El Alcázar de Toledo: una reclusión patriótica, por Ricardo Alba Benayas

Ricardo Alba Benayas
Presidente de la Hdad. Ntra. Sra. del Alcázar

 

Estamos viviendo unos momentos muy graves y difíciles de nuestra historia reciente por el ataque sin armas de una pandemia provocada por el COVID-19.
Su extensión por nuestra geografía se ha producido de tal manera, que actualmente supera los doscientos veinticinco mil contagiados y alrededor de veintiséis mil fallecidos, en cifras de un gobierno manipulador que es culpable de una mala actuación y gestión derivada de la politización del problema.
Resulta imposible enumerar las múltiples incidencias conocidas desde la toma de decisión del confinamiento (después de la manifestación feminista del 8 de marzo), pero cabe señalar las compras sin transparencia, los altos precios pagados por el material sanitario desdeñando la fabricación nacional, la omisión del número real de fallecidos, la creación de un Consejo de expertos tardía y sin suficiente entidad, del que no quieren revelar sus miembros. Todo ello se está reflejando a diario en las querellas que se están planteando por diferentes personas y entidades, y popularmente por las caceroladas que han sucedido a los aplausos de gratitud hacia los sanitarios y fuerzas del orden, que tan magnífica y abnegada labor y esfuerzo han desarrollado por encima de sus posibilidades y carentes del material de protección adecuado. De ahí que España sea el país con mayor número de sanitarios contagiados (por encima de 45.000).
Todas estas circunstancias que han provocado el confinamiento de los españoles en sus casas durante un periodo de dos meses y en algunas provincias, como Toledo, algunos días más, me hace recordar, con gran diferencia en cuanto al tiempo y a las circunstancias, la reclusión que se produjo en el Alcázar de Toledo durante un periodo similar, 68 días. Fueron 1.800 personas (hombres, mujeres y niños) que se recluyeron para defenderse no de un virus, si no de un enemigo armado que pretendía sovietizar España (Muera España y Viva Rusia eran sus lemas, enarbolando banderas rojas con la hoz y el martillo) y eliminar la tradición católica de los españoles, quemando iglesias y asesinando a más de 8.000 sacerdotes, religiosas y 13 obispos.
En esa reclusión defensiva, sin medios (las provisiones alimenticias no llegaban a 10 días), hostigados por miles de disparos de fusilería, algunos días con más de 450 granadas, bombas de aviación y minas, los defensores soportaron estoicamente el asedio hasta su liberación.
Tuvieron que comer carne de caballo y mulos, quedando vivo un solo caballo, hubo que realizar salidas a casas colindantes por la noche para recoger sacos de trigo, molturados posteriormente con una moto para fabricar panecillos, la leche se repartía solamente a los niños y se dormía en colchonetas sobre el suelo de los sótanos, sin luz, únicamente con lámparas con sebo de los animales sacrificados, enterrando a sus muertos en la piscina. En esas infrahumanas condiciones subsistieron hasta su liberación.
Además, soportaron las mentiras de los políticos, con embajadas para animar a la rendición, apoyadas por los medios de comunicación a su servicio. Concretamente, el 28 de julio llegaron a publicar la noticia de la rendición “De cinco en cinco, desarmados y con los brazos en alto, salen del Alcázar toledano los rebeldes que lo defendían” e incluso lo ilustraban con fotografías.
¿Cómo se pudo resistir? Indudablemente, los españoles en determinados momentos de la historia han dado pruebas de ser heroicos en la resistencia por determinadas causas, en este caso, en defensa de la Patria y de su catolicidad.
Con fe, estos hombres y mujeres supieron mantener el espíritu ante tantas dificultades: hambre, miseria y encarnizados combates, acudiendo con sus oraciones ante la Inmaculada, patrona de la Infantería, pidiendo el milagro de la liberación, quizás emulando otros milagros como el de Empel.
Tal era su devoción que constituyeron el 8 de agosto en pleno asedio una Hermandad que se comprometía a mantener vivos los valores de Religión y Patria.
La Virgen Inmaculada, hoy bajo la advocación de Ntra. Sra. Santa María del Alcázar (por designación del Obispo Gregorio Modrego en representación del Cardenal Gomá) no los defraudó, permitiendo el 28 de septiembre al Coronel Moscardó cuadrarse ante el General Varela y pronunciar la célebre frase: “Sin novedad en el Alcázar”.
La fe en la Virgen continúa, actualmente, a través de la Hermandad en los hijos, nietos y otros familiares, así como en otras muchas personas que contagiados por el mismo espíritu que animó a los defensores, se incorporan a esta advocación.
Hoy ante el confinamiento por el COVID-19, seguimos rezando e implorando a la Virgen del Alcázar para que nos ayude y nos libere de esta pandemia, rogando por los miles de fallecidos, enfermos y familiare,s así como por todos aquellos que de diferentes maneras luchan denodadamente por contenerlo: sanitarios,fuerzas del orden, ejército, suministradores de alimentos y otros tipos de voluntariado.

SANTA MARÍA DEL ALCÁZAR, PROTÉGENOS DE ESTA PANDEMIA Y MANTÉN A ESPAÑA UNIDA EN LA FE CATÓLICA

 

 


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