, se siguió el mismo camino de libertad sin ira sin volver la vista atrás.

Soler lo dice así:

Pero, por otra parte, si había habido dos Españas en guerra, y si cada una de ellas tenía sus recuerdos trágicos, sus relatos, sus agravios, sus lealtades y sus deseos enfrentados, ¿cómo podríamos reconciliarnos de otro modo? Sólo el olvido de todo eso, y la renuncia a nuestra carga histórica de razones de los unos contra los otros podría ayudarnos a cerrar la herida, y restituir la unidad de la sociedad.

Pero aquella buena voluntad fue dinamitada por la operación de la “memoria histórica” puesta en marcha por el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero cuyo objetivo – ya es evidente -, no era ni es dotarnos de una memoria histórica veraz, completa y compartida sino relegar al olvido a quienes consideraron justificada la sublevación militar dirigida por Franco contra el desvarío ilegal, antidemocrático, golpista, disgregador y no pocas veces criminal, de muchos de los partidos que terminaron convirtiendo voluntariamente la II República en una guerra civil.

Si antes tal vez fue bueno apostar por el olvido reconciliador, ya no es posible. Es el camino que recorre valientemente en este libro Francisco José Soler Gil. El olvido, tal vez fuera deseable para la reconciliación, pero no fue bueno para el conocimiento de la verdad histórica. Don Julián Besteiro consideraba que en la España republicana se contaba un “himalaya de mentiras” [II] y este “himalaya”, que el filósofo socialista atribuía a los comunistas españoles, vuelve hoy a tratar de amontonarse en unas conciencias para las que los hechos apenas tengan valor de verdad.

La versión de los supuestos “memoriosos” históricos es conocida. La II República fue un oasis de democracia, respeto a la ley y proyecto de convivencia social truncado por el golpe clasista y militar del general Franco en julio de 1936. El auxilio de las potencias nazi y fascista y la tibieza de las democracias europeas derivó en la derrota final a la que siguió una sangrienta represión que acabó con las aspiraciones democráticas durante casi 40 años.

La transición democrática impulsada por el rey Juan Carlos, Adolfo Suárez y Santiago Carrillo, sobre todo, no fue más que una maniobra del franquismo para sobrevivir y su Constitución de 1978 no puede considerarse una norma democrática compartida y es preciso, pues, que desde las escuelas, los Institutos y las Universidades se exponga una nueva “historia” oficial donde la reconciliación inicial se convierta en la victoria póstuma de los derrotados en la guerra civil.

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Interior de la basílica del Valle de los Caídos | EFE

Ni que decir tiene cuántos agujeros, y estos sí que son negros y densos, tiene esta versión canónica que se quiere imponer especialmente a los más jóvenes. Por ello, la carta que Francisco Soler Gil escribe a sus hijos es una rebelión por la verdad de parte que representa. Su carta quiere darles a conocer la memoria de los excluidos por esta operación hemipléjica que pretende borrar de la memoria a la media España que no quiso seguir aquel camino incivil de la II República.

Por ello, dice a sus hijos:

¿Por qué he encendido mi ordenador, y he comenzado a escribir en un documento titulado ‘Sobre el respeto a la memoria de Francisco Franco’? Lo hago por dos motivos: En primer lugar, porque, de no hacerlo, me temo que ya no está lejos el día en el que pensareis que vuestro padre sentía respeto por un monstruo, y que vuestro bisabuelo combatió por ese monstruo. Y os avergonzareis de mí, y de vuestra familia paterna en general.

Una historia de buenos y malos

El resultado de la operación sectaria emprendida es que “mientras que se pueden dedicar calles, plazas, monumentos y homenajes a las figuras más destacadas de uno de los bandos de nuestra contienda civil, está prohibido hacerlo con las del otro bando, incluso en los lugares en los que la población querría otra cosa. Se han destruido, en aplicación de la ley, todo tipo de placas, símbolos y monumentos de uno de los bandos, al tiempo que se fomenta la multiplicación de placas, símbolos y monumentos conmemorativos del otro. Los libros de texto han sido dirigidos hacia una historia de buenos y malos, no mucho más matizada que la que aprendí en la vieja Enciclopedia Álvarez”.

Aun no se ha consumado la subversión de la historia.

Falta, por ejemplo, perseguir legalmente todo lo que pueda ser calificado de «apología del franquismo». Y mucho me temo, hijos míos, que esta misma carta que os estoy escribiendo ahora, podrá ser calificada así… De manera que, quizás antes de lo que pensáis, vais a tener que afrontar la situación de tener un padre delincuente.

Es así, como del olvido tolerante se ha pasado a un intento “de venganza y laminación moral de uno de los bandos por parte de los herederos del otro”.

Nada nuevo tal vez. Acaso la tolerancia y las libertades son pequeños paréntesis incrustados entre dominaciones ideológicas sucesivas de inclinaciones totalitarias. O sea, que tal vez añade el autor “la reconciliación a la que creí que nos estábamos acercando en los años ochenta y noventa no habría sido sino un espejismo: el afortunado y fugaz momento libre del tránsito desde la ‘formación del espíritu nacional» a la «educación para la ciudadanía’”.

Un acto de rebelión

El libro del filósofo Soler Gil es un acto de rebelión, un libro contra la oscuridad que trata de reventar la historia real que fue.

Yo soy el nieto de un combatiente voluntario en el bando nacional, como tantos otros. Y si los nietos de los combatientes aceptáramos, en pro de la paz, la injusticia que supone la condena póstuma a Franco, y al resto de los sublevados, no estaríamos manchando la memoria de personajes históricos remotos, sino la memoria de aquellos en quienes nuestros deudos depositaron su confianza, y por los que lucharon. Y estaríamos, por tanto, dolosamente, convirtiendo en culpables o invisibles a nuestros familiares.

La guerra sucedió por algo y los muertos murieron por algo, en uno y otro bando. Pero hay un bando que “ha dejado que la historia del siglo XX la escriba el sector más revanchista de la izquierda. Y el resultado no ha sido la reconciliación, y el comienzo de una nueva etapa, sino el lastre de un complejo de culpabilidad muy difícil de manejar”. Por ello, la derecha en general es la heredera de los “culpables” y “se encuentra inevitablemente en una situación de inferioridad moral con respecto a la izquierda” y no pocas veces trata de renegar de su pasado. Es decir, habrá una parte de España totalmente amnésica y una parte que impone su memoria.

Por ello, Soler Gil, casi heroicamente, exige a las derechas españolas que dejen de jugar en condiciones desiguales y se decidan de una vez a “reivindicar la figura de Franco”.

¿En qué consiste el respeto por la figura de Franco?

Lo aclara desde el principio para los vagos y maleantes del espíritu y la propaganda:

¿Significa que hay que declararse enemigos de la democracia, y partidarios de una dictadura? ¿Significa que hay que pedir que vuelva la censura (… que en realidad no se ha ido nunca… o quizás sí se fue por un momento breve, hacia finales de los años ochenta, para volver luego, con nuevos métodos y renovada energía…)? ¿Significa que añoremos un régimen de partido único, o que exijamos el fin las autonomías, y la absolutización de la soberanía nacional española?

No, se responde. “Soy demócrata. Soy europeísta. Soy autonomista. Recelo de la concentración excesiva de poderes, y me agradan en cambio los contrapesos, y los sistemas (que algunos llaman «ineficientes») en los que la acción gubernamental puede ser ralentizada y contrarrestada desde todo un abanico de instancias”, desarrolla.

Para Soler Gil, el respeto por la figura de Franco es consecuencia del fracaso de la II República, cuya deslealtad hacia los derechos, creencias y libertades de los españoles hizo posible y necesario el levantamiento militar. De este modo, el respeto por la figura de Franco “consiste, ni más ni menos, que en sostener que fue legítimo, y bueno para España, que se produjera en esos momentos la sublevación militar. Y que fue bueno que Franco ganara la guerra, y dispusiera luego de varias décadas de tutela política sobre el país, hasta el envejecimiento de la generación de los combatientes”, sentando las bases económicas y sociales de una clase media que finalmente es la que sustenta la democracia española actual.

Pero no es cosa de todo o nada. Ni todo fue justificable ni todo fue admirable ni todo fue admisible. Sin embargo, quienes respetan la figura y el legado global de Franco deben dejar de callar, deben alterar su destino de españoles tatuados por una culpa asignada por otros que sólo podrán “redimir” aceptando su inferioridad moral y un vasallaje cultural.

Es ahora el momento de exigir el respeto por la figura de Franco, no desde una nueva “memoria histórica” opuesta a la vigente, sino desde la libertad para la investigación de la verdad sin imposiciones ni adoctrinamientos. Y es el momento porque “conforme el tiempo va pasando, las nuevas generaciones van perdiendo el contacto con las fuentes directas de información, que podrían desmentir el relato establecido. Dentro de un par de décadas, estaremos muertos los últimos que escuchamos directamente a los testigos de la época. Y vosotros, y sobre todo vuestros hijos, ya no os sentiréis ligados a los testimonios que nosotros aún escuchamos, y que nos obligan.”

Por ello, culmina: “El auténtico estorbo a la reconciliación somos los que aún sabemos lo suficiente de los hechos ocurridos como para aceptar el relato urdido para dar cierre a este episodio histórico. Una vez que nosotros hayamos desaparecido, se habrá culminado la reconciliación”, es decir, la imposibilidad de una reconciliación sincera desde la igualdad en la aceptación de hechos y responsabilidades.

Las derechas españolas, de no enarbolar su visión de los hechos, “seguirán suspirando por un reconocimiento y un perdón que nunca van a recibir del todo… Aplaudirán las películas, los conceptos, las banderas y los temas que la izquierda proponga… pero no dejarán de ser los parias de la política española. Y no diré que no lo tienen bien merecido”.

Lo dicho. El libro valiente de un filósofo que se ha sentido obligado a pensar en voz alta sobre su experiencia sin complejos desde un afán de reconciliación que o es recíproco y veraz o no será.


[I] Francisco José Soler Gil ha publicado por el momento 8 libros, 4 en castellano, 3 en alemán y 1 en inglés y ha escrito capítulos al menos en otros 6 libros colectivos. Publica habitualmente en prestigiosas revistas de filosofía como Journal for the General Philosophy of Science, Philosophia naturalis, Complex Systems, Theoria, Thémata, etc. Algunos de sus últimos títulos son El universo a debate, Mitología materialista de la ciencia, Lo divino y lo humano en el universo de Stephen Hawking, Aristóteles en el mundo cuántico, 60 preguntas sobre ciencia y feentre otros.

[II] Cuenta el socialista Andrés Saborit en su libro sobre Besteiro que el pensamiento íntimo de don Julián, reflejado en unas cuartillas de marzo de 1939, que reproduce, se referían a “ese Himalaya de falsedades que la prensa bolchevique ha depositado en las almas ingenuas…” Por ello, era preciso impedir “el dominio completo de los restos de la España republicana por la política del Comintern (La Internacional Comunista)” y evitar de ese modo que “los habitantes de esta zona hubiesen tenido que sufrir probablemente durante algunos meses, no sólo la prolongación criminal de la guerra, sino el más espantoso terrorismo bolchevique, único medio de mantener tan anormal ficción, contraria evidentemente a los deseos de los ciudadanos”.


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