Eulogio López
Si no perteneces al Nuevo Orden Mundia (NOM) no medrarás en la ONU. Para ser exactos, ni te ficharán. Un buen miembro del NOM, la nueva masonería del siglo XXI, con centro en Nueva York, debe ser: cristófobo -se recomienda ser nominalmente cristiano pero cristiano rarito, muy progre-, abortista, homosexualista, ferviente defensor de la ideología de género y, eso sí, un filántropo de tomo y lomo, muy onegero… y ya saben que a las siglas ONG sólo les sobra la letra “n”.
O sea, Pablo de Greiff, el relator que la ONU -los mismos que han acusado a la Iglesia de ocultar los casos de abusos sexuales a menores, cuando ha sido precisamente la Iglesia quien los ha destapado- nos ha enviado a España para investigar sobre las víctimas del Franquismo. Casualmente, tras un estudio minucioso, don Pablo nos ha echado una bronca tremenda: pide más recursos -monetarios, naturalmente- para las víctimas del Franquismo; dice que hay que reinventar el Valle de los Caídos, reconducir la ley de Amnistía y, por supuesto, ni una palabra sobre las otras víctimas de la terrible guerra civil, las víctimas del bando republicano.
Las crónicas periodísticas nos presentan a don Pablo como un activista de los derechos humanos. Un buen hombre, para entendernos. Datos biográficos oficiales:
“Pablo de Greiff: es un colombiano militante de los derechos humanos. Tiene doble nacionalidad: colombiana y estadounidense.
El Consejo de Derechos Humanos de la ONU le nombró el primer Relator Especial sobre la promoción de la verdad, la justicia, la reparación y las garantías de no repetición en marzo de 2012. El Relator Especial es independiente de cualquier gobierno y sirve en su capacidad privada.
Se graduó de la Universidad de Yale en 1986, y completó su doctorado en la de Northwestern en 1992. Fue profesor adjunto de Filosofía en la Universidad Estatal de Nueva York (1992-2002). En 2001 se incorporó al Centro Internacional para la Justicia Transicional (ICTJ), una ONG de derechos humanos internacional con sede en Nueva York, convirtiéndose en su director de investigación. Ha asesorado sobre la justicia transicional a diversos organismos, instituciones, ongs y gobiernos”.
Para entendernos, que procede de una ONG llamada Centro Internacional para la Justicia Transicional (ICTJ). Comprobamos en Internet de qué va esta asociación. Se presenta como defensora de los derechos humanos, naturalmente, pero, ¿quién la financia? Pues ahí va, según la propia información pública de las páginas de ICTJ:
“Centro Internacional para la Justicia Transicional (ICJT): reconocida organización internacional que trabaja en sociedades que emergen de regímenes represivos o conflictos armados, así como en las establecidas democracias donde las injusticias históricas o el abuso sistemático permanecen sin resolver. Fundada en 2001 como una organización sin fines de lucro.
ICTJ fue concebido por primera vez en una reunión estratégica organizada por la Fundación Ford, en abril de 2000, donde los participantes expresaron su amplio apoyo a la creación de una organización centrada en la justicia de transición. Posteriormente, la Fundación pidió a tres consultores -Alex Boraine, Priscilla Hayner y Paul van Zyl- desarrollar un plan para dicha organización. Su propuesta inicial de cinco años recibió apoyo financiero de la Fundación Ford, la John D. y Catherine T. MacArthur, la Corporación Carnegie de Nueva York, el Rockefeller Brothers Fund y el Fondo Familia Andrus.
Abrió oficialmente en la ciudad de Nueva York el 1 de marzo de 2001 y ya tiene oficinas en: Beirut, Bogotá, Bruselas, Ciudad del Cabo, Ginebra, Jakarta, Kampal, Monrovia, Nairobi y Nepal.“
¿Lo cogen? Las dos grandes fortunas o empresas, o familias, que financian el NOM, así como todos los fondos de despoblación -aborto, homosexualismo, etc.- son la Fundación Ford y la Fundación Rockefeller, seguidas de cerca por la Corporación Carnegie (hay otras pero nos interesan las que sostienen a ICTJ). También aparecen la Fundación John D. y Catherine MacArthur. Veamos quiénes son (seguimos con información oficial facilitada por ellos mismos):
“John D. y Catherine T. MacArthur: 1 de las mayores fundaciones privadas de EEUU. Temas de interés para esta fundación incluyen: la paz y la seguridad internacional, la conservación y el desarrollo sostenible, la población y la salud reproductiva, los derechos humanos, la migración internacional, el desarrollo comunitario, la vivienda asequible, medios digitales y aprendizaje, la justicia de menores, y los medios de comunicación”. Es decir, salud reproductiva, es decir, aborto.
Nos falta el Fondo Familia Andrus, más multimillonarios para el NOM. ¿Quiénes son estos? Respuesta, nuevamente oficial:
“Fondo Familia Andrus: incluye programas que apoyan a gays, lesbianas, bisexuales, transexuales, intersexuales y los jóvenes interrogados, para quien puede ser particularmente difícil de abandonar el sistema de cuidado de crianza”. Esto último tiene delito. Está mal traducido al castellano, claro, pero lo que quiere decir es que esa benéfica institución de la Familia Andrus se dedica a ‘ayudar’ a muchachos que no tienen clara su identidad sexual. Y ya saben ustedes donde acabarán cuando la tengan clara. En cualquier caso, un fondo de promoción de la homosexualidad.
Ahora pregúntense lo siguiente: ¿No era previsible lo que iba a concluir sobre el Franquismo el señor Peter de Greiff, ciudadano imparcial, enviado por la muy neutral ONU a España?
Menos coñas, señor Greiff.